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Editorial Juventud cumple 100 años

Editorial Juventud cumple 100 años

No hace falta remontarse a Juan de la Cuesta, el impresor de la edición príncipe de Don Quijote de La Mancha en el Madrid de 1605, o a cualquier otra cita de altura, para concluir que los primeros impresores también fueron los primeros editores. Desde los albores de la Galaxia Gutenberg, ambas industrias han estado tan estrechamente ligadas entre sí que no es extraño que las editoriales tengan su origen en una imprenta. Todo lo contrario, es algo tan frecuente que hasta se antoja una evolución natural del negocio de la impresión. A este respecto, cabría recordar la Editorial Médica Panamericana, que fundada como una imprenta especializada en textos médicos en el Madrid de 1958, fue llevada en su expansión a la edición de textos facultativos y revistas científicas, siendo en la actualidad una de las casas punteras, en su campo, en todos los países de habla hispana.

Otro cinco de octubre, el de 1923, hace justo cien años, una imprenta barcelonesa, la Juli Gibert i Cía dio el paso que la convirtió en editorial. Había sido fundada en 1909 por Juli Gibert con un capital que ascendía a 5.000 pesetas y ya apuntaba maneras como casa editorial bajo el nombre de Sociedad General de Publicaciones. Entre sus directivos figuraba José Zendrera Fecha, un profesor mercantil que, cuando vio que España carecía de los textos que él mismo necesitaba en sus estudios de profesor mercantil, decidió traducirlos, fundando una editorial al efecto.

"Y entre los títulos que Juventud habría de poner a la venta se encontrarían las aventuras de los Cinco, las de los Siete Secretos y las de Tintín"

En la Sociedad General de Publicaciones, Zendrera había canalizado sus esfuerzos en la creación de un suplemento de El hogar y la moda, semanario femenino que tiraba 100.000 ejemplares. Lecturas, el suplemento en cuestión, fue concebido en la estela de Lectures pour tous, que, con el sello de Hachette et Cie se venía leyendo en Francia desde 1898 y fue el origen del semanario español Lecturas, que aún sigue siendo una de las revistas preferidas por los interesados en la crónica social.

Zendrera también fue uno de los fundadores de Juventud, la editorial que hoy cumple un siglo. Una centuria en la que ha tenido tiempo de ser la favorita de los niños y adolescentes de los años 40, 50 y 60, que se daban con avidez a esas lecturas que sus mayores calificaban como “edificantes” o “constructivas”. El nombre de la iniciativa no pudo ser más acertado. Y entre los títulos que Juventud habría de poner a la venta, en aquella España tan pretérita que los niños eran felices coleccionando cromos y leyendo tebeos, se encontrarían las aventuras de los Cinco, las de los Siete Secretos y las de Tintín, el mejor periodista del mundo y, a todas luces, el gran éxito de la casa. Pero vayamos por partes, no adelantemos acontecimientos.

El primer libro de Juventud, Al séptimo día, escrito por Florence L. Barclay, llegó a las librerías en 1924. Estaba incluido en la colección que habría de dar nombre al género: «La novela rosa». Dirigida al público femenino —las mujeres siempre han leído más que los hombres—, sus entregas aparecían con una periodicidad quincenal, en tiradas de 10.000 ejemplares. La cosa funcionó, y ya más acorde con las inquietudes de quienes acabarían siendo sus lectores objetivos —los jóvenes—, en 1934 se puso en marcha «La novela azul», dirigida al lector masculino. Entre los títulos de esta última, se publicaron varias de las primeras traducciones españolas de Zane Grey.

"Con el tiempo también leeríamos en Juventud las aventuras de los Cinco y los Siete Secretos, las dos grandes series de la igualmente británica Enid Blyton"

Zendrera, que desde 1925 se desempeñaba como gerente, parecía dotado con un don especial para convertir todos sus proyectos en éxitos. En las distintas colecciones que puso en marcha se incluyeron algunas de las ya celebradas biografías de Stefan Zweig. Pero el pilar sobre el que pivotará la casa desde el principio será el público infantil y juvenil. Con vistas a los más pequeños, Juventud dará a la estampa a James M. Barrie —Peter Pan y Wendy—, Lewis Carroll —Alicia en el País de las Maravillas— o Erich Kästner —Emilio y los detectives—. Editorial especialmente atenta al panorama internacional, en 1943 el poeta barcelonés Marià Manent traduce al español para Juventud a la Pamela Lyndon Travers de Mary Poppins. Fue el primer contacto de los niños españoles con la prodigiosa niñera inglesa que llega con el viento del este. Con el tiempo también leeríamos en Juventud las aventuras de los Cinco y los Siete Secretos, las dos grandes series de la igualmente británica Enid Blyton.

Mención aparte merece la llegada a Juventud de las aventuras de Tintín, para jóvenes de 7 a 77 años. Conchita Zendrera, hija del Fundador, traductora de Enid Blyton y, desde 1939, muy entregada a la empresa familiar, había descubierto los álbumes del infatigable reportero de Le Petite Vingtième en 1956, durante una visita a Casterman, la editorial belga de Tintín, quedándose totalmente fascinada con el personaje. Posteriormente había tenido oportunidad de bailar con el gran Hergé en la feria del libro infantil de Bolonia, y el maestro le prometió los derechos de publicación en España de las aventuras del «mejor periodista del mundo». Pero no iba a ser todo tan fácil como parecía en un primer momento.

Aquella España, hablamos de 1958, aunque aún era la queridísima España del tebeo, apenas consideraba a estas publicaciones juveniles. Costaban una peseta —valían infinitamente más, por supuesto— y se compraban al niño para que estuviera calladito durante la visita a casa de las tías. Frente a eso, las aventuras de Tintín eran álbumes llenos de cientos de viñetas a todo color, que se vendían en librerías y a 75 pesetas, un precio bastante elevado para aquellos años. Nada que ver con los rudimentarios —aunque igualmente queridos— cuadernillos en blanco y negro, generalmente apaisados, que eran los tebeos. Incluso se vendían en diferentes sitios: los quioscos. De hecho, en 1952 Casterman ya había publicado un par de álbumes de Tintín en España —el díptico del Unicornio— y, prácticamente, habían pasado desapercibidos.

"También fue ella quien llamó Hernández y Fernández a los Dupond y Dupont, quienes, en contra de lo que suele pensarse, no son gemelos: se atusan el bigote de forma diferente"

Ante este panorama, Conchita Zendrera, tuvo que aplicarse a fondo para convencer a su padre de la viabilidad de Tintín en el panorama editorial español. Cuando lo consiguió, ella misma fue la primera traductora de las aventuras del reportero, de modo que le debemos el florilegio de insultos del capitán Haddock. También fue ella quien llamó Hernández y Fernández a los Dupond y Dupont, quienes, en contra de lo que suele pensarse, no son gemelos: se atusan el bigote de forma diferente.

Luego de una importante campaña publicitaria para dar a conocer al personaje, El cetro de Ottokar, la primera aventura de Tintín publicada por Juventud, llegó a las librerías en 1958. Desde entonces, el infatigable reportero de Le Petite Vingtième ha sido el gran éxito editorial de la casa.

Con el correr del siglo, han sido muchos los personajes que se han ido sumando a la nómina de Juventud: Pippi Calzaslargas, de Astrid Lindgren, es otra de las más destacadas. Autores como Gianni Rodari y las españolas Carmen Kurtz o Montserrat del Amo, sin olvidar a ilustradores como Matsumasa Anno. Sí señor, colaboradores brillantes no le han faltado a Juventud en su siglo de existencia. Pero Hergé y Tintín son como un emblema de la casa.

Conchita Zendrera murió en 2020, también con cien años, editora y traductora entrañable donde las haya, y hoy, como la editorial de su familia, será evocada con gratitud por todos los tintinófilos españoles.

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