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Babel, un cuento de Jose Luis Cabrera Ayala

‘The Land of Cockaigne’, Pieter Bruegel el Viejo.

Si este solo fuese un relato humorístico, quizá no nos atreveríamos a decirles que es el cuento más divertido y hasta hilarante de todos cuantos hemos traído a la revista Zenda desde la Escuela de Imaginadores. Y lo es, sin duda; el cuento con el que más se van a reír a mandíbula batiente.

Pero Babel es mucho más que eso. Su autor, el imaginador Jose Luis Cabrera Ayala, abogado especializado en derecho sanitario, no solo ha sido capaz de concentrar en unas pocas páginas todo el humor que tiene que contener cada día en el desempeño de su trabajo, sino que con la ejecución de su texto ha logrado consumar un auténtico ejemplo de innovación formal, lleno de ingenio y de momentos de lucidez. En este relato todo está calculado, es un mecanismo de precisión, un sorprendente ejercicio de tono y estilo, donde cada pequeño detalle acaba encajando.

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Babel

—¿Conspicuo?

—¡Exacto! ¡Eso es! ¡Definitivo, brillante, conmovedor!

—¿Eso qué es?

—Todo, eso es todo, cariño,

—No sé dónde vas, pero no te sigo, hace siglos que no te sigo, me tienes mosca,

Hombre y mujer se encuentran sentados frente a frente, la mesa mediando, los globos oculares vívidos, avispado enfrentamiento dialéctico entre dos homo sapiens; pesa el aire reflexivo en uno, filosófico se diría, tan elevado en cualquier caso, gesto circunspecto en ella, que espera ansiosa el argumento que aclare el enigma, pero a la vez, se percibe cierta impostura en el rostro de la mujer, contrariada por el ansia de la ingesta alimenticia; filosofía y hambre, siempre tan antagónicos, siempre tan necesarios,

—Conspicuo, es la clave de todo,

—¿La clave de qué?

—De todo, de que tú y yo estemos aquí, de que sigamos vivos entre todo esto que nos devora,

El hombre que pronuncia aspira una enorme cantidad de aire e hincha voluptuosamente el tórax, que le rebosa por la camisa entreabierta:

—El lenguaje, la adjetivación, el matiz, ¿entiendes lo que te digo?

Tórax-erguido, destila confianza en sus afirmaciones, mantiene un tono jactancioso pero muy convincente:

—¡Ay, Dios!, suelta ya, explícate, que un día me vas a hacer perder la cabeza,

Ella, Mujer en el futuro sin cabeza, pronuncia la frase resignadamente, manteniendo la arista de la ceja elevada, expectante, harta de la vacilación,

En el comedor, de estructura heptagonal, se disponen una decena de mesas, por las que reptan los camareros a una velocidad endiablada, los platos de los comensales rebosan color y abundancia, ocupados por carnes desmembradas, cruentas y olorosas, pescados en salazón cuidadosamente emplatados que presentan en la porcelana formas reconocibles, mariscos exóticos, artrópodos en sus distintas variedades, fauna marina que se dispone con precisión exquisita, opulenta orgía de colores y sabores, baile de carnes braseadas, fragmentos de seres sin pálpito que excitan el gusto, seducen el olfato y subliman los sentidos,

La música de fondo, el golpeo de la suela de los camareros, clac, clac, la bandeja, y sobre ella apoyada, la vajilla que gambetea juguetona, clin, clin; hay un ritmo que acompaña, una cadencia de movimientos y vibraciones que fluye por la estancia en un zumbido rítmico, en un clin-clac, clin-clac, rapsoda de sonidos casuales que leve e inconscientemente se va acoplando y se desliza por el hipotálamo de los comensales,

Dos hombres con abundante pelo occipital limpian afanosamente la cristalera que rodea el comedor, blanden sus extremidades con movimientos vigorosos, arácnidos melenudos agitándose sobre la superficie transparente; una mujer con piel sonrosada y su pareja, se disponen a entrar en el recinto, ella primaveral, arcillosa, de cadera oscilante; brilla la palpitante mariposa a la entrada del comedor,

Los melenas interrumpen la limpieza para facilitarles el paso; se vuelve a cerrar la puerta acristalada, Melenas uno, se dirige a Melenas dos:

—Se ha quedado una tarde muy buena,

—Sí, muy buena tarde —responde Melenas dos,

Siguen en sus tareas de limpieza, enérgicos, vivos, ni una mota de polvo, ni un resto de coleóptero sobre el cristal inmaculado,

La mujer de piel sonrosada y su pareja son acomodados en la mesa dos, la contigua a la que Tórax-erguido y Mujer en el futuro sin cabeza; apenas han transcurrido diez minutos y Piel sonrosada suavemente desliza los labios en la copa de vino, con delicada elegancia y a continuación disecciona con precisión quirúrgica la gamba asignada, entre cuchillos y útiles mecánicos preparados para despedazar los caparazones de los crustáceos y succionar la hemolinfa de las articulaciones; todo tipo de herramientas de tortura apendicular rueda por las mesas, los comensales gorgotean, pronuncian, ríen, diseccionan,

Desde la bóveda del comedor se escucha una composición armonizada, mezcla de sonidos, cliniclanes, frases entremezcladas, runrunes, olores a chucrut y a verdura especiada, sonidos y sensaciones que orbitan entretejidos, conversaciones que despegan y aterrizan, que se posan y se mezclan entre sí, argamasa de sonidos y frases que se solapan,

Tórax-erguido, en la mesa uno, insiste:

—Hemos logrado dominar el medio y someter a los animales,

—¿Ajá?

—Y los corderos, pobres infelices, siguen paciendo tranquilos,

—¿Y? —resopla Mujer en el futuro sin cabeza,

—Que ignoran que los mismos que un día les alimentan, al día siguiente preparan el plato donde rodarán sus huesos,

—¡Aterriza marinero que de paciencia no ando sobrada!

Tórax-erguido se expresa en tono grave, denso, trascendente, mientras infla nuevamente el pecho:

—¿Y cuál es la razón de todo?

—¿Cuál es la razón?

Se cruzan las palabras que vuelan desde la mesa dos:

—¿Pescado favorito?

—El boquerón —responde Piel sonrosada,

Mesa uno:

—El ritmo, la sonoridad, los juegos de palabras, la ironía,

—¿Eso, qué?

—Eso los animales se lo pierden todo ¿entiendes?

—¿Qué hay que entender?

—Pues que no se comunican,

—A veces mejor que tú y que yo,

—Si los bichos supieran, siquiera lo que es un punto, solo con eso, nos exterminarían,

Mujer en el futuro sin cabeza, ingiere el trocánter de una centolla y se rasca la ceja arqueada, con cierta sensación de hartazgo,

—Mi Lizzi, me entiende mejor que tú, cuando venimos del parque,

—Cada día eres más incongruente,

—Tú, me vas a dar lecciones de congruencia,

Mesa dos:

—¿Pescado preferido?

—El congrio —sostiene Piel sonrosada,

Una mujer al fondo de la sala se levanta de la silla, se retoca discretamente el traje y serpentea, ondulando su perfil voluptuoso mientras atraviesa el comedor; Melenas uno, que observa a través de la cristalera el contoneo de la mujer, se dirige a Melenas dos:

—¡Se ha quedado una tarde, estupenda!

Melenas dos, gira la cabeza y clava la mirada en la mujer ondulante:

— Sí, estupenda se ha quedado la tarde —responde,

Mesa uno:

—Son lerdos, cariño, son lerdos —sostiene Tórax-erguido,

—Ladrido, zumbido, maullido, siseo, ululeo, ¿te parece poco?

—¡Hay que joderse, ululeo! ¿Eso es comunicarse?

—Ellos hablan, a su manera,

—Como una torre de Babel, no se enteran de nada,

Mesa dos:

—¿Queso favorito?

—Mini Babybel,

Se abre entonces la puerta acristalada del comedor, termitera de zumbidos, y la luz se quiebra cuando se asoma la figura de un hombre rectilíneo, sobresaliente, trozo de mármol enfoscado en traje de sport, lleva el cuello de la camisa desbocado, el gesto compungido; los comensales callan, el claqueteo enmudece; se dirige al encargado del negocio:

The fly was very aggressive! —Respira y traga saliva— I need your help!

Silencio sepulcral en el comedor, consternación, ninguno de los que allí nos encontrábamos, entendimos el mensaje, pero comprendimos su pesar y su espanto; el rostro de la aversión y el abatimiento deja la misma huella en todos los vertebrados,

La lengua no la entendíamos, pero sin duda, necesitaba ayuda, algo le había ocurrido durante la noche; Tórax-erguido fue de los primeros en levantarse y ofrecer su apoyo, Mujer en el futuro sin cabeza, fue la única que permaneció en la silla del comedor, hierática, pareciera incluso que esbozaba un gesto de cierto sarcasmo,

Todos los que allí nos encontrábamos, salvo ella, nos dirigimos en formación a la habitación del hombre marmóreo; necesitaba ayuda; algo terrible le había atacado la noche anterior; desde luego, Marmitaco, desde su corpulenta masa muscular, ahora tan abatida, despertaba cierta ternura,

The fly! —repetía— The fly, last night, was very aggressive!

Accedimos cuidadosamente a su habitación, en la que yo había estado curioseado la noche anterior; Tórax-erguido encabezaba la comitiva y empuñaba con su brazo derecho una pala metálica, herramienta de aniquilación que había rescatado de la chimenea, y que blandía, exhibiendo su arrojo,

Nos desplegamos por la estancia de Marmitaco de manera anárquica, sin estrategia alguna, enfrentando el peligro que tanto le compungía; yo me desplacé silenciosamente hasta el baño de la alcoba, en busca del peligroso enemigo,

Allí estábamos todos, Piel sonrosada y su pareja peinaban sigilosamente las esquinas de la habitación, portando dos revistas a modo de floretes que sujetaban como artefacto aniquilador, los melenas habían sustituido las bayetas de limpiar cristal por dos raquetas de bádminton que chasqueaban al aire con ansia de encontrar el objetivo; incluso Mujer en el futuro sin cabeza, había decidido personarse en la habitación para contemplar de primera mano el enfrentamiento,

Fue Tórax-erguido el que primero accedió a la estancia en la que me encontraba; la luz del baño estaba encendida y sigilosamente asomó su cabeza por la taza del váter haciendo un gesto afirmativo al resto del escuadrón allí presente,

Fue entonces cuando me percaté de que el objetivo de toda aquella contienda era yo,

Por un lado, me sentía mal, recibirlos así, con los palpos maxilares llenos de caca, pero no pude resistir la deglución del detrito que se encontraba en el fondo del inodoro,

Miré hacia arriba, hacia la tapa del retrete, a la que se iban asomando, poco a poco, las caras de los antes compañeros de batalla, indios cheyenes surgiendo de entre la maleza; Tórax- erguido levantó la pala de recoger ceniza en actitud amenazante, Piel sonrosada y su pareja los floretes, los melenas alzaron las raquetas de bádminton; Marmitaco permanecía en la puerta compungido y se acercó también al agujero, confirmando la presencia del peligroso enemigo,

A fin de cuentas, pensé, ¿hay muerte más hermosa que yacer aquí subida, calada hasta las cejas, el olor deslizándose, flotando sobre una gran mierda, obscena, monumental, conspicua?

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