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En busca del patriarcado, 10 – “Silenciados”

En busca del patriarcado, 10 – “Silenciados”

La violencia doméstica es bidireccional. Significa que la ejercen tanto hombres como mujeres. ¿Quiere saber cuántos hombres son maltratados o asesinados a manos de sus féminas parejas? Se va a tener que joder, porque no hay estadísticas oficiales al respecto. El estigmatizado es el hombre, aunque un estudio sobre agresión física realizado por Karin Arbach demuestra que en el último año de noviazgo un 32% de mujeres agredieron físicamente a su pareja hombre, frente a un 24% de hombres que agredieron a sus parejas mujeres. ¿Y por qué mueren más mujeres que hombres? Porque el hombre tiene más fuerza física, uno de los posibles motivos. La mujer es de instigar, usa la violencia psicológica, y en muchos de esos casos es el hombre quien se quita la propia vida. Pero no nos vayamos por las ramas, que a nadie interesa esto. Y lo que sigue menos: las denuncias falsas (probadas) son oficialmente un 0.006%. Lo que se omite es que del total de denuncias por violencia de género solamente el 20% llega a condena. ¿Y el resto? Queda en la nada. Ignoramos de este 80% restante cuántas fueron desestimadas porque no hubo pruebas suficientes (y el abusador quedó libre) y cuántas eran falsas, ¿ergo? Veremos veremos, jamás lo sabremos…

El varón inocente, cuando es liberado de la tortura legal, termina con los cojones al plato, ni ganas le quedan de seguir en ese laberinto horroroso que son los tribunales y la (in)justicia. Otras veces no tiene medios para pagarse un abogado. Recordemos (entérese) que gracias a la ley de género (LIVG) la mujer cuenta con abogados gratis especializados, ayudas sociales y la mar en coche. ¿Y el hombre? A la buena de dios, que no existe. Luego Fiscalía aporta su grano de mugre. No actúa de oficio. Quiere decir que los fiscales no siguen investigando la denuncia para finalmente llegar a Roma, salvo que ésta cobre repercusión mediática y signifique una vergüenza no hacerlo. Así el río de la farsa sigue corriendo, aunque no todos se bañan en él.

"Yo no tengo trabajo, trabajo de esos que se ponen en riesgo cuando se expresa lo que se piensa, por eso escribo sobre este documental. Si lo tuviera posiblemente recularía, porque es sabido que los humanos somos más cagones que otra cosa"

Nacho González eligió no hacerlo. En cambio, metió las patas en el fango, en el légamo espeso de la incorrección política. Hace unos cuatro años le llamó la atención esto de tanta mujer maltratada y asesinada, pero ningún hombre. Se puso a buscar en Internet y allí descubrió el mundo de los silenciados. En la web no había vídeos, no había documentación; pero sí que había hombres maltratados, abogados que se dedicaban a eso, gente especializada en el tema, agrupados en Facebook, en sitios web, en foros, invisibles, marginados. Los casos eran muchísimos. La situación que lo decidió a realizar el documental ocurrió en un Centro para la Mujer. Escuchaba junto a su esposa una charla, alguien preguntó por la cifra de mujeres asesinadas por sus parejas masculinas y la trabajadora respondió que una sola ya era demasiado. Luego, cuando alguien más preguntó por la cifra de hombres asesinados por sus parejas mujeres, la imparcial y sorora señora respondió que era insignificante. Ahí fue que se puso manos a la obra.

Cuenta el director que consultó a más de sesenta famosos, todos le daban aliento, querían apoyarlo, pero a condición de hacerlo en forma anónima. No se atreven a dar la cara por miedo a quedarse sin trabajo. Son gente mediática. Las dos protagonistas que había conseguido, famosas ambas, recularon el día anterior “por presiones”. Yo no tengo trabajo, trabajo de esos que se ponen en riesgo cuando se expresa lo que se piensa, por eso escribo sobre este documental. Si lo tuviera posiblemente recularía, porque es sabido que los humanos somos más cagones que otra cosa. De acá la receta del guiso idiota: por un lado los cagones, por el otro los fanáticos, y listo el pollo. Por suerte existen los Nachos González, las Yobanas Carril, las Roxanas Kreimer, los Daniel Jiménez, las Antonias Carrasco y los Escohotados. Y por suerte yo no tengo trabajo de esos.

"Un pueblo de Sevilla, por ejemplo: allí, para llegar a fin de mes, las parejas que están sin trabajo se ponen de acuerdo, ella lo denuncia a él, y así cobran la ayuda cuando se acaban los dos años del desempleo"

El documental defiende y clama por una verdad objetiva, expone hechos concretos, declaraciones concisas, explicaciones puntuales y lo más importante: no generaliza. Nada de ¡todos esto! o ¡todas aquello! NO. En Silenciados el violador no eres tú, la maltratadora no es ella, en este documental, estrenado en España (2017), las maltratadoras tienen nombre y apellido y los maltratados también. Acá no ignoran que hay mujeres maltratadas, asesinadas. Dan cuenta de que ese terrible problema existe y es necesario hacer algo, pero no invisibilizan uno para evidenciar el otro. Silenciados nos abre los ojos a una cuestión nada feliz: los hombres también son humanos. Nos muestra el sufrimiento de una gran cantidad de señores que no salen en la tele, ergo no existen. Violencia doméstica. Denuncias falsas. La custodia de los hijos. Revela por qué a tantos incomoda esta verdad. A través de abogados especializados, artistas, jueces, bien empapados en el tema, nos da detalles de quiénes y cómo se lucran a costa de las denuncias, de la ley de género, de las subvenciones y de cómo eso concluye en estadísticas erradas que salen en primera plana, como ya hemos visto.

José Luis Sariego relata la situación en un pueblo de Sevilla, por ejemplo: allí, para llegar a fin de mes, las parejas que están sin trabajo se ponen de acuerdo: ella lo denuncia a él, y así cobran la ayuda cuando se acaban los dos años del desempleo. Ahí la estadística por maltrato es altísima pero no cierta: 55% de denunciados. La mujer tiene derecho a un abogado gratis cuando denuncia, el procedimiento de ellas va por una vía rapidísima, y el del hombre puede demorar años, nos informa Yobana Carril, abogada especializada en el tema. Agrega que “si sos mujer y te estás divorciando es la manera más rápida de asegurarte la vivienda, la custodia de tus hijos y la pensión alimenticia. Supone 426 euros por un año, prorrogable a dos. La denunciante puede dejar su trabajo y cobrar el desempleo. Puede acceder a subvenciones de piso de alquiler”. “Basta que el testimonio de ella sea verosímil y sin contradicciones para ser considerado prueba de cargo”. La ley de género ha incrementado los casos y, cómo no, una ley creada en nombre de la igualdad que deja fuera a la mitad del planeta es una paradoja, por no decir parajoda.

"Quienes flamean la bandera de esta verdad —que también hay hombres maltratados, asesinados, que la mujer no es una damisela en apuros a tiempo completo—, andan por la tercera etapa"

Y hay más verdades silenciadas: ciudadanas extranjeras que sufren violencia de género y denuncien serán apoyadas para regularizar su situación de papeles si no los tuvieran; se ha descubierto incluso la existencia de una red que se dedicaba, a través de la denuncia por maltrato, a regularizar la situación de estas mujeres. Quienes trabajan en Centros de la Mujer tienen contratos laborales por objetivos, tienen mínimos de denuncias al año que deben recibir. Cuantas más denuncias, más plata. Elena Chala, afectada por la ley de género, que para afectar sí que no hace diferencia, nos cuenta su caso. A ella y a su marido se les cae un jarrón por accidente, la vecina escucha y hace la denuncia, creyendo que él le estaba pegando. De ahí en más la policía que se lo lleva detenido. Ella al hospital. Le hacen estudios. No encuentran nada, pero igual no le permiten ver al muchacho. Ahí la dejan hasta que llega un abogado de oficio. ¡Van a juicio! (Dios mío). El abogado la insta a mentir para quedarse el piso, la custodia. Ella se niega. No declara. Se termina salvando el hombre porque un policía declara que el piso estaba en orden. Francisco Solano Castro nos explica cómo los mismos abogados proponen a los clientes denunciar para sacar ventaja de la ley aunque el marido no sea maltratador. Cada denuncia significa ganancia para él. Cada denuncia significa 3200 euros de la UE para fondos de la ideología de género. Y acá una verdad que da vergüenza: nos entera Sariego que de cada 100 euros solo 5 llegan a las mujeres maltratadas.

«El que dice la verdad se queda solo», me dijo alguna vez Jesús Quintero. Luego, otro Fulano ya había declarado que si andás por ahí chillando certezas primero te van a ignorar, después se reirán de vos, acto seguido te atacarán y recién entonces ganás. Quienes flamean la bandera de esta verdad —que también hay hombres maltratados, asesinados, que la mujer no es una damisela en apuros a tiempo completo—, andan por la tercera etapa. Denuncias, escraches, acosos, amenazas de muerte. ¿O será que eso es lo que ganás? Sucede que la verdad de unos no es la verdad de otras, y hete ahí el quid de la cuestión. Yo por ahora voy a suscribir a la verdad de los racionales, de quienes se basan en hechos objetivos y no en estadísticas capciosas. Me sumo a la verdad de los que no enloquecen de bronca cuando hablan, de los que no tiran piedras o escupen o insultan “en nombre de la igualdad y la justicia”. Seguramente a esos devotos irracionales estas palabras van a pasarles de largo (el otro quid de la cuestión, la sesera blindada). Pero qué quiere que le diga (nada), la verdad es que con cada capítulo de estos yo aprendo algo nuevo y la Verdad puede no ser siempre bonita, pero el hambre de ella sí.

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