La nueva novela de Javier Sierra especula sobre la posibilidad de que exista un “plan maestro” para otorgar a las obras de arte un sentido esencial. Así pues, su nueva ficción es un viaje a través del arte a una historia desconocida de la civilización.
En este making of Javier Sierra desvela el impulso que le llevó a escribir El plan maestro (Planeta).
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Las grandes galerías de arte parecen lugares seguros donde nunca pasa nada fuera de lo normal. Pero, ¿y si no fuera exactamente así? Admito que la duda tiene algo de perverso. Hace cuarenta años, Manuel Mujica Lainez —en la cumbre del éxito por su obra Bomarzo— publicó una novelita en la que imaginaba que, cada noche, al cerrar el Museo del Prado, los “habitantes” de sus cuadros brincaban de los marcos y se paseaban por las salas contándose sus cosas. Solo El carro de heno de El Bosco llenaba de “fantasmas” un ala entera del edificio. Manucho —como sus amigos argentinos lo llamaban— fue el primero en imaginar las obras del Prado como si fueran puertas a otros mundos. Y yo, que desde niño me he sentido atraído de un modo casi religioso a recorrer cuanta pinacoteca me salía al paso, he secundado y perfeccionado ahora esa idea.
Para escribir El plan maestro —que va, precisamente, de “obras puerta”— han tenido que pasar varias cosas. La primera sucedió ahora hace doce años. En 2013 me atreví a dar a imprenta un libro particular, un relato íntimo sobre algo que viví en primera persona al instalarme en Madrid como estudiante universitario y dejarme caer —seguramente más de lo debido— por la gran pinacoteca española. Fue en una de sus salas, la que ahora alberga las tablas de Rafael, donde un desconocido me abordó una mañana de domingo para mostrarme cómo debía interpretar una de sus Sagradas Familias. La lección de aquel inesperado maestro fue tan impactante que anoté sus enseñanzas en un cuaderno y regresé varias veces con la esperanza de encontrarlo. Novelé aquella historia en un relato sin pretensiones —El maestro del Prado (2013)— que pronto se convirtió en un clásico. La obra se tradujo al inglés, al ruso, al polaco e incluso al japonés, dejando sobre el papel un acertijo, un enigma en verso escondido en un viejo volumen de la biblioteca de El Escorial, que quedó entonces sin responder. El plan maestro lo acomete de frente.
Pero esa no ha sido la única intención de esta novela, ni tampoco la principal. En verdad, he escrito un relato en el que se denuncia que el hombre moderno tiene una aproximación errónea al arte. La pintura —en especial la anterior a las vanguardias del siglo XX— nunca se ejecutó por motivos puramente estéticos, que es como la valoramos hoy; siempre tuvo una intención profundamente narrativa, fantástica incluso. Lo curioso es que, en no pocos casos, ese propósito tuvo todo que ver con la idea de “hacer visible lo invisible”. No se trata de una frivolidad mía. Un porcentaje elevado de nuestras grandes obras de arte reproducen criaturas que nuestros ojos no pueden percibir. No me refiero solo a ángeles o a seres y dioses mitológicos. También el arte prehistórico reprodujo antropomorfos y criaturas teriantrópicas —mitad animal, mitad humanas— que parece que no existen. Pero, ¿de veras no nos rondan?
Mi relato arranca con un experimento que tuvo lugar de verdad en las cuevas rupestres de Cantabria, adonde llevé a mis hijos pequeños a que interpretaran ese arte primordial. ¿Y sabes qué me contaron, en un alarde de imaginación libre, no sé si de imaginación? Que las paredes de las cavernas son como los cuadros que imaginó Manucho: puertas que separan mundos.
Aquel inspirador día de verano, sin un cuaderno de notas cerca, me alcanzó la chispa que me anclaría durante meses al teclado, y que me ha llevado a alumbrar una novela que espero se convierta en llave para quienes la lean. La llave de otro arte, secreto pero público a la vez, que aguarda a ser atravesado por ti.
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Autor: Javier Sierra. Título: El plan maestro. Editorial: Planeta. Venta: Todostuslibros.
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