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En el nombre del padre

Dos colosos eclipsaron al gran Filipo de Macedonia: su archienemigo Demóstenes y su hijo Alejandro Magno. La historia retrató a aquel gobernante como un tirano sanguinario, borracho y mujeriego, pero las fuentes literarias y arqueológicas nos muestran a un reformista que convirtió Macedonia en una potencia económica.

En este making of, Mario Agudo Villanueva revela el origen de su interés por Filipo de Macedonia (Desperta Ferro).

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La Odisea me abrió las puertas del mundo griego. Como algunos de los lectores de Zenda sabrán por mis columnas, el decisivo hallazgo se produjo durante una tediosa tarde estival. En una vieja estantería del cuarto trastero de mi casa asomaba una edición ilustrada para niños, repleta de refrescantes imágenes del fabuloso periplo del rey de Ítaca. El flechazo mitológico fue inmediato. Tiempo después, todavía en mi urbana infancia madrileña, cayó en mis manos el Alejandro Magno de Joseph Lacier, editado en España por Bruguera, un híbrido entre novela y cómic en el que la épica vida del macedonio parecía desbordar las viñetas. El reclamo era demasiado sugerente para un muchacho deseoso de aventura. Si Homero abrió mi mirada al universo heleno, Alejandro desplegó su cautivadora figura para atraparme en sus entrañas.

En aquellos remotos años de mi niñez y adolescencia, Filipo se asomó como personaje secundario de mis lecturas. Aquel hombre con un parche en el ojo, padre del gran conquistador, parecía condenado al anónimo rol de rudo propiciador. La semblanza que me había forjado del personaje era la de un tipo tosco, que vivía entre la embriaguez y la sobriedad, mujeriego y distante, incluso cruel con sus seres cercanos. Pero a medida que profundizaba en el estudio de Macedonia adentrándome en la senda de las publicaciones académicas, mucho más frondosa en lengua anglosajona, francesa y alemana que en la española, la figura que más crecía en mi interior era, precisamente, la del influyente progrenitor de la leyenda que tanto me había fascinado.

"Otra de mis obsesiones durante la redacción del libro fue la de desmontar buena parte de los tópicos relativos a la figura de Filipo sin caer en un relato hagiográfico"

El punto de inflexión definitivo llegó con mi paternidad, allá por el año 2009. Mi hijo no podía llamarse de otra forma que Alejandro —más tarde llegaría también Sofía—. Fue entonces, movido por las responsabilidades de la crianza, cuando mi foco se desvió de forma definitiva hacia Filipo. Han sido casi quince años de lecturas, con altibajos como es lógico, en los que he tratado de recopilar las principales obras y artículos sobre el reinado del argéada. Hasta el momento no había cultivado el género de la biografía, pero tenía claro que si alguna vez llegaba el momento, debía de comenzar por esta semblanza, necesaria para acercar la vida de tan decisivo protagonista de la historia antigua de Grecia y del mundo al público español, pues la nómina de estudios consagrados a su figura en nuestra lengua era muy escasa. El momento llegó después de la pandemia. Durante una conversación en redes sociales dejé caer la idea de que estaba trabajando en la vida de Filipo. Fue entonces cuando Alberto Rubio, uno de los fundadores de Desperta Ferro, me lanzó un guante que no tardé ni un segundo en recoger. Dos sueños hechos realidad de un plumazo: publicar la biografía del macedonio y hacerlo en una de las editoriales de referencia en nuestro país.

Dado que aparte de escribir me dedico a la gestión empresarial, mi primera tarea a la hora de afrontar un nuevo libro es la planificación. Es difícil compaginar dos disciplinas tan diferentes si no es sobre la base de una férrea organización del tiempo y, sobre todo, de la constancia para ejecutar el plan previsto. En esta fase programática incluyo también la tarea fundamental de recopilar los apuntes, reflexiones y referencias bibliográficas acumulados durante tantos años de estudio para decidir qué y como contarlo al gran público. Por último, antes de comenzar con la redacción definitiva, que nunca llega a ser definitiva del todo, me gusta reflexionar sobre la estructura general del libro: el esqueleto que sostendrá el cuerpo del relato.

Uno de los principales retos que me planteo en cada uno de mis ensayos es el de combinar la rigurosidad con la amenidad. El rigor va unido a la honestidad profesional. La transparencia con los lectores es una condición indispensable, lo que implica un alto grado de escrupulosidad con el manejo de nuestras fuentes bibliográficas. La alta divulgación debe poner al alcance del público generalista el conocimiento que se genera continuamente en el ámbito académico, ejercicio que implica la combinación se habilidades comunicativas con notables exigencias metodológicas. Este ejercicio no está reñido con el estilo, que puede ser fluido, ameno e, incluso, estéticamente bello. Tal combinación es una de mis aspiraciones como periodista de profesión e historiador de vocación.

"Demóstenes volcó su ira contra el macedonio, poniendo su extraordinaria capacidad oratoria al servicio de la denigración de su enemigo"

Otra de mis obsesiones durante la redacción del libro fue la de desmontar buena parte de los tópicos relativos a la figura de Filipo sin caer en un relato hagiográfico o laudatorio del personaje. Sin duda, la imagen que nos han transmitido las fuentes está profundamente manipulada. Demóstenes volcó su ira contra el macedonio, poniendo su extraordinaria capacidad oratoria al servicio de la denigración de su enemigo. Su estilo hiperbólico, su actitud radical y su ansia de recuperar el esplendor olvidado de la antes poderosa Atenas encontró en el rey macedonio una diana perfecta sobre la que dirigir sus dardos dialécticos. La huella del orador de Peania es rastreable en buena parte de las fuentes que nos hablan de Filipo, por lo que es indispensable un ejercicio de revisión crítica de sus testimonios. Por otra parte, la fascinante trayectoria de Alejandro, su célebre hijo, ensombreció los logros de su progenitor hasta el punto de eclipsarlos casi por completo. Sin embargo, hoy podemos asegurar sin equivocarnos que sin tal palo, no habríamos tenido semejante astilla. Por tanto, el reto de afrontar el relato de su vida estaba en devolver a Filipo a su contexto, reconstruyendo de forma pormenorizada su acción de gobierno, para despejar su figura de la nebulosa que se cernió sobre ella desde tiempos remotos.

Ni mucho menos mi tarea ha sido pionera. Otros investigadores han tratado de afrontar este trabajo en el pasado, sobre todo a partir de los años 70 del siglo XX. Existen buenos estudios sobre Filipo de Macedonia, que fue necesario recopilar, analizar y citar en un trabajo como el que tengo el placer de presentar estos días. Ellis, Cawkwell, Hammond, Gabriel, Worthington, Anson, Hatzopoulos y, recientemente, Goldsworthy han dedicado completas obras monográficas al personaje. Su lectura me ha enriquecido y me ha permitido observar los hechos históricos del siglo IV a.C. desde diferentes perspectivas. Mi libro es solo un grano de arena más en este trabajo colectivo de escribir el relato de nuestro pasado. Espero haber sembrado la semilla para que muchos otros se decidan a seguir aportando luz a los estudios macedonios en el futuro.

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Autor: Mario Agudo Villanueva. Título: Filipo de Macedonia. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todostuslibros.

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