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El equilibrio en el vacío

El equilibrio en el vacío

Tierra, Agua, Fuego, Viento y Vacío son los cinco elementos del Budismo que inspiraron El libro de los cinco anillos del famoso guerrero del Japón feudal Miyamoto Musashi, un libro en torno a las artes marciales y la estrategia militar, cuyas tácticas eran extrapolables a cualquier circunstancia del espíritu y la vida. Estos cinco elementos de la filosofía japonesa, aunados bajo el término Godai, son con los que la poeta argentina Aixa Rava se adentra en las múltiples manifestaciones del miedo en su último poemario, Godai. El libro de lo manifiesto (Liliputienses, 2023). El miedo y la derrota son impulso para la búsqueda de un sentido en esta escritura, que enfrenta los obstáculos de la vida con la mente y el espíritu, según la batalla requiere, en cada uno de estos anillos ascendentes desde el proceso de iniciación hasta alcanzar el necesario equilibrio en el vacío, en tanto reino de lo no conocido, firmamento de lo purificado.

La tierra y las piedras son resistentes al movimiento y al cambio, persisten en su esencia física y en una estabilidad carente de armonía y bienestar. Esta idea se va gestando mientras se va construyendo un jardín en “Manuscrito de la Tierra o Libro de la errancia”, pues esas raíces que se suponen nos arraigan al presente y nos ofrecen certezas y permanencia en la tormenta, también nos enraízan a falsas seguridades, impidiéndonos crecer, obligándonos a permanecer en un lugar equivocado:

restos de pájaros que alguna vez  hicieron
su nido en un lugar equivocado. 

¿Cómo se construye un hogar en el lugar equivocado?

Me empecino en permanecer en el lugar equivocado
(…)
le doy espacio en la casa estática de mi cuerpo
como esperando
que madure dentro.

Aixa Rava nos confronta con ese estatismo para ofrecernos la errancia como oportunidad, ya que quién hubiese dicho que / mientras el jardín crecía, el amor menguaba. Un jardín metáfora de un cuerpo, de una casa, de un espacio que ofrece un refugio inhóspito para la vida que necesita fluir. Hay que hacer en la tierra un lugar para el movimiento, ésta es la propuesta de “Manuscrito del Agua o Libro de lo que fluye”. La posición fija, la tierra, es la muerte y la fluidez, el agua, es la vida, aunque nos golpee; debemos aprender las posiciones del golpe para conocernos. La mirada y la percepción se convierten en los aliados de esa búsqueda de sentido e identidad a través de las palabras:

Golpear sin pensamiento ni forma
llevada por el impulso de lo que no
me atrevo a nombrar.
(…)
Mi forma repite otra forma.
Me desconozco.

La adaptación al entorno implica la adaptación de la forma, sin que ello contenga el discernimiento:

El golpe único
ese que abre al silencio.

Cada uno de los manuscritos, aludiendo a cada uno de los anillos, se manifiesta en un estilo poético propio que refleja la idea que entreteje los poemas entre sí, revelando de esta manera la independencia de los círculos. Por ello, en el “Manuscrito del Fuego o Libro de un amor en diecisiete senryū”, se sirve de la forma métrica senryū, hermanada con el haiku, pero más libre en cuanto a que no es la naturaleza su objeto, sino la existencia humana y sus emociones. Estos diecisiete poemas son “cosas” que suceden en un instante, un instante repleto de sensualidad y erotismo que narra una historia de amor y desamor:

V

Ni los zorzales
remiendan madrugadas
como tus besos.

Para concluir en:

XVII

Ya no preguntan
cómo estoy después de vos.
Miran mis marcas.

El encuentro erótico simboliza ese fuego impulso y pasión, energía que mueve el mundo, como el viento. El viento representa la expansión, el crecimiento, la libertad de movimiento, la creación de un ritmo que rige cuanto existe y vibra en danza con el cuerpo, ya que este viento es sinónimo de una mente y actitud abierta al cambio. Los cinco poemas de “Manuscrito del Viento o Libro del ritmo” se abren desde esta mirada a la religión yoruba, se nombra a Oshún, diosa de la fertilidad y del amor: quien conquista el deseo se adueña del tiempo, para desde ese deseo individual alcanzar uno universal. De este modo, ascendemos al último círculo en “Manuscrito del Vacío o Libro de la prueba”. No se debe entender este Vacío (o cielo) desde el pensamiento occidental, sino desde la filosofía budista. El Vacío es donde reside aquello que escapa a nuestra experiencia y conecta con la energía creativa, el espíritu y el pensamiento, de manera intuitiva al margen de nuestros sentidos:

Un presagio de todas mis relaciones de pareja:
una mano que me toma de repente  y de la que también
de repente, me suelto.

Existe una forma de estar en ese Vacío, que no puede ser conocido, una forma que sólo es posible tras haber superado los cinco círculos:

Aprende a habitar ese miedo con ferocidad
tanta
que el miedo la devora.

Una nueva forma de percibir en la que los recuerdos de la infancia asaltan el presente y de ver con nuevos ojos ese vacío-forma de lo desconocido:

Cuando ya no existen los bordes de las cosas
y todo es forma informe que se mueve o se queda quieta
cuando no hay manera de mirarse el fondo del ojo en el espejo

Sólo ahora es posible el mensaje, sólo ahora podemos dar nuestras palabras al mundo, una vez superada la prueba: resolver el equilibrio en el vacío.

Los versos de Aixa Rava transitan desde la espiritualidad de la filosofía budista, que impregnó la obra Miyamoto Musashi, hacia la materia que da forma a nuestra existencia cotidiana, la materia que conforma nuestra esencia humana, esa que, aunque desconocida, orienta nuestra errancia en esta realidad en la que sólo la fluidez indica el camino de la vida. La posición fija es el camino de la muerte.

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Autora: Aixa Rava. Título: Godai. El libro de lo manifiesto. Editorial: Liliputienses. Venta: Todostuslibros.

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