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Pantalla grande/pantalla chica

Pantalla grande/pantalla chica

Uno va pergeñando estas crónicas, recuerdos, reflexiones, textos, lo que sean, que no está nada claro, un poco a toro pasado, confiando más en los recuerdos de los sentidos, vamos, en lo escuchado y lo visto, las huellas que dejan las impresiones, que siempre son más auténticas y reales, que en la memoria, que es más desleal y tergiversadora, incluso más política, o sea, más falsa. Así cuando se está en Madrid se evoca lo vivido en Oviedo, el viaje anual a los Princesa de Asturias, los premios, digo, y no está mal porque el poso del tiempo permite entrar en honduras que son imposibles en medio de las precipitaciones periodísticas, uno de los males que ahogan a este oficio, que cada vez es más rehén de distintas premuras.

"Martin Scorsese pudo ser un vicario gentil, un San Pablo del Bronx, pero acabó siendo un director de violencias, físicas y espirituales"

Hay entrevistas, convocatorias, informaciones que se cubren, pero que no quedan atrás, sino que vuelven de vez en cuando, como los muertos regresaban a Aquiles, para espantarnos con su rostro por una falta, un despiste, una anécdota a la que no se ha prestado la suficiente atención. Martin Scorsese pudo ser un vicario gentil, un San Pablo del Bronx, pero acabó siendo un director de violencias, físicas y espirituales. Uno acudió a Asturias con la intención de conocer a este retratista de las mafias y lo que encontró es un hombre que hablaba de la redención y el perdón, de la iglesia que frecuentaba de niño, del cura/tutor que resguardó su conciencia, del asma que le impedía jugar en la calle y lo abocó a ver películas, envenenándolo de cine, lo que reafirma ese tópico de que detrás de un grande suele haber el socavón de una enfermedad, una salud minada que termina floreciendo por alguna genialidad imprevista. Todo hombre tiene dos alumbramientos, el biológico y el creativo. Y el Martin Scorsese/director nació de la encrucijada que forman la delincuencia y el cáliz, el barrio y el confesionario, que es el hontanar imaginativo del que ha surgido esa filmografía de gánsteres, taxi drivers, cristos dudosos y otras almas extraviadas, que buscan el bien en medio del mal, según él.

"Scorsese apuntaba a esa retracción social, eso de que la peña se estabule en casa, que ya todo lo cinematográfico, también las series, que lo son, llegan a través de plataformas"

Pero este Martin Scorsese, jovial y fotogénico, no llegó para hablar solo de su obra, que es lo cómodo, lo que el público demandaba y lo que, además, agiganta el ego, sino para alertar del devenir del cine, en mayúsculas y proyectado en salas, en la época de los Netflix y los Amazon de turno. Un futuro que deja la sensación de que la pantalla chica se ha comido a la grande, que es justo lo contrario de lo que sucede en la naturaleza. Scorsese apuntaba a esa retracción social, eso de que la peña se estabule en casa, que ya todo lo cinematográfico, también las series, que lo son, llegan a través de plataformas, y lo del papeo pues lo traen en moto los chicos de las apps y otros servicios de comida rápida o no, pero a domicilio. A sea, que ahora los jefes de este neocapitalismo nos tienen bien alimentados y entretenidos, pero consumiendo, que es de lo que se trata, con lo que nos asemejamos cada vez más a esas sociedades distópicas de las que tanto hemos leído en los libros y también visto en las películas.

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