El río soñado de Xavier Aldekoa

Ríos, gentes, paisajes, tribus, civilización, esperanza y tragedia son los ingredientes de una obra ya formada por cuatro volúmenes, todos publicados en la editorial Península (Planeta) y que exhiben las cualidades de una de las obras más sólidas de no ficción de un autor nacional.

Xavier Aldekoa: «Condenar a todo un continente a ser víctima indica un problema nuestro, no suyo»

Quijote en el Congo es su último viaje. Aldekoa no apabulla con datos, ni con batallitas que solo sirven para adornar conversaciones entre los amigos y la familia más incondicional. Su tarea es otra: escuchar voces, captar diálogos, atrapar atmósferas. La empatía del periodista con los personajes que se encuentra le hace salvar situaciones complicadas para su integridad y al final acaba conociendo al otro, sabe cómo vive e intenta convertirse en uno más, sin eurocentrismo ni altivez.

El reportero de La Vanguardia tenía como ilusión íntima desde niño poder atravesar sin más medios que los modestos de la población local un río que forma parte de la memoria de todo un país, acaso de un continente. Sabía Aldekoa que quizá se trataba de su trayecto más complicado, o al menos el que demandaba una preparación física y mental más fuerte, porque la exigencia sería extrema.

Lo consiguió Aldekoa en terrenos nada amistosos como Kongolo, “una tierra herida” llena de cicatrices y testigo de violencia múltiple. “Durante siglos, las calles de la ciudad y los caminos de tierra de la región habían visto horrores innumerables”, describe. Un lugar con bandidos y grupos rebeldes Mai-Mail que asesinaban y violaban impunemente.

El sol anaranjado de una ruta de 4.700 kilómetros que hizo este Sancho Panza de Barcelona “sin afán de aventura”, detalla, sino con ganas de contar una región descubriendo realidades diferentes. Quijote en el Congo forma parte de una trilogía de grandes ríos narrados por Aldekoa. Arrancó con Hijos del Nilo (2016). El que le queda, el del río Níger, tendrá que esperar porque el yihadismo impera en la zona y el riesgo de secuestro es muy alto.

Y hasta llegar a Banana Point, el lugar donde el río Congo se funde con el mar, viajamos con el autor entre barcazas de maderas, canoas y plataformas arrastradas por remolcadores. Atravesamos carreteras que jamás saldrán en las guías y sabemos que cuando llegue la noche jamás dormirá con tranquilidad. Aquella naturaleza transformada en un “paraíso natural a merced de personas sin escrúpulos”. El viaje se hace más llevadero si tenemos a compañeros como Japhet que ayudan al reportero a completar la travesía. Sueños que se cumplen.