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Edades y territorios

Edades y territorios

La radicalidad literaria que adopta esta novela (absolutamente ajena a cualquier radicalismo ideológico y mucho más subversiva) se entrevé ya en su título. Resulta seguramente irónico que una obra de tan alto voltaje inquisitivo y emocional tenga un título que sería fácil calificar como naïf. Sin embargo, lo que rechina en toda la peripecia de la protagonista/narradora es ese ideal inveterado de plenitud que parece realizable sólo mediante la fusión de tus propios horizontes con los de otra persona. O sea, el ideal que institucionaliza la institución por antonomasia, la Pareja, aquel ideal por el que muchas incautas e incautos suspiramos desde la pubertad, y así nos va.

La acción comienza cuando la protagonista está a punto de poner fin a su periplo en Nueva York y regresar a España para terminar su tesis doctoral. Una cita con un tal Jason urdida por sus amigas lo cambiará todo. La novela se estructura en seis geografías distintas llenas de contrastes, cada una de las cuales está entretejida con glosas extraídas de libros tan diversos como la Blancanieves editada por Disney, las Confesiones de San Agustín o el panfleto que el impagable A. García Calvo arrojó precisamente Contra la pareja. Este recurso es usado con maestría y dota al texto de una enorme tensión estilística.

"Las resonancias simbólicas de las ubicaciones siempre alcanzan una densidad desasosegante y bella"

Tales lugares puntean una cierta pauta traumática de desarrollo (o regresión) personal análoga a la que marcaban los años de aprendizaje de la protagonista de la anterior novela de Mar Gómez, La edad ganada (editada por Caballo de Troya). Si en esta última se ofrecía, en muy pocas páginas, las calas más significativas de una vida desde sus primeros años hasta alcanzar la treintena, aquí los parajes van reflejando de un modo más bien turbio y turbulento las decisiones (o fatales indecisiones) de una mujer que se adentra en la cuarta década de su existencia. Inútil discernir si se trata del mismo personaje en las dos novelas, porque la naturaleza fluida e inasible de la identidad individual es una de las muchas convicciones controvertidas que se ensalzan en la radicalidad de la narración. Más inútil si cabe rebuscar qué hay de autobiográfico en ambas obras, pues aunque Una pareja feliz ofrezca algunos brevísimos toques metaliterarios, ellos hay que achacárselos más bien a su propia heroína, quien acaso se dé a la auto-ficción, sin percatarse de que su vida no es sino literatura. La vida que procrea la literatura, su antirromántica verdad novelesca, constituiría, en el fondo, el único principio que regula una fabula tan ambiciosa y lograda como ésta.

El objeto de la tesis de la protagonista son las místicas españolas, y las referencias a su educación religiosa, y a las formas de religiosidad posibles en el cristianismo, desempeñan un papel no menor en muchos momentos. Entre otros, asistiremos a un accidentado descenso a los infiernos que custodia Dante (en una plástica e insólita descripción de Las Vegas, de su peligroso submundo cavernario y su delicuescente cochambre). O a un proceso judicial casi más absurdo por nimio que el de Kafka, al que le somete públicamente su marido, ese exasperante Jason, acusándola nada más y nada menos que de rezar. Aunque el momento más prodigioso lo hallaremos en la extraña mezcla entre el amor agustiniano y la supuesta lucidez terapéutica de la ayaguasca que acaece en un paraje de Costa Rica cuyo premonitorio topónimo es Cartago.

"Sea como fuere, estamos ante una gran novela sobre las búsquedas que se emprenden con pasión, a las que lastran toda suerte de obcecamientos y desvaríos"

Las resonancias simbólicas de las ubicaciones siempre alcanzan una densidad desasosegante y bella, que combina un materialismo anímico, tan vívido como descarnado, con una trascendencia espiritual no menos descarnada y vívida. Si las seis ciudades se configurasen como otros tantos demonios, en una reminiscencia del evangelio de San Marcos evocado por la narradora, el séptimo y más insidioso demonio sería a buen seguro su pareja, Jason… y la Pareja. O, dicho con Gª Calvo, esa «pareja feliz ([que] tanto o más que el Individuo satisfecho de sí mismo) es un insulto para el común de las gentes». ¿Logrará la protagonista zafarse del entramado satánico de tan ubicua institución?

Sea como fuere, estamos ante una gran novela sobre las búsquedas que se emprenden con pasión, a las que lastran toda suerte de obcecamientos y desvaríos, que no hacen empero que los experimentadores arrojados en su radicalismo a territorios hermosos o dañinos (normalmente ambas cosas a un tiempo) cejen en su empeño. La memoria del lector queda dando tumbos entre las perspectivas de ese juego de espejos cóncavos en los que ella se ha reflejado a través de su relación con Jason. Él es un personaje opaco siempre sometido a la tenebrosa luz de una voz de mujer que, iluminando su propia errancia sin ser en modo alguno complaciente, escribe el recuento conmovedor de una historia de amor desdichado.

A la espera de que las vicisitudes a las que nos conduzcan las siguientes obras de esta gran narradora y dramaturga que es Mar Gómez, difícil será olvidar los destellos sucios y magníficos de esos Long Island, Nueva York, Cartago, Las Vegas, Los Ángeles, que nos han subyugado, hasta llegar a la fascinación y amargura del verano en Japón, donde ronda el fantasma de una inconfesable culpa, y donde la sabiduría adquirida, como todo lo que merece la pena, llega demasiado tarde.

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Autor: Mar Gómez Glez. Título: Una pareja feliz. Editorial: Tres hermanas. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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