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De locos cuerdos

El amor, o lo que es lo mismo, la vida, es el único pretexto para emprender cualquier aventura, también la de la escritura. El narrador de Enero y tú desnuda bien lo sabe, y así se lo mostrará a la destinataria de su relato, la joven Ana, convertida en su “excusa para volver a vivir cuando ya estaba muerto”. Tomarse un diazepam con el café y hacerse una raya de speed antes de amanecer tras años en un psiquiátrico no es mala combinación si lo que quiere uno es alterar su destino y forzar el desarrollo de sus días, tan alejados de un ideal de vida que cualquier alteración forzada de sus horas se vive como un triunfo.

Tal vez sea ese el motivo por el que el excéntrico Enero dispara ratas con una catapulta a la piscina del chalé de su ex o se pasea por la ciudad en hora punta subido a un tractor en el que concentra su inapelable deseo de luchar contra el mundo que le ha tocado en suerte. Así, la cita que sirve de revulsivo para encelar al lector con la novela tiene justificación plena:

“Todo lo que era imposible me ha acabado pasando. Era imposible que los pisos bajaran; era imposible que los Héroes del Silencio se separaran; era imposible que pusieran obligatorio el casco; era imposible que con estudios universitarios  acabáramos en el paro; era imposible que ganáramos menos dinero que nuestros padres; era imposible que me estuvieras poniendo los cuernos…”.

"La novela es pura magia singular, una suerte de artefacto lumínico que arroja una luz entre tierna y festiva"

El escritor y profesor Álvaro García Hernández (San Antonio, 1976) entrega en su primera novela destinada al público adulto —antes ya había sido galardonado con el Gran Angular 2016 y el Premio Hache 2018 de literatura juvenil— una historia de antihéroes que roza el esperpento, aunque cargada de lirismo y de altas dosis de inquietud. Por momentos recuerda a Cara de pan, de Sara Mesa; a ratos transita por El funeral de Lolita, de Luna Miguel; y al fondo saluda Manuel Vilas con su Ordesa, pero eso no significa que García Hernández beba de ellos, puesto que Enero y tú desnuda es una sorpresa tanto o más fervorosa como la que ha acontecido con Los asquerosos de Santiago Lorenzo y su asilvestrado protagonista. No, la novela es pura magia singular, una suerte de artefacto lumínico que arroja una luz entre tierna y festiva, anárquica y plena de humor sin cinismo ante el deambular de sus personajes, con pasajes muy bien medidos y el ritmo preciso para concitar aplausos desde su aparente modestia. De haber una fuente, estaría en Comala.

El lector contiene por momentos la respiración, dado que las apariencias de los sucesos relatados resultarán engañosas, por no hacer mudanza en su costumbre, que diría el maestro. A la novela la salva de la humorada la estructura elíptica, ese no darlo todo masticado que se ha hecho hoy lugar común, casi ofensivo, a lo que habrá que añadir el recurso de la paradoja descriptiva, porque el arte narrativo también tiene mucho de pincelada genial, esa que de cerca parece una mancha y que en la distancia da vida a la tela. Velazqueña sería un adjetivo que no desentonaría en entre los atributos de la prosa del escritor valenciano, que sólo tiene eso de barroquismo, dado que él tiende a la frase corta y austera, aunque plena. Aquí los personajes hablan sin tapujos y se muestran “llorando como cuando llueve dentro de un tren”. Enero y Ana, un misántropo cuarentón que mucho tiene de Jeff Lebowski y una adolescente desarraigada de estirpe nabokoviana, tratarán de reordenar sus vidas a pesar de la brecha generacional que los distancia. Habrá ilusión, habrá esperanza, habrá verdad. También persistirá una sonrisa cómplice horas después de que el lector haya acabado la novela.

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Autor: Álvaro García Hernández. Título: Enero y tú desnuda. Editorial: Alianza. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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