Mi amigo Federico Guzmán vivió unos años en Madrid y cuando regresó a México —en 2014, si no me fallan las cuentas— me regaló un libro de una escritora de su país; un libro formado por dos novelas cortas: El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982) de la escritora Josefina Vicens (Tabasco, 1911 – Ciudad de México, 1988). Por aquellos días los dos leíamos con fervor al uruguayo Mario Levrero y Federico me dijo que venía conexiones entre las obras de Levrero y Vicens y que seguramente era una escritora que me iba a gustar. Que haya permanecido este libro una década en mi estantería de libros por leer solo habla de mi desbarajuste a la hora de organizar mis lecturas.
José nos informará de que ha comprado dos cuadernos. En el primero irá haciendo anotaciones a vuelapluma y si considera que algo de lo que escribe ahí merece la pena lo pasará al segundo. El primer cuaderno será la novela que el lector va a leer. En este sentido, El libro vacío (1958) podría estar emparentado con El discurso vacío (1996) de Mario Levrero, donde el propio Levrero declaraba que iba a empezar a escribir sin ningún plan, simplemente con la peregrina idea de cambiar su letra y de este modo cambiar su personalidad, dando la vuelva así a la idea de la psicología de deducir la personalidad de una persona a través de su escritura. Es lógico pensar que Levrero conocía el libro de Vicens y que su título es un homenaje al de la mexicana.
En principio, a José García le gustaría escribir una novela, pero piensa que no tiene vivencias suficientes para hacerla creíble. Intentó hacerlo y sus personajes carecían de vida. «No se trataba de usar la experiencia y el conocimiento, sino la imaginación; una imaginación de la que carezco en absoluto, porque no pude, a pesar de todos mis esfuerzos, urdir una trama medianamente interesante. Como no pude, tampoco, lograr siquiera un escenario.» (pág. 45).
Poco a poco, iremos conociendo datos de la vida de José: está casado y tiene dos hijos, el mayor, en la universidad, tontea con una chica, que puede que no le convenga, y el pequeño tiene problemas de salud. José, a sus cincuenta y seis años, trabaja de contable en una oficina por un bajo sueldo y siente que su vida es un fracaso. De niño vivía cerca de la costa y quiso ser marino. Lo cierto es que, aunque el juego inicial era el de dar vuelvas y vueltas sobre la doble y paradójica idea de escribir y de dejar de hacerlo, la novela toma cuerpo cuando José nos relata los detalles de su vida, que él mismo considera miserables y banales, pero en esa misma miseria y banalidad se encuentra la capacidad de que el lector pueda empatizar con él y seguir leyendo la novela con interés. Incluso, en algún momento de la narración, el propio hecho de hablar en su cuaderno, que no lee nadie, de sus miserias, va a impeler a José a tratar de actuar sobre la realidad.
En la página 131 José señalará que suele cometer faltas de ortografía al escribir, pero estas no aparecen en el libro que el lector tiene entre manos y, por tanto, en detalles como este se puede percibir la mano de la autora sobre los gestos de su criatura que escribe.
En El libro vacío, más de una vez, José indica que se siente solo y que desea poder entenderse con el próximo. Como ya he señalado, esta novela se publicó por primera vez en 1958, un tiempo en el que estaba muy en boga la corriente existencialista dentro de la literatura y escritores franceses como Albert Camus o Jean-Paul Sartre parecen influencias para Vicens.
Además de relacionar este libro con El discurso vacío de Mario Levrero, creo que también se le podría relacionar con Bartleby y compañía de Enrique Vila-Matas, con ese personaje que desea, pero sin conseguirlo, dejar de escribir.
El libro vacío es una novela en esencia triste sobre los anhelos de un tipo corriente cuya única esperanza de realizarse —la escritura de una gran obra— no parece estar a su alcance; pero esa dolorosa esperanza, en la que se asienta la esencia de lo humano, no parece acabar de abandonarle nunca.
Los años falsos (1982) es una novela bastante más corta que El libro vacío. Mientras que esta última, en el formato reducido del FCE, tenía unas 200 páginas, la segunda tiene unas 100. Igual que me ha ocurrido al acercarme a las primeras páginas de El libro vacío, las primeras páginas de esta segunda novela me han generado algo de confusión. «Todos hemos venido a verme.» es la primera frase de la novela. En la primera escena no acababa de entender si una madre y sus dos hijas gemelas visitaban una tumba en la que yacía el padre y el hermano, o el hermano estaba con las mujeres fuera de la tumba. Durante algunas páginas he pensado que el narrador era un joven de diecinueve años muerto y que narraba desde la tumba que compartía con su padre, para comprender, más tarde, que en realidad el joven narrador estaba vivo, pero que su conflicto vital era que el mundo parecía empeñado en que tenía que ocupar el espacio que había dejado su padre, muerto cuatro años atrás.
El padre se dedicaba a la política y el hijo va a encontrar un trabajo acompañando a la cuadrilla de su padre, a sueldo todos de un político; así se hará un espacio entre los antiguos amigos de su padre, que quieren llamarle por el nombre del difunto, a lo que él se niega. En gran medida, Vicens hace en esta novela una crítica contra la clase política mexicana (extrapolable a la de todo el mundo, supongo), que ella conocía, porque participó en diversos movimientos sociales, sobre todo a favor de las mujeres campesinas (como vi en un reportaje sobre su vida en YouTube). Leeremos: «Yo pensaba —pero pensaba solamente— en la diferencia que existe entre el Presidente que describen los políticos, sentado poco menos que a la diestra de Dios Padre, y en el transitoriamente sentado en Palacio Nacional, rodeado de lacayos, y oscilando entre escribir su nombre en las páginas de la historia o en los bancos de Suiza.» (pág. 304)
En Los años falsos Vicens parece criticar también el machismo de la sociedad mexicana: iremos conociendo la vida del padre de Luis Alfonso, el narrador, un hombre armado, que abandona a su familia durante semanas, que malgasta el dinero en la cantina y que tiene una amante. Leeremos: «Ser hombre, para ellos, es tener muchas mujeres: esposa y todas las que puedan tener. Mientras más mujeres se tengan más hombre se es.» (pág. 321)
El hijo, Luis Alfonso, que es una persona más sensible habrá de decidir qué camino quiere seguir en la vida, mientras que todas las fuerzan parecen querer hacer que se convierta en una sombra de su padre.
Josefina Vicens, como he dicho, se dedicó gran parte de su vida a la política, a favor de las mujeres del campo, y, por lo que he podido ver en internet, fue una persona adelantada a su época, puesto que no escondía demasiado su lesbianismo. Fue crítica taurina y escribió guiones de cines. El libro vacío y Los años falsos, con su lenguaje cuidado y pensativo, me han parecido dos novelas notables de la literatura latinoamericana del siglo XX.
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