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‘El Escuadrón Suicida’ satiriza a Fidel Castro y al superhéroe

‘El Escuadrón Suicida’ satiriza a Fidel Castro y al superhéroe

El Escuadrón Suicida es una película tranquila pero que nace de la pura desesperación. Por un lado, nada en ella aparenta querer ser otra cosa de lo que es, un cómic de hazañas bélicas inserto en el mundo del superhéroe en su variante más “pulpy”, tanto en su acepción rústica como viscosa (su director James Gunn proviene del cine de terror gore) que ofrece espectáculo a raudales para el gran público.

Pero todo en su comercialización implica cierto aire de “soft reboot”, como dirían en los despachos de Warner, en tanto se intenta hacer olvidar la primera entrega, un éxito de taquilla pero no especialmente querida entre el aficionado (y ciertamente marcada por sucesivos remontajes del estudio) atrapada en varias campañas de descrédito debido a movimientos corporativos y mediáticos que sería innecesario (e imposible) resumir aquí. Solo un elemento para estimular su curiosidad: el movimiento “Release the Ayer Cut” es una etiqueta habitual en el Twitter de estos días, y hasta el probable que alguna vez veamos esa otra película en base a lo ocurrido con la versión del director de La Liga de la Justicia.

"Decíamos antes que estábamos sin embargo ante una película cómoda, tranquila en su espíritu irreverente. La película de Gunn no echa leña al fuego y se contenta con ser, precisamente, un monumento a los fans sin mayores aires"

Esta nueva película del Escuadrón Suicida mezcla personajes nuevos con viejos y se esfuerza en asegurarnos que todo en ella tiene el espíritu gamberro de su autor, James Gunn, guionista metido a director que triunfó en el estudio rival, Walt Disney, con las dos entregas de Guardianes de la Galaxia. Dos películas de temática similar a la que nos ocupa pero de un espíritu más blanco, autorizado para todos los públicos, que recibieron alabanzas por la capacidad de su autor para canalizar el continente de una oda al fracasado en el contenido de una película coral de gran estudio. La razón de que Gunn se haya pasado a la distinguida competencia fue su despido fulminante de Disney tras “descubrirse” unos tuits sarcásticos en plena ola de radicalización mediática tras la elección de Donald Trump. El director, no obstante, ya ha sido “recontratado” y dirigirá la tercera entrega de los Guardianes a continuación de ésta. El dinero es lo primero, y a veces hasta lleva la razón frente a la sinrazón de ese sospechoso nuevo capitalismo inclusivo.

Decíamos antes que estábamos sin embargo ante una película cómoda, tranquila en su espíritu irreverente. La película de Gunn no echa leña al fuego y se contenta con ser, precisamente, un monumento a los fans sin mayores aires. De la sentida oda al samurái urbano que pretendió David Ayer (desigual, pero ni de lejos tan mala como se dijo y dice) pasamos a una fiesta nihilista bañada en colores saturados y líquidos seminales de esa serie Z mamada por Gunn en sus orígenes Troma. No es una película extraña en un estudio en la época post-Deadpool, pero sí una inusualmente atrevida en ciertos postulados y hasta hace honor a su título, suicida, en ese peliagudo tema de eliminar alegremente a personajes franquicia.

Lo mejor de El Escuadrón Suicida es que no necesita afirmarse a sí misma ni necesariamente separarse del tronco del universo DC, elemento que tan desesperadamente ha tratado de vender su estudio matriz, demostrando por eso mismo su conocimiento del material del que proviene. Todo resulta natural en el plan de Gunn, y este “otro” escuadrón suicida, pese a utilizar el humor como combustible y cierto patetismo como dispositivo de distanciamiento, reinterpreta pero no elimina de raíz la balada al mercenario que adornó la primera entrega. A Gunn también le gustan sus personajes aunque le gusten de otra manera, y su esfuerzo en mimarlos en el acto central (sin duda, el peor del filme, con un bajón de ritmo e interés notable) se agradece igualmente: fijarse incluso en las últimas palabras de Starro, preñadas de melancolía y dolor, para certificar ese interés.

"La sátira del régimen comunista cubano y el capitalista traidor cede ante la desopilante, incontenible imaginación gamberra del director, que de paso canaliza las ansias de grandilocuencia de un Blockbuster de verano en un final kaiju bañado en las ansias homicidas de una de sus películas de terror"

Pero el elemento diferencial es la reubicación de los veteranos en toda su calidad icónica en medio de una fiesta con, en efecto, nuevos invitados. Esto se aplica a Margot Robbie, cuya Harley Quinn funciona aquí por fin y sin ataduras como una deformación grotesca y psicótica de la heroína romántica que parieron Paul Dini y Bruce Timm en Amor Loco. A Gunn le basta una secuencia de acción en la que los pétalos de flor tapan los chorros de sangre para mostrar la disociación de la realidad que vive el personaje y demostrar que lo entiende mejor que toda Aves de Presa, la película dedicada íntegramente a Harley pero parida y sometida a rebufo del MeToo. Robbie, por cierto, vuelve a estar fenomenal y su presencia sirve de pegamento narrativo de lo viejo con lo nuevo, y aunque el resultado es algo derivativo de la fórmula Gunn y en conjunto jamás acaba de resultar una película incómoda, su virtud sigue siendo el tratamiento de los personajes, con unos empijamados David Dastmalchian y John Cena, así como un digitalizado Sylvester Stallone, llevándose la palma en la película.

Pero lo vital viene al final, con Gunn viéndose en una encrucijada peligrosa que nada tiene que ver con el negociado de propiedades intelectuales. La sátira del régimen comunista cubano y el capitalista traidor cede ante la desopilante, incontenible imaginación gamberra del director, que de paso canaliza las ansias de grandilocuencia de un Blockbuster de verano en un final kaiju bañado en las ansias homicidas de una de sus películas de terror. Algunos lo verán como un fracaso, en tanto la película nunca llega a resultar realmente desagradable, pero en realidad esto no es un mal compromiso en tanto la película no cede del todo a lo común o cuando lo hace, incorpora una sana deriva hacia territorios más punkis. El Escuadrón Suicida va a ser, casi seguro, de lo más recomendable y mejor que salga de este verano cinematográfico.

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