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La armonía de los contrarios

La armonía de los contrarios

Lo mismo es vida y muerte, afirma Heráclito en el fr. 202 K.-R. Coexistencia imprescindible y sucesiva, opuesta pero enlazada, en tanto estadios diferentes de un mismo proceso invariable, contrarios que, en su oposición, generan una armonía invisible, oculta, que revela la verdadera esencia de la naturaleza. Esa necesaria tensión entre opuestos surca los versos de Teresa Garbí en Cada vez más tierra (Renacimiento, 2024) para devenir en la armonía cósmica que configura la unidad, aunque para ella: Vida y muerte no son lo mismo, pero es fácil la transición, pues este libro asoma, precisamente, entre las grietas de ese tránsito, tan frágil como rotundo.

La muerte desafía a la vida desde el mismo prólogo-poema, evocando esa partida de ajedrez de la película El séptimo sello de Ingmar Bergman. En la primavera de 2020 la muerte aparece para reclamar su botín, su presencia va extendiéndose por las calles y las casas, se filtra como la luz… Ese escenario cobija la escritura de este libro. Sobre un mundo detenido y silencioso en el que la Muerte danza libremente, la poeta alcanza a escuchar el canto de los pájaros:

Escucho el silencio de la ciudad
desierta.

El canto de los pájaros dibuja
bosques.

Frente al silencio y lo desierto, el canto de los pájaros, frente a la realidad de la ciudad, el bosque como locus amoenus, un bosque en el cual la imaginación pone en fuga los desgarradores sucesos diarios, así la soledad y el vacío:

Estás al otro lado, en el bosque,
mientras oyes el aullido de las sirenas
que lo desmiente.

En este “Bosque”, segunda parte, se asume la convivencia con la muerte en cada uno de nosotros, se reconoce su existencia y será cuando ella quiera, pero entretanto… la vida sigue, aunque los dioses nos hayan abandonado a nuestra suerte y sólo en la naturaleza se sostenga lo sagrado. Este aparente pesimismo conduce a la poeta a una reconciliación consigo misma en la aceptación de la condición humana, sólo de esta manera es posible seguir siendo: Abres la estela blanca de la nieve y respiras en ella. Sin embargo, la suspensión de lo cotidiano nos aboca a una “Parada forzosa” en la casa, cuyas habitaciones se convierten en refugio y en cárcel, por antinomia a ese bosque poblado de animales. El tiempo detenido, los confinados convertidos, como los muertos, en números que pierden su identidad, también los pobres, los sinhogar:

En la pradera de Asfodelos se escucha un salmo sagra-
do: la pobreza, el canto de los negros.

Vivirán por los siglos de los siglos, fundidos a la tierra, en
el barro, para ser barro con toda la humanidad.

La conciencia social de Teresa Garbí recuerda en esta parte a aquellos olvidados que también sufrieron la pandemia en condiciones precarias y cuya voz apenas roza la memoria. La tensión entre la claustrofóbica casa y la libertad salvaje de la naturaleza sigue acompañando la rítmica Danza de la Muerte:

Todo está en orden:
Somos prisioneros
pero canta un ruiseñor
en el jardín
y corre un cervatillo
por la ciudad desierta.

El canto de un ruiseñor, las flores, son esos “Brotes” de una primavera robada por la muerte que apuntan a la esperanza:

Tres flores han brotado en una grieta
de mi casa.

Las riego: son mi jardín.

Tres flores perseveran para salvar
al mundo.

Y nos descubre así que El bosque está conmigo: Esa es la gran verdad, sólo en ese encuentro es posible la voluntad de poder que exige la escritura, la vida en esos días:

Hablan las palabras
de la tierra
que las mueve.

La partida con la muerte continua, pero quizá esta vez puede ser vencida:

Hemos jugado la partida,
blanca y negra.

Detrás, una playa, un bosque.

No estamos solos:
aroma de tierra en nuestra piel.

A pesar de ello, las dudas y la confusión enraizadas durante meses persisten y no puede sino invocar a ese conocimiento difuso e informe que la absuelva: También tú, como él, vas a entenderlo todo, / y entonces sonreirás o:

En el lastre de la vida:
«No sé nada», has dicho.

Imposible discernir,
sin fuerzas, sin voz.

Y ¿dónde se halla el saber que persigue y debe conocerse? En la naturaleza, para ello es preciso abrir, abrir ventanas, abrir puertas, abrir habitaciones y dejar entrar a la luz, al canto: quizá si se abriera la puerta y lo entendería todo. No obstante, ese conocimiento no se sustenta en la razón, sino en la experiencia y lo sensorial, no de otra manera cabe entender “Aromas”. Exhala olor a tierra fértil en la que todo es posible, incluso el final. El presente y el pretérito imperfecto nos traen desde el ayer hasta el hoy:

Éramos tierra
y nos convertimos en cenizas
y en ramas secas.

Y en otro poema:

Cada vez más tierra, con todo el peso de la vida.

En la tierra estáis, esperando mi muerte,
para ser tierra conmigo.

Ha sembrado un bosque en su cuerpo durante este tiempo y es hora de que crezca, encontrando ahora sí, su voz, el poema.

Si tienes que morir,
no importa:
vivirá la tierra.

Se cierra con estos versos Cada vez más tierra de Teresa Garbí, donde muerte y vida se retan entre los versos, en una tensión constante imprescindible para manifestar la necesaria armonía que gobierna el cosmos. Y no es desde la muerte y la angustia desde donde hay que leer este libro, sino desde la celebración de la vida que brota y renace en un ciclo indetenible para enfrentarla.

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Autora: Teresa Garbí. Título: Cada vez más tierra. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.

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