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De qué hablamos cuando hablamos de Barcelona

De qué hablamos cuando hablamos de Barcelona

Álex Chico (Plasencia, 1980) acaba de publicar Barcelona. Mapa infinito (Ediciones Traspiés, 2023), una guía literaria de la ciudad acompañada de ilustraciones a cargo del arquitecto Joan Ramon Farré (Barcelona, 1949). La tarea de hablar de un tema tan sumamente representado no es asunto fácil. ¿Y para colmo con la mirada por uno de fuera? Contar Barcelona, dice el narrador, es como buscar una aguja en un pajar. Porque su Barcelona evidentemente es distinta a la del resto.

Chico usa un narrador muy cercano, casi solapado con el autor. Por eso cuando lo leemos tenemos la sensación de estar escuchando la confesión de un amigo. Consigue un estilo natural que fluye agradablemente, casi flotando. El resultado es un paseo por Barcelona como un delicioso plano secuencia compuesto por diferentes escenarios, tanto reales como mentales. Y digo delicioso porque pienso en aquello que Roland Barthes llamaba el texto del placer. La lectura abarca una sola respiración, como si acompañáramos el discurrir de su pensamiento en el mismo instante en el que ese pensamiento está convirtiéndose en texto.

"Dice Chico que la ciudad influye en nuestra manera de ver el mundo, en nuestros pensamientos. También define Barcelona como una ciudad geométrica rodeada de laberintos y yo me pregunto si así piensa el autor"

Por momentos creo que no solo leo la Barcelona de Álex Chico sino también un manifiesto de su poética. Aquí se condensa y toma cuerpo eso que el autor viene trabajando en toda su obra: más que un narrador de historias, Chico es un narrador del narrador. Su narrador es el foco de atención, ahí es donde regresa una y otra vez. Ese narrador al que cada vez afila más, como si se autoparodiara con absoluta destreza. Lo que importa en las historias de Chico es el punto de vista, el discurrir de la reflexión. Por eso consigue la hibridez entre lo ensayístico y lo narrativo: leemos lápiz en mano mientras nos entretenemos con la peripecia. La escritura, dice el autor, es como un espejo y una ventana: ha de reflejar pero también tiene que proyectarse en distintos puntos de fuga. El propio Chico llama a esto novela de ensayo-ficción, que viene a ser una mezcla entre novela y autoficción.

Hay una idea muy linda en este libro: la ciudad nos habita a nosotros y no al revés. “Las ciudades en las que vivimos van permeando en nosotros a fuerza de un tránsito constante, a fuerza de ir recorriéndolas año tras año, acaban determinando nuestra forma de ver y comprender el mundo.” Dice Chico que la ciudad influye en nuestra manera de ver el mundo, en nuestros pensamientos. También define Barcelona como una ciudad geométrica rodeada de laberintos y yo me pregunto si así piensa el autor. Algo de esto hay en el libro, ese gran plano secuencia azaroso que recorre barrios como laberintos. Escribo “laberintos” y enseguida pienso en Walter Benjamin, un viejo conocido de Chico. Benjamin es el principal referente a la hora de escribir las ciudades en la modernidad. Tomó aquella figura del flâneur de Baudelaire y la convirtió en un tipo social del bohemio o artista que se pasea sin rumbo fijo, que callejea y reflexiona a un tiempo. Callejear y reflexionar se convierten en actividades simbióticas para el paseante de la ciudad. Del mismo modo, Benjamin convirtió el paseo azaroso en una manera de leer, en una manera de narrar.

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La primera relación de Chico con Barcelona pertenece al ámbito de la memoria privada. Dice que su familia siempre habló con admiración de la ciudad. Luego explica que hablar de la ciudad en donde se vive es ejercer de extranjero: porque cuando narras algo que has vivido necesitas tal distancia que eres extranjero de tu propia vida, de tu propia ciudad. “Una historia, cuando echa a andar, nos desplaza a los márgenes, como testigos indirectos de un comienzo.” Ser extranjero es narrar desde el costado, desde la orilla, desde el margen. Por eso el resultado es un recorrido personal y sentimental, porque es imposible narrar Barcelona toda, además, los barceloneses no piensan en Barcelona toda, sino en sus barrios. “Vivimos en la misma ciudad pero en diferentes mundos, nos decimos al modo de Arthur Conan Doyle.”

"Chico propone entonces un concepto sumamente sugerente: la ciudad como palimpsesto. La ciudad como borradura del pasado, como reescritura constante encima de lo borrado"

Luego dice que no se va a detener en los símbolos de Barcelona, que están como encerrados en esas bolas de cristal con nieve: Sagrada Familia, catedral, Las Ramblas, Gaudí. (Dentro de poco ni siquiera sabremos lo que es la nieve.) Esos puntos de la ciudad son esquivos para el barcelonés, los evitamos. Ahí la ciudad nos expulsa para acoger al turista. En cambio nos pasea por el fronterizo Casino de la Rabassada, el barrio de Vallcarca y el Parc Güell (Barcelona vista desde la altura), la cárcel La Modelo, el Camp Nou, el Poblenou y, por supuesto, Gràcia, que “Más que un barrio es un proyecto de escritura”. También se nos habla de que el plan Cerdá tenía competencia: el plan Rovira. Este último planteaba una distribución radial de la ciudad, a la manera de otras ciudades europeas. A saber cómo pensaríamos con una ciudad tan distinta.

Aunque no olvidemos que “las ciudades pertenecen a la geografía, pero también al tiempo”. Un paseo es una superposición de tiempos, se forman capas y la memoria se activa. Chico propone entonces un concepto sumamente sugerente: la ciudad como palimpsesto. La ciudad como borradura del pasado, como reescritura constante encima de lo borrado. Así trabaja también la memoria: borrando, sobreescribiendo, inventando. Hay algunos que sienten nostalgia de ese escenario pasado, por eso menciona el concepto “hipoteca Baudelaire” acuñado por Jorge Carrión. Se trata de ese sentimiento de melancolía y queja porque se ha perdido la ciudad de la infancia.

Pero en este Mapa infinito no solo paseamos por escenarios reales de la ciudad sino por sus representaciones. Sobre todo literarias. Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas, Juan Marsé. Dice Chico que Mendoza habló de la Barcelona toda, en cambio los otros dos más bien reflejaron distintas clases sociales. Se detiene también en la primera filmación de la ciudad, sumamente entrañable.

"Barcelona no nos busca, le somos completamente indiferentes y sin embargo nos vamos quedando, aunque a veces no sabemos ni por qué"

Barcelona es contradictoria. Cosas del seny (sensatez) y la rauxa (arrebato). Hay amor y odio hacia Barcelona. Se dice que la ciudad es pacífica y también guerrillera. Segura e insegura. Cosmopolita y provinciana. Tiene fama de acogedora pero arrastra un pasado de gueto judío y expulsiones. Los barceloneses son como un caracol, símbolo por excelencia del modernismo, porque tienen aquello de que “Las cosas tal como están ya les parecen bien”. Pero también está el lado oculto del barcelonés, representado por el sátiro de Joan Brossa de la calle Rosselló y por aquellas viejas costumbres de visitar con frecuencias los ya casi desaparecidos hoteles por hora (Casita Blanca).

Chico nos dice que “pasamos por la ciudad como amantes, no como objetos de deseo”. Barcelona no nos busca, le somos completamente indiferentes y sin embargo nos vamos quedando, aunque a veces no sabemos ni por qué. Al menos nos consuela saber que Cervantes trajera al Quijote a Barcelona por puro azar. Dice Chico que “el azar distorsiona la realidad, pero a cambio da sentido a la ficción”. El azar, ese requisito del flâneur, lector de ciudades.

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Autores: Álex Chico y Joan Ramon Farré Burzuri. Título: Barcelona. Mapa infinito. Editorial: Traspiés. Venta: Todos tus libros.

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