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El día que Ludka llamó a mi puerta…

El día que Ludka llamó a mi puerta…

Al término de la II Guerra Mundial Barcelona acogió a un centenar de niños polacos que habían quedado huérfanos por culpa de la invasión nazi y que, posteriormente, habían sido sometidos a un intenso proceso de germanización. En Los tres nombres de Ludka, Gisela Pou construye la posible historia de una de esas chiquillas y de la familia que la acogió .

En este making of, la autora cuenta el proceso de documentación realizado para escribir Los tres nombres de Ludka (Planeta).

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El deseo de dar un salto en el tiempo y sumergirme en los años cuarenta me perseguía. Las vivencias narradas por mis padres, la vida en blanco y negro llena de prohibiciones, renuncias y sumisiones, era un terreno abonado para grandes historias. Andaba yo metida en mis soliloquios, apuntaba en mi cuaderno ideas y temas que no terminaban de cuajar, cuando se cruzó en mi camino un reportaje de J.L. Barbería titulado Huérfanos de la barbarie nazi. Me zambullí en la historia de esos niños que los nazis habían robado a sus familias durante la Segunda Guerra Mundial, niños que llegaron a Barcelona en la primavera de 1946 para una estancia de unos meses mientras esperaban a ser reclamados por sus familiares. Algunos estuvieron poco tiempo, otros se quedaron diez años.

Ludka llamó a mi puerta, tímida y silenciosa, tenía tan solo nueve años y había vivido unos cuantos infiernos. Desconfiada, triste, herida por la guerra y por la vida, me miraba con ojos interrogantes. Ludka, un personaje de ficción, inspirado en personas y situaciones reales, nos adentra en una vida llena de pérdidas y dolor. Ludka recuerda su infancia con pesar: “Éramos pequeños árboles con las raíces al aire que el viento empujaba a su antojo… No sabíamos de dónde veníamos, ni a dónde íbamos… Éramos maletas sin origen ni destino”. El tema central de la novela es el desarraigo, y será la amistad, el amor y la valentía de enfrentarse a sí misma, aquello que ayudará a Ludka a recomponer su vida.

"El día que comprendí que antes de enfrentarme a la escritura era imprescindible saber el final de la historia, todo cambió"

Comprendí que para contar la historia necesitaba de otras voces. La de Ludka, sí, pero también la de Emma, su amiga barcelonesa con quien entabla una amistad que perdura en el tiempo, y la de Isabel, la madre de Emma que trabaja en la Torre de Vallcarca —actualmente, la Torre Marsans— ocupándose de la ropa de los niños y ayudando en la cocina de la residencia y escuela polaca. Ludka, Emma e Isabel trenzan una historia donde la memoria les ayuda a enfrentarse al presente y proyectar el futuro.

En mi trabajo de documentación me encontré con Wanda Morbitzer Tozer, canciller del Consulado Polaco de Barcelona, que estuvo al cuidado de esos niños. Aunque sería imposible que Wanda no apareciera en la novela, mi respeto por convertir a personas reales en personajes de ficción hizo que ella apareciera lo imprescindible. Mi fascinación por la biografía de Wanda me dio alas para crear el personaje de Isabel. Isabel, madre soltera, arropada por unos padres a quienes la guerra civil española les sesgó el futuro, emprende una doble vida. Isabel esconde un secreto que la lleva a convertirse en espía y se niega un anhelo que la confunde.

"Mi visita al archivo del Ayuntamiento de Barcelona en busca de la documentación sobre ese homenaje me abrió la puerta a descubrir cuál sería el final de Los tres nombres de Ludka"

El empeño por vivir otras vidas y pasearme por otras realidades me condujo de la lectura a la escritura. En un inicio, me dejaba llevar por la pasión de narrar sin detenerme a pensar en la dirección de la historia, y eso provocó que en las entrañas de mi ordenador dormiten un montón de novelas inconclusas. El día que comprendí que antes de enfrentarme a la escritura era imprescindible saber el final de la historia, todo cambió. Narrar es adentrarse en un bosque lleno de senderos, caminos y atajos, un bosque del cual conozco los cruces —los puntos de inflexión de la historia— que me conducen hasta la salida —el final de la novela—; pero para transitar de un cruce al siguiente, son los personajes quienes me hablan y me ayudan a contar su historia.

El reportaje de J. L. Barbería publicado en 2008 dio pie a que el consulado de Polonia en Barcelona y el Ayuntamiento de Barcelona se decidieran a homenajear a Wanda Morbitzer y a su esposo Harry Tozer. En diciembre del mimo año, algunos de los niños, ya ancianos, que vivieron en Barcelona, volvieron a la ciudad que los acogió. Mi visita al archivo del Ayuntamiento de Barcelona en busca de la documentación sobre ese homenaje me abrió la puerta a descubrir cuál sería el final de Los tres nombres de Ludka, y, a partir de ese momento, escribir se convirtió en placer y obsesión al mismo tiempo.

Durante casi dos años he vivido acompañada de los personajes que viven en Los tres nombres de Ludka. En algún momento me pregunté si interesaría una historia tan lejana en el tiempo, pero pronto comprendí que las guerras no son historias del pasado, siguen vivas, arrebatan vidas y roban infancias.

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Autora: Gisela Pou. Traductora: Anna Carreras Auets. Título: Los tres nombres de Ludka. Editorial: Planeta. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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