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El día que queramos matar

El día que queramos matar

Tras La sastrería de Scaramuzzelli, Guillermo Borao regresa a las librerías con un thriller psicológico que explora los límites de la identidad y denuncia la relación entre la crueldad del entorno, la fragilidad humana y la potencialidad del ser humano para enloquecer hasta convertirse en un auténtico monstruo.

En este making of Guillermo Borao explica cómo escribió Esconderé mi rostro (Roca).

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Si un día, desbordados por la frustración, pensamos en matar a alguien, recomiendo contenerse por todos los medios para evitar futuros papeleos y mudanzas, siempre incómodos, y buscar una alternativa que nos libere, por ejemplo planear el asesinato y escribir un libro con los detalles. Aunque pueda llevar veinte meses de reflexión, como ha sido mi caso, te concede la oportunidad de imaginar el crimen y no cometerlo o… cometerlo y ponerlo en duda, lo que supone una ventaja sustancial. Supongo que yo me quedé en el deseo de recrearlo en mi cabeza, y por eso Esconderé mi rostro solo es un producto de ficción con este desconcertante punto de partida: Rytas Delmen, un joven lituano recluido en la isla de La Loma, se declara culpable e inocente al mismo tiempo por haber matado y no matado a sus cuatro compañeros de piso.

Cuando se me apareció este comienzo, rescaté de mis archivos una historia que había nacido como una venganza mucho tiempo atrás. El protagonista sufría el desprecio constante de unos vecinos y quería que experimentaran su dolor. Para aquel Rytas solo existía algo peor que la muerte: la soledad, y lograba que se enfrentasen entre ellos por su codicia y su egoísmo. Corría el año 2015, era mi primer libro y lo guardé en un cajón, junto a una tarjeta gráfica que parecía un radiador en miniatura y otros aparatos inservibles. Hay un dato curioso en este proceso: he escrito dos novelas y ambas las empecé por el segundo capítulo. El orden en que estas vieron la luz también se invirtió; Esconderé mi rostro (2025), aunque con otro título y otra forma, esperó con paciencia a que La sastrería de Scaramuzzelli (2022) llegara a las librerías.

"¿Cómo reacciona un cerebro que no puede soportar la realidad? ¿Cómo se expresa cuando no es capaz de admitir lo que ha sucedido? Estas dudas son el motor del juicio literario al que se somete el lector"

Tan importante como escribir una buena obra es saber si está preparada para editarse. Celebro que en aquella época no cayera en las prisas de la publicación, porque del texto original apenas he rescatado unas frases y el grueso de la idea, cuya esencia nunca había dejado de latir. La trama me parecía sólida, el recorrido de las escenas funcionaba y los personajes pedían mantenerse, pero a la novela le faltaba reposo, un propósito maduro, tal vez una propuesta atractiva por delante y unas consecuencias catastróficas por detrás. Del viejo Rytas se sabía que causaba rechazo en quienes lo miraban, y, sin embargo, no teníamos ninguna referencia de su origen o de sus motivaciones, nada del abandono de su madre tras el parto, del hombre inseguro que lo recogió de la calle o de la huida de su pueblo natal, Timisos, para encontrar el hogar que merecía en Madrid. Si algo he aprendido como escritor es que no me interesa tanto la magnitud de los hechos como la dificultad humana para afrontarlos. En la archiconocida carta de Kafka a Pollak, su colega historiador, le decía eso de que «debemos leer libros que nos muerdan y nos arañen». Creo que a Rytas Delmen solo había que dejarlo crecer para que le salieran los dientes y las uñas.

Su historia no es fácil de digerir, y lo que él hace y no hace en este crimen responde a una situación muy grave en la actualidad. La tristeza perpetua, la sensación de que vivimos una vida que no nos corresponde, provoca una ruptura con nosotros mismos, una lucha desesperada por defendernos de aquello que nos hiere. ¿Cómo reacciona un cerebro que no puede soportar la realidad? ¿Cómo se expresa cuando no es capaz de admitir lo que ha sucedido? Estas dudas son el motor del juicio literario al que se somete el lector. Desde el principio, el narrador lo interpela, lo convierte en unos investigadores que viajan a la isla para corroborar el veredicto anunciado por el propio Rytas Delmen. Durante una jornada recorriendo La Loma, la voz de quien dice ser un amigo íntimo del acusado mezcla la primera persona, la segunda y la tercera, a veces con la omnipotencia de alguien que lo conoce todo, pero no podría, y otras con las limitaciones del que repite con tremenda exactitud lo que le han confesado. Pero ¿con qué objetivo repasan el asesinato? ¿Es necesario llegar a una conclusión o, simplemente, basta con lamentar que alguien se ha roto, que se ha partido por la mitad?

"Me gustaría pediros un favor. A quienes participéis en el juicio de Rytas Delmen, perdonadlo. Pensad en cuánto hay de vosotros en él"

Esconderé mi rostro, de nuevo, está construida con ladrillos de autoficción, lugares reinventados con casas y caminos de la infancia, pecados capitales, deseos prohibidos y el destino que ansiamos y no podemos alcanzar. La simbología, los juegos metaliterarios y la estructura formal desempeñan un papel determinante en el sentido de la obra, que ahora pertenece, casi por accidente, a una trilogía: en La sastrería de Scaramuzzelli se pretendía cambiar el futuro, en esta novela el presente y en la próxima, según parece, el pasado.

Me gustaría pediros un favor. A quienes participéis en el juicio de Rytas Delmen, perdonadlo. Pensad en cuánto hay de vosotros en él, imaginad por un segundo que matáis y no matáis a alguien, buscad la solución en la fractura, en la división, en la simetría que parte nuestro cuerpo. Elegid un lado y olvidad el otro. Decidid, aunque cueste, si le aceptáis o le negáis la doble sentencia.

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Autor: Guillermo Borao. Título: Esconderé mi rostro. Editorial: Roca. Venta: Todos tus libros.

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