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Crónicas de Danvers (XXI): Filo e Isabel

Crónicas de Danvers (XXI): Filo e Isabel

Filo mira fijamente la chimenea casi sin pestañear, está muy enfadada con el mundo en general, y con los hombres en particular, con todos. Cuando se menciona a Lorenzo Aguilar se pone mala y le sube tanta rabia por la garganta que en ese momento podría matarlo con sus propias manos. No porque haya ocupado las tierras de su padre o las haya puesto a su nombre, no. Lo que le duele es que trata mal a la Isabel. Cada vez que se acuerda de las marcas que le ha visto en la piel… Es un hijoputa, un desgraciao. Si viviera padre no duraba ni un minuto en el pueblo. Y aunque prometió que no diría nada, se lo ha contado todo a su hermana Paqui, para desahogarse. Han pasado juntas todas las tardes desde que merendó con Isabel. Hablan y hablan, y Paqui quiere llamar a un abogado para que se haga cargo, pero Filo sabe que un abogado les costaría carísimo y además sólo podría solucionar lo de las fincas. Lo de Isabel es diferente y ahora es cosa suya. Porque es su amiga y ella es su único consuelo. Lo único que le queda en la vida. Hay que ver para lo poco que sirve el dinero o la belleza. Lejos han quedado ya todas esas veces en que ha podido pensar que es una cretina, que las mira por encima del hombro, o incluso que es malvada. En el fondo es una pobre mujer que no tiene familia, viuda, que se ha abierto con ella y le ha contado ese sufrimiento tan grande. Vive Dios que va a hacer algo, y pronto. La semana que viene es la montería de los marqueses. Ella estará trabajando en la cocina, con Clarita y las chicas del pueblo, y él estará comiendo como un cerdo. A lo mejor es buen momento.

"Ha insistido sutilmente en sus debilidades pero claro, Filo sutil, sutil, no es. Y esa es su gran preocupación ahora. Si Filo habrá entendido o no"

Isabel en su salón, toma el té, tranquila. Aguilar tiene muchas reuniones esta semana para sentar las bases de su nueva urbanización, y no tiene un minuto entre los sobornos al alcalde, al concejal de urbanismo, al director general y hasta al presidente de su comunidad autónoma. Algo habrá para la prensa, también. Y en cuanto lo consiga, algún brillante para ella; envenenado, claro. De momento tiene tiempo para pensar y recuperarse. En la merienda con Filo, la encauzó por el camino adecuado sembrando las semillas oportunas, y la prueba es que se ha convertido en una pesadilla. Se presenta en su casa sin avisar con cremas y linimentos que hace en casa con hierbas del campo y se los aplica, está todo el día pendiente, ¡la llama Isa! No sabe cómo quitársela de encima pero la necesita. Le ha contado todo lo que sabe de Lorenzo, de sus negocios, de su vida y de sus costumbres. Ha insistido sutilmente en sus debilidades pero claro, Filo sutil, sutil, no es. Y esa es su gran preocupación ahora. Si Filo habrá entendido o no. Porque está más que harta de representar el papel de pobre mujer maltratada. Que maltratada sí es, y golpeada, quemada, azotada y desde la semana pasada, forzada. O agredida sexualmente, como por lo visto se dice ahora. Pero lo que no es, es una perdedora. Físicamente no puede hacer nada, pero es más inteligente que Aguilar. O más manipuladora. O lo que sea. Dios es testigo de que va a pasar y pronto. La semana que viene es la montería de los marqueses. Ella está invitada, como siempre, y él estará a su lado, comiendo como un cerdo. A lo mejor es buen momento.

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