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Días de Navidad

Días de Navidad

Se llega envuelto de precauciones a esta mujer tótem que es Jeanette Winterson. Un corifeo de agoreros había pregonado por ahí una fama de autora indócil y salvaje, pero lo que uno encuentra es una escritora próxima y habladora con la que uno traba una confianza inmediata y que le alaba la pluma.

—Es bonita y escribe bien.

"La Winterson, que arrastra una infancia ultramontana y religiosa, de difícil encaje emocional, reclama una Navidad personalizada, tuneada al gusto de cada menda"

La Winterson viene con un libro, Días de Navidad, que es muy apropiado para estas fechas. Lo vende, la literatura hay que venderla, airearla en las plazas de este mercado globalizado y democrático que trata por igual a la letra impresa que a las lechugas, con un mensaje que suena muy transgresor, como de rebelde con causa, que reclama una Navidad modesta, de una alegría benedictina, que ya se sabe que es de una alegría austera, más interior que de sonrisas. La idea tiene algo de historia añeja, de moneda gastada, pero como a uno le cae bien ella, pues no se lo tiene en cuenta y se lo pasa por alto. Además tampoco importa demasiado que ahora lo antiguo resulta vintage y la soflama queda muy bien en los altavoces de la contemporaneidad.

En lo que resulta más innovadora, menos atrapada por los corchetes del pensamiento común, ese que predica unas fiestas alejadas del empuje consumista y el cambalache de las luces, que tanto orgullo reporta a algún alcalde farandulero del norte, es en otra vindación.

—La Navidad siempre la vamos a celebrar. El problema es cómo se hace de una fiesta que es global algo personal, que pertenezca a cada uno de nosotros.

"Winterson, Jeanette, como los grandes utopistas, predica un evangelio difícil de aplicar hoy, que es aquel que celebra a los Reyes Magos, más que los regalos que traen"

La Winterson, que arrastra una infancia ultramontana y religiosa, de difícil encaje emocional, reclama una Navidad personalizada, tuneada al gusto de cada menda, que es lo suyo en un mundo en el que cada hijo de vecino tiene su página de Facebook y una cuenta en Twitter. Winterson vislumbra así unas navidades de diseño: tomar la tradición como una plantilla general y a partir de ahí que cada uno se haga su propio blog navideño, lo que es muy anticipador y se ajusta mucho a la época. Winterson, que ha barajado estos cuentos junto a una colección de recetas, según ella fáciles (aunque todos los que no cocinamos somos conscientes de que no existen las recetas fáciles igual), se pone más seria, más dura, vamos, más como Jesús en el templo, cuando entra a predicar contra los cambistas de hoy.

—La Biblia es muy radical. Asegura que hay que dar a los pobres todo lo que tienes. En ningún momento dice que hay que hacer deducciones fiscales a los ricos. La Iglesia se ha unido al poder de una manera tan inseparable que no pelea contra las injusticias. No lucha por los pobres. Muchas de las historias que contiene la Biblia van contra lo que la Iglesia enseña a día de hoy. Si hablamos de la Navidad, yo prefiero leer lo que hay escrito en sus páginas y apropiármelo.

Winterson, Jeanette, como los grandes utopistas, predica un evangelio difícil de aplicar hoy, que es aquel que celebra a los Reyes Magos, más que los regalos que traen, y a Santa Claus cuando aún era San Nicolás y no un hombre/Coca-cola.

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