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El poeta habla por todos

José Luis Gómez Toré (Madrid, 1973) acaba de publicar su poemario, Mercurio, con el que, nos dice, cierra una trilogía que conformaría junto a Hotel Europa y El territorio blanco. Reconocemos de nuevo su verso pulido, claro y brillante, solemne, emotivo, que nos apela y es capaz de detener el tiempo. Hay el lenguaje de la poesía que, en esta actualidad de palabras descuidadas, malgastadas, incluso infames, tiene la primera virtud de arrancarnos de un tirón de intereses y convencionalismos, y de ponernos a añorar otro mundo donde la palabra vuelva a ser lo nuestro más propio.

Muchos de sus poemas parten de una escena corriente y, a continuación, los versos despliegan relaciones posibles, alusiones, ecos que cargan esa impresión inicial con una densidad insospechada. De esta manera, ahondan en nuestra experiencia, nos hacen más conscientes de lo que vivimos. Copio «Las cucharas»: “La cuchara que me dio de comer/ la llevo a la boca de mi hijo,/ la llevo ahora a la boca de mi padre,/ la sostienen desde toda su noche/ las abuelas.// Apenas pueden,/        podemos/ (pesaba tanto).// Heredamos el hambre.// Sin tregua sumergimos la cuchara,// sin tregua/ removemos esta espesa papilla,// tan dulce oscuridad”.

"En todos los libros de poesía de nuestro autor tiene cabida algún otro género literario, sea narrativo, dramático o ensayístico, con el que entra en diálogo"

Gómez Toré nos conduce a lugares donde estábamos y, sin embargo, no lo sabíamos; sus poemas recorren muchos elementos de la vida que nos constituye. Así, por ejemplo, nos ponen frente al testimonio de nuestra fragilidad: “Copo de nieve, brizna/ de hierba, lo difícil,/ lo que no dura, lo que/ perdura, pero de pronto/ no,”; también las aceptaciones y consentimientos con que debemos organizarnos, a veces de forma inevitable, y que sin embargo nos definen: “Como quien colecciona nombres/ y planos de ciudades que nunca visitó,/ esta caligrafía torpe/ de luces a lo lejos.// Alguien deja/ sin pretenderlo un rastro,/ tal vez tan solo/ el arte de pintar mariposas,/ una herida,/ una forma de andar”; o nos señala caminos en los que lo débil es más clarividente que la fuerza. Reproduzco íntegro «Toda la noche alumbres»: “En el deseo/ todo sucede por primera vez./ Algo quisiera ser poder, pero fracasa,/ por fortuna fracasa.// Solo canta lo inerme.// Ave breve de paraíso./ Estallido de sal.”

«Mercurio», que da título al conjunto de poemas reunidos por un mismo espíritu aunque muy diversos por los asuntos que trata, es una palabra repleta de significados que un texto en prosa situado en la mitad del poemario trata de recolectar. En todos los libros de poesía de nuestro autor tiene cabida algún otro género literario, sea narrativo, dramático o ensayístico, con el que entra en diálogo. En este caso, del peculiar ensayo sin puntos que hagan pausas y su exposición, me quedo con algo que resuena en muchas de estas páginas: el mercurio como la fuerza fragmentaria, móvil, persistente semejante a la sangre que habita en el corazón que nos anima. De alguna manera, cada una de las piezas que componen la obra son otras tantas unidades discretas que nos recorren y reclaman nuestra mirada.

"Nos encontramos con una escritura que invita al recogimiento, ¿hay otro sentido radical de la palabra poética? Se diría que el autor se lo exige a sí mismo imperativamente, como condición de posibilidad del uso público de la palabra"

Lo humano, en la obra de José Luis Gómez Toré, es siempre algo prodigioso, atravesado por la experiencia concreta, existencial, como por la circunstancia histórica a menudo trágica en que se desenvuelve, y cercado por el misterio que lo aguijonea. Ante ello, su poesía dirige nuestra atención a ese reconocimiento de lo que habitamos, a la confesión de la propia ignorancia, al reconocimiento de la mordedura de lo real y del futuro que proyectamos, a la insatisfacción como su término inevitable. Escribe en un diálogo introspectivo que surge frente al exterior enigmático: “Vas dejándote/ seducir por los signos./ Crees dictarles un orden.// Son oscuro mercurio por tus venas,/ antídoto y veneno,/ prenda otra vez del juego que te esquiva,/ otra vez en la ronda// interminable.” Y también: “Por qué me llaman/ los pájaros del frío.// Cruzan los días […] dejan atrás mis sucesivos cuerpos/ hilados por la fiebre,/ hilados por un nombre/ que apenas reconozco”. La naturaleza es la encargada de proveernos de esas preguntas: el viento, las aves, la nieve, la lluvia, el frío; no esta vez la ciudad, apenas. “Si pudiéramos/ convocar a ese viento,/ pero es él quien nos lleva,/ viene y va,/ acude donde quiere”. Y, en otro poema: “El viento es un presagio/ de lo que no vendrá […] Rondan las ambulancias./ Su alarido/ despierta espesas sombras.// Es la estación tardía,/ la de los frutos ácidos/ y el insomnio del tiempo”. Todas esas preguntas testifican nuestra situación de intemperie y de necesidad en lo que emprendemos: “Todas las sendas/ conducen a la sed.// Tienta la cumbre. / También el extravío.”

Nos encontramos con una escritura que invita al recogimiento, ¿hay otro sentido radical de la palabra poética? Se diría que el autor se lo exige a sí mismo imperativamente, como condición de posibilidad del uso público de la palabra: “Cállate de una vez./ Escucha/ la lección del invierno.” Y de nuevo: “Observa/ no descifres/ las señales de humo.// Si bastara ese hechizo./ Pero las profecías son tenaces/ y aquel que afirma/ no haber nacido de mujer”. El poeta nos convoca al silencio expectante que, en la propia experiencia de no poder alcanzar el sentido último, sin embargo, paradójicamente, como en la frustración de descubrir las mañas del mago, encuentra acaso algo más valioso: “Te empeñaste en descubrir el truco./ Ahora ya no.// Bastaría aquel polvo dorado/ en la yema del dedo.// O ese rastro de migas/ que perdonan los pájaros”.

"Pero acaso el ejemplo de la vida-creación de Hölderlin o de Rosa Luxemburgo son ejemplos que ayudan a rescatar lo hermoso que aún queda"

La poesía de Gómez Toré se interroga sobre su propia justificación y sentido. Él, que ha traducido una amplia antología de la obra poética de Bertolt Brecht, quien habla de la terrible renuncia al verso complaciente o lírico, “amable”, reflexiona ahora: “Hablemos, por ejemplo, de la imposibilidad/ del poema largo/ cuando todo es asfixia,/ cuando apenas consigues coger aire/ antes de hundirte/ en el limo del fondo”. Y, de igual modo, cuando “En las tiendas libres de impuestos/ y de culpas/ se venden souvenirs del futuro”. Pero acaso el ejemplo de la vida-creación de Hölderlin o de Rosa Luxemburgo (“sigues ahí […] pétalo roto, rosa de los nadies”) son ejemplos que ayudan a rescatar lo hermoso que aún queda. “En el agua la luz./ Un sol que se disuelve./ Bébelo muy despacio.” Asimismo: “Mira ese insecto/ que recorre tu brazo:/          una joya/ que hace brillar el sol”. Y también: “Ruido y luz usada:/ todo es resto.//  […] Mira entre la basura./ El residuo del día cristaliza/ en este gesto inútil y sagrado”.

Concluyo lo que quisiera ser una invitación a la lectura de un libro de extraordinaria sinceridad y talento, que es también vida y donación, copiando aquí su último poema, asimismo otra invitación dichosa en la palabra de José Luis Gómez Toré: «Elogio de la mala hierba»: “Desconoce las lindes./ No es otra cosa/ la vocación de la semilla:/ sueña con selvas,/ un laberinto vegetal/ sin historia, sin crimen,/ sin designio.// Sin embargo,/ recuerda demasiado nuestra propia especie./ Se derrama sin pausa.// Habitar en las grietas”.

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Autor: José Luis Gómez Toré. Título: Mercurio. Editorial: Libros de la Resistencia. Venta: Todos tus libros.

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