En la tercera novela de la Trilogía Menorca, Rosa Blasco empuja a la forense Simonetta Brey a encontrar la respuesta a esta pregunta: ¿qué relación puede haber entre un sacerdote originario de Sevilla y el joven colaborador de un centro budista en la isla? El misterio está servido.
En este making of Rosa Blasco rememora la gestación de su novela Fatalidad (Maeva).
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Tenemos buenas muestras de reporteros de guerra que con el paso del tiempo se convierten en grandes escritores. Sus vivencias como testigos y como actores improvisados de los distintos conflictos que cubren les permiten tener un amplio conocimiento de la complejidad de los seres humanos, de sus miserias y también de sus momentos de grandeza.
Fui médico de urgencias hospitalarias durante trece años de mi vida profesional. Por aquel entonces lo vivía con una completa normalidad, pero, casi veinte años después, reconozco que es una de las dedicaciones más duras, de mayor responsabilidad y de mayor entrega que puede haber. Como compensación, además de los momentos de respiro cuando la vida de un paciente pende de un hilo y logras salvarla, atesoro un arsenal de situaciones de todo tipo: tremendas, impactantes, inesperadas, hilarantes, sombrías, vivificantes… Un auténtico cóctel de realidad difícil de poseer en otras circunstancias (si obviamos a los reporteros de guerra). Por supuesto, este cóctel supone una gran fuente de inspiración para mis novelas.
Fatalidad parte de una visita a un espacio natural creado a partir de unas antiguas canteras abandonadas en Ciudadela de Menorca. Una de mis editoras me animó a visitarlo dando por sentado que me serviría como referencia para una próxima entrega de la serie de Maeva Noir protagonizada por la doctora Simonetta Brey, y así fue. Nada más bajar al foso de la cantera más profunda, rodeada de piedra y de un silencio sobrecogedor, sentí un chispazo interior y supe que de aquel lugar iba a germinar mi próxima novela. Y no solo eso, sino que me vino de inmediato a la mente la terrible historia de un muchacho que, años atrás, una fría noche de otoño, acudió a Urgencias y, con lágrimas en los ojos, me relató con valentía lo que acababa de vivir: un fatídico episodio que marcaría el resto de sus días.
Ya tenía el punto de partida (la aparición de dos cadáveres en las canteras) y también el nudo gordiano: la resolución de la trama basada en el caso real. Me faltaban muchos más ingredientes para completar el puzle: la creación de personajes nuevos, el mundo interior de los protagonistas, el pasado de todos los implicados, sus relaciones sociales, las más íntimas… Y la aparición de otras tramas que se entrecruzarían con la principal a lo largo de las páginas, que enriquecerían el texto y suscitarían el interés de los lectores ávidos por averiguar enigmas y resolver incógnitas.
Los novelistas somos especímenes observadores, y a mí me había llamado la atención un cartel que indicaba la presencia de un Centro Budista Tibetano en Ciudadela. Lo recordé cuando la trama comenzaba a tomar forma en mi cabeza y presentí que podía incorporarlo a la historia. Ni corta ni perezosa, allí me presenté. Una monja budista, afable y acogedora, me recibió y, después de explicarle mi interés para una futura novela, me mostró la finca y tuve la oportunidad de adquirir varios libros sobre los fundamentos de su religión. Salí de allí con una sensación de paz que no esperaba y con la convicción de dar a conocer los fundamentos de esta creencia, más próximos al cristianismo de lo que pueda parecer a ojos de un profano.
Por otra parte, me despertaba curiosidad el interés mostrado por los jóvenes por Japón, por todo lo japonés, incluidos el manga y el anime, dos manifestaciones culturales muy en boga en nuestro país. Indagué sobre el tema y me llevé la sorpresa de que varias generaciones se han “alimentado” de estímulos japoneses desde su niñez, a través de multitud de productos audiovisuales creados en el país nipón —anime— y de infinidad de libros en formato cómic basados en una serie de dibujos con una estética similar —manga—. ¿Qué mejor manera de dar verosimilitud a mi historia que incorporar elementos reales y significativos de la sociedad actual? Ya tenía un ingrediente más para el cóctel de mi novela.
Con este combinado diverso (al que sumé mi experiencia como médico que atiende a un Centro de discapacitados psíquicos, mi fascinación por Menorca, mi atracción por las Ciencias Forenses, mi admiración por la ciudad de Sevilla…) escribí Fatalidad, añadiendo además una buena cantidad de imaginación y un pequeño toque de agudeza. Una novela para que el lector se haga preguntas —¿será el destino?, ¿será el azar?, ¿y dónde queda el libre albedrío?— y para que piense en la implicación vital de las posibles respuestas.
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Autor: Rosa Blasco. Título: Fatalidad: Muertes inesperadas en una antigua cantera de Menorca. Editorial: Maeva. Venta: Todostuslibros.


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