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Contracciones y convulsiones: Sobre cómo surgió ‘X ha muerto’

Contracciones y convulsiones: Sobre cómo surgió ‘X ha muerto’

Alaine Agirre es uno de los secretos mejor guardados de la literatura vasca. Los lectores aprecian sus argumentos, la crítica alaba su estilo y los jurados le otorgan sus premios. Ahora la editorial Consonni traduce X ha muerto, Premio Euskadi de Plata en 2015, un monólogo compuesto por pequeñas piezas en las que la narradora expresa su dolor por la muerte del ser amado. Por otro lado, este mismo otoño la editorial Tres Hermanas traducirá otra de sus obras: Placenta.

En este Making of, Alaine Agirre desvela el origen de X ha muerto (Consonni).

***

Fue una contracción. Iba del trabajo a casa, en el coche, cuando empecé a sentirlo. Era una sensación desconocida, era amorfa, blanda, pero iba tomando consistencia, densidad, al tiempo que iba ocupando más espacio en el cuerpo. Quise mirarla, quise olerla. Me entregué a ella, aún sin saber qué era o a dónde me dirigiría. En ese preciso instante, en esa rendición, en ese entregarme a la sensación, me ocupó entera, hasta ensordecer el mundo exterior, hasta acallar la razón; me engulló. Tengo que escribirlo, dije en alto. Necesito escribir. ¿Sobre qué?, me preguntó el que iba conduciendo. No lo sé. Todavía.

"Lo que al principio fue un sentir orgánico y corporal se convirtió rápidamente en una inmersión dentro de un océano de sentires mezclados y revueltos, emociones híbridas, difusas, pero en cualquier caso agudas e intensas"

Supe que tenía que soltar, soltarme. Supe que tocaba dejarse llevar. Desnudarse de la gramática de la lengua y el pensamiento, para entender lo ininteligible, lo corporal y lo evanescente. Sentía que cada paso me llevaba más lejos del mundo y de mí misma, al mismo tiempo que me aproximaba a aquella masa. La aceché desde cerca. Con la exploración del animal en el que iba conviertiéndose aquel pedazo de carne ennegrecida y putrefacta, las contracciones iban latiendo con más fiereza. El texto no escrito iba cobrando sentido y latido. Decidí sin decidirlo entrar en el tumor, hasta volverme parte de ella. Identifiqué la música que me mantendría enclaustrada en aquella emoción que quería escribir pero que aún no entendía: dos discos antiguos de Brahms (Sonatas para piano y violín Nº 1, 2 y 3, con Anne-Sophie Mutter y Lambert Orkis, y Sonatas para violoncello y piano Nº 1 y 2, con János Starker y György Sebők). Me lié un cigarro.

Y me abrí a escribir aquella exploración.

"Me entregué al texto, y fue él quien me dijo que tenía que ser difuso y sucio, incorrecto y salvaje. Empezó con una contracción; escribirlo fue una convulsión"

Lo que al principio fue un sentir orgánico y corporal se convirtió rápidamente en una inmersión dentro de un océano de sentires mezclados y revueltos, emociones híbridas, difusas, pero en cualquier caso agudas e intensas. De esa emocionalidad surgieron las ideas, aunque no las quise concretar demasiado; quería que el texto fuera un garabato de sensaciones, sentimientos, ideas. No quería contar una historia, sino cómo vivía ese cuerpo esa historia. No me interesaba mirar al personaje desde el mundo, sino al revés: observando los lugares internos más inhóspitos y oscuros de ese cuerpo doliente, validando todo lo ilegítimo, escuchando lo callado y sintiendo los dolores sedimentados, desde ese barro, desde ese yo agrietado, quería hablar de las estructuras de pensamiento de nuestra cultura. Mirar afuera desde dentro. Hablar de la construcción de la visión romántica y posmoderna del amor desde las rozaduras y traumatismos que genera en un cuerpo.

Me entregué al texto, y fue él quien me dijo que tenía que ser difuso y sucio, incorrecto y salvaje.

Empezó con una contracción; escribirlo fue una convulsión.

Empieza así:

“X ha muerto. X se me ha muerto.

Nunca sé cómo cuándo por dónde empezar a contar aquello que voy a contar. Una vez empezado sí, después de empezar y continuar sí, aunque no sepa a dónde se dirige la historia, yo sigo; quiero decir que sigo escribiendo, y emborrachándome con la música, y escuchando al vino, mientras el humo del cigarrillo me entra por las orejas hasta el cerebro, y a veces el humo es pura niebla pero otras veces toma forma de idea. Pero ahora mismo no puedo escribir, no puedo contar cómo ha sucedido lo que ha sucedido, qué palabras usar para decir que X ya no está aquí, qué palabras usar para decir que X ha muerto.”

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Autora: Alaine Agirre. Título: X ha muerto. Traducción: Xabier Mendiguren. Editorial: Consonni. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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