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La novela más humorística de Washington Irving

La novela más humorística de Washington Irving

A Washington Irving (1783-1859) la fama le llegó sobre todo por Cuentos de la Alhambra (1832) y narraciones de tintes góticos como «La leyenda de Sleepy Hollow». Pero el escritor destacó también en el relato de costumbres y humorístico, como ocurre en el libro En casa de los Bracebridge, del que ofrecemos un fragmento.

La casa

La casa más antigua, y lo mejor para su cuidado y gobierno en este condado o el limítrofe, y aunque no puedo referirme a su dueño sino como señor, no conozco caballero más noble que él.

Merry Beggars

El lector, si ha leído detenidamente mi Libro de apuntes,  recordará sin duda a la familia Bracebridge, con la que hace algún tiempo pasé una Navidad. De nuevo me encuentro de visita en su mansión, habiendo sido invitado a un enlace matrimonial que se celebrará en breve. El segundo hijo del señor, Guy —joven distinguido y animoso y capitán del ejército—, está a punto de desposar a la pupila de su padre, la hermosa Julia Templeton. Los parientes y amigos ya han comenzado a congregarse para asistir al feliz acontecimiento, pues el anciano caballero abomina de las bodas tranquilas y privadas. «No hay nada», asegura, «como botar a una joven pareja con alegría, y aplaudirla desde el muelle; un buen comienzo es la mitad de la travesía».

Antes de continuar, debo rogar a mis lectores que no confundan a nuestro señor con esos caballeros tan a menudo descritos como duros jinetes y cazadores de zorros, que están efectivamente en vías de extinción en Inglaterra. Empleo este título rural en parte porque es el que se le aplica en sus tierras y en los alrededores, y en parte porque me ahorra la frecuente repetición de su nombre, que es uno de esos viejos y ásperos nombres ingleses que tanto exasperan a los franceses.

El señor es, de hecho, un irreductible espécimen de rancio caballero rural inglés; inmune a toda sofisticación por vivir casi exclusivamente en su hacienda, posee ese humorismo que sus compatriotas tienden a desarrollar cuando tienen la oportunidad de vivir a su aire. Valoro su afición, que es, sin embargo, una intolerante devoción por los antiguos usos y costumbres inglesas; lo que casa bien con mis propios intereses, teniendo, como tengo, una viva e insatisfecha curiosidad por el genuino carácter de la tierra de mis ancestros.

Hay, también, ciertos rasgos de la parentela del hacendado que llevan el inconfundible sello de su patria, siendo una de esas viejas familias aristocráticas que, a mi juicio, son privativas de Inglaterra y apenas se entenderían en otros países; esto es, una rancia estirpe que, La casa aun careciendo de títulos nobiliarios, mantiene un alto orgullo ancestral, mira por encima del hombro a la nobleza de nuevo cuño, y consideraría una merma de su dignidad mezclar el venerable nombre de su casa con un título moderno.

Este sentimiento se nutre del respeto que el linaje inspira en sus dominios hereditarios. La mansión familiar es una antigua casa solariega en un apartado y hermoso lugar de Yorkshire. Sus moradores han sido siempre considerados en la región circundante como «grandes de la tierra», y en la aldea cercana a la mansión se trata al señor con una reverencia cuasifeudal. Raramente se encuentran en la actualidad una casa señorial y una familia de esta alcurnia; y ha sido probablemente el peculiar humor del señor lo que ha conservado este vestigio de gobierno doméstico inglés, con algo similar al genuino estilo tradicional.

Me hallo alojado de nuevo en la cámara panelada de roble, en el ala más antigua de la casa. La perspectiva desde mi ventana, sin embargo, posee un aspecto muy diferente del que ofrecía en mi visita invernal. Aunque a principios del mes de abril hace aún poco calor, los días soleados han bosquejado ya las bellezas de la primavera, que, en mi opinión, son siempre más cautivadoras en su primer estadio. Los árboles se han engalanado de brotes verdes y hojas tiernas, y los parterres del anticuado jardín están alegremente salpicados de flores; con las más bellas, el jardinero ha adornado las balaustradas de piedra. Al abrir mi tintineante ventana batiente olí el aroma de la reseda; y oí el zumbido de las abejas en el macizo junto al muro en solana, la variada canción de los tordos, y las alegres notas del pequeño y melodioso chochín.

Durante mi estancia en este bastión de los antiguos usos del país, pretendo pergeñar ocasionales bocetos de las escenas y personajes a mi alrededor. Me gustaría que se entendiera, sin embargo, que no estoy escribiendo una novela, y que no le prometo al lector ninguna trama intrincada o maravillosa aventura. La mansión de la que trato carece, que yo sepa, de trampillas, paneles deslizantes y mazmorras; y de hecho no parece albergar misterio alguno. La habita una digna y hospitalaria familia que, con toda probabilidad, comerá y beberá, se irá a la cama y se levantará regularmente desde el principio al final de mi obra, y cuya cabeza es un viejo caballero tan bondadoso, que no veo probable que ponga obstáculo alguno en el camino de las nupcias que se aproximan. En definitiva, no preveo que ocurra un solo evento extraordinario en todo el término de mi estancia en la casa.

Le digo esto honestamente al lector, para que cuando me vea recreándome sin prisa en escenas domésticas inglesas, no se apresure a adelantarse con la esperanza de toparse con alguna maravillosa aventura. Lo invito, por el contrario, a divagar apaciblemente conmigo como él mismo haría: paseando por el campo, deteniéndose de vez en cuando a recoger una flor, a escuchar a un pájaro, o a admirar una vista, sin prisa por llegar al final del camino. No obstante, si en el curso de mis vagabundeos por esta vieja heredad oigo o veo algo curioso, que pueda servir para alterar la monotonía de la vida cotidiana, no dejaré de reportarlo para el entretenimiento del lector. Pues sé que ingenios más frescos se cansarán pronto de cualquier libro, por bueno que sea, a menos que trate de un asunto extraño o feliz, bien sazonado con mentiras y abrillantado con alegría.

Sinopsis de En casa de los Bracebridge, de Washington Irving

Entre las muchas sorpresas que esconde la obra de Washington Irving hay un conjunto narrativo muy especial construido en torno a la familia Bracebridge. Mediante sus singulares personajes Irving creó un imaginario doméstico de lo inglés, lleno de ternura y, sobre todo, de mucho humor. Con los Bracebridge nos narró su Vieja Navidad (El Paseo, 2016), una pequeña novela integrada en su célebre Sketch Book y con la que logró un verdadero éxito. En esta secuela, significativamente subtitulada «Los humoristas», Irving explota de manera decidida el registro más divertido de la primera entrega sobre esta característica familia, y nos ofrece la imagen primaveral y risueña de una casa de campo inglesa llena de personajes inolvidables y, a veces, desternillantes.

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Autor: Washington Irving. Título: En casa de los Bracebridge. Editorial: El paseo. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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