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Como si escribir siempre tuviera que suceder mientras otras cosas avanzan

Como si escribir siempre tuviera que suceder mientras otras cosas avanzan

La escritora argentina Leticia Martin ha escrito una novela, Un ruido nuevo, en la que una madre de tres hijos trata de salvar su matrimonio mientras se enamora de otro hombre, y en la que esa misma mujer acude al trabajo desilusionada mientras sueña con ser escritora. Con este argumento, la autora levanta una historia de corte feminista en la que muestra la amplia gama de grises existente en temas tan cotidianos como el adulterio, el fin del amor, la familia y el sexo.

En este making of, Leticia Martin cuenta el modo en que escribió Un ruido nuevo (Villa de Indianos).

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Soy la típica persona que tiene responsabilidades que cumplir. Trabajo mucho por fuera del trabajo físico y mental que implica la escritura. Ocho horas mínimo de oficina. Talleres después del trabajo, dos hijos, una editorial. Eso acota mi tiempo dedicado a los libros, y lo lamento mucho. Así que escribo menos de lo que querría. Un par de horas al día, con suerte y viento a favor. Me la paso deseando hacerme un tiempo más grande. Creo que ese deseo constante, que no termina de cumplirse, es un gran motor. Aprovecho cada ratito, me quejo menos en las colas de los trámites cuando puedo poner la cabeza en mis personajes y tomar alguna nota, o avanzar en una idea. Me entretengo con poco y necesito muy poco. A veces puteo a los que tienen mucho tiempo de ocio y no lo aprovechan. Sobre todo a los que tuvieron muchas oportunidades y no estudiaron o se formaron más. Pero en general, cuando ubico mi realidad con sentido crítico, puedo ver que me he convertido en una mujer afortunada. Las dificultades hicieron de mí una persona resiliente, audaz, laburadora, que sabe focalizar y que es exitosa en caminar sus deseos sin estar atada a los resultados.

"Esta novela se fue gestando en los tantos años que me tomó decidir mi divorcio. Nada fue sencillo. Ni un drama, ni tampoco una cosita más"

No fui nada prolija para escribir Un ruido nuevo. Todo orden exterior —me decía una vez Abelardo Castillo hablando de Sábato— es desorden interior. Tal vez sea verdad. No lo sé. Mi vida ha sido un hermoso desorden exterior. O al menos ha sido original en no responder a los mandatos progresistas de la época. Fui madre muy joven (a los 25), me recibí a los 37, dejé la Universidad por un terciario, volví a la UBA cuando nació mi primera hija, estudié teatro de grande, escribí obras dramáticas, ejercí la crítica literaria, fundé una editorial contra mi propia imagen de escritora, y así. Todo así. Avanzando y retrocediendo. Esta novela se fue gestando en los tantos años que me tomó decidir mi divorcio. Nada fue sencillo. Ni un drama, ni tampoco una cosita más. Fue una decisión diaria de inventarme el tiempo, un trabajo maduro, serio, que fui corrigiendo semana a semana con la escritora Tamara Kamenszain (QEPD). Primero escribí la novela como un diario. De las cien páginas que le llevé a Tamara la primera vez que la vi, ella rescató solo una entrada de aquella larga confesión de parte. Me dijo que nada de lo demás revestía interés literario para ella. Que empiece por esa imagen, la de María Wolf discutiendo con los machitos mexicanos que le ofrecían un trabajo freelance mal pagado. Me fui llorando de su casa en Recoleta. Pero decidí seguir yendo a su casa cada martes con un capítulo nuevo. Escribir esta novela fue trabajar contra la decepción, contra mis límites, a favor de la fe en mí misma. Fue decirme cada día que iba a poder hacerlo un poco mejor que las veces anteriores.

No tengo una organización más allá de ir produciendo de acuerdo a mis inquietudes. Tampoco sé si hace falta pensar tanto las cosas. Me ha funcionado el apagar la cabeza, el hacer foco y el tener la certeza de que lo haría. Nunca dejo de creer en mi fuerza vital. También me sirve el robarle a mi vida personal para alimentar mis ficciones. Sin miedo al qué dirán, sin miedo a la primera persona. Pero, sobre todo, desprendiéndome de toda obediencia a las miradas que no sean la mía sobre mis deseos más profundos.

"También he descubierto que necesito tener un mínimo orden en la casa, como la cena marchando o el lavarropas en funcionamiento. Como si escribir siempre tuviera que suceder mientras otras cosas avanzan"

Mi método de escritura es sencillo: Hago lo que puedo. Siempre cuento que escribo a la mañana, pero es mentira. Cuando es feriado escribo en cualquier momento, al blog lo sigo de noche, en la mañana llevo un diario que siempre cambia porque yo voy cambiando. Esta nota, por ejemplo, la estoy contestando en el almuerzo del trabajo. No soy de armar escena literaria, al contrario. Desacralizo el acto. Tomo mate, a veces escribo mientras almuerzo, a veces antes de regresar a mi casa, cuando me quedo sola en la oficina, o cuando me desvelo. Soy lo menos ordenada en relación a rutinas de escritura, suelo dejar libros tirados por toda la casa, en el trabajo, en las mochilas… A veces los empiezo y no los termino. Es un espacio de libertad plena que adquirí con los años. De chica, me obligaba a terminarlos. Ahora solo me entrego a lo que me gusta de verdad. Necesito la energía condensada en otros libros cerca, leer un poco antes de ponerme a escribir o solo estar cerca de los libros para olerlos, tocarlos. También he descubierto que necesito tener un mínimo orden en la casa, como la cena marchando o el lavarropas en funcionamiento. Como si escribir siempre tuviera que suceder mientras otras cosas avanzan.

La mayor investigación que hice para escribir este libro fue el análisis que lo acompañó. Durante muchos años trabajé lo literario en mis sesiones con el psicoanalista. Mis propias trabas, mis pensamientos limitantes, mis temores, todo fue alimento para la construcción de mis personajes. Conocerse es animarse a poner en los libros de formas solapadas, o con buenos disfraces, eso que es mejor tener fuera y objetivado que dentro de uno y generando neurosis. “Convertir en frutillas con crema las frutillas con Mendicrim”, escribí alguna vez en un poema. “Hacer con el síntoma”, diría Alan Pauls con palabras menos cotidianas. El trabajo psíquico, tanto como estudiar y leer psicoanálisis, hace que mis personajes tengan profundidad, doblez, espesura. Me interesa lo humano en todas sus dimensiones. Los géneros literarios, como las tramas, funcionan apenas como excusas para adentrarse en lo propio del sujeto. Al final del día, lo que importa son los personajes y las identificaciones que ellos van a suscitar en los lectores.

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Autora: Leticia Martin. Título: Un ruido nuevo. Editorial: Villa de Indianos. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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