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Entre la caída y el vuelo, el rostro del mundo

Entre la caída y el vuelo, el rostro del mundo

Hay poetas que desde que nació en ellos la poesía como una forma de habitación de la existencia, han hecho de la creación un viaje íntimo y colectivo al que se han entregado sin pausa, poniendo en juego corazón, inteligencia y sentidos. Es el caso de Jon Andión (Madrid, 1984), que desde muy pequeño estuvo acompañado por la lectura, la música (el próximo dieciocho de diciembre se cumplirán cuatro años de la muerte de su padre, el gran cantautor) y el arte en general. No olvidemos que durante su estancia en Roma para ampliar sus estudios de Derecho colaboró con la oficina de patronazgo de los Museos Vaticanos, estudios de Derecho que, en mi opinión, le pusieron en contacto con la corriente sanguínea del lenguaje jurídico tan preciso a la hora de nombrar la realidad, tan compleja como lo es a la hora de tratar de la conducta humana. Esta relación ya venía precedida desde muy temprano por una visión del mundo que solo podría contarse en su raíz desde la poesía, desde libros como Palabras invisibles (Huerga y Fierro, 2011), Soñar (Huerga y Fierro,2014), Entre cosas salvajes (Ediciones Perro Azul, Costa Rica, 2015), La mirada abierta (Casa de Poesía, Costa Rica, 2017), El sonido del vigía (Huerga y Fierro, 2018) y El calor oculto de las cosas rotas (Huerga y Fierro. Colección Rayo Azul, 2023), libro este último que completa hasta el momento una trayectoria ascendente de una poesía caracterizada, como ha señalado Joaquín Pérez Azaústre en su prólogo a Soñar, al que parafraseo, por su “nitidez verbal, su intención ética convertida en lenguaje, la originalidad de las asociaciones, su libertad estética, su potencia simbólica y su tensión emocional”. Todas estas características son predicables de El calor oculto de las cosas rotas, poemario en que se confirma la singularidad de una obra que no cabe dentro de las diferentes etiquetas utilizadas para nombrar movimientos o corrientes. Nos encontramos, por tanto, ante una voz única, no por ello exenta de nutrientes literarios tan cualificados como Walt Whitman, Machado, Vallejo, Lorca, Cernuda, Aleixandre o Juan Gelman, presencias encarnadas en los momentos de creación, a las que debemos añadir la de Shakespeare y su cosmovisión del alma humana. No en vano encabeza El calor oculto de las cosas rotas una larga cita de Macbeth.

"Entre la caída y el vuelo nos movemos durante la lectura del último libro de poemas de Jon Andión"

Entre la caída y el vuelo nos movemos durante la lectura del último libro de poemas de Jon Andión, dividido en dos partes alusivas, si las unimos, al rostro total de la existencia, al mundo con toda su verdad, con todo “el calor oculto de las cosas rotas” que, por tanto, se quedan dentro de nosotros, como un asma. Con todo también “lo que somos”, que es como nos dice Jon Andión todo lo que seremos. Mediante un lenguaje fundado en el superrealismo, nunca automático, siempre consciente, en el que se escucha una respiración aleixandrina; lenguaje a veces también con íntimas fracturas que nos recuerdan a Juan Gelman, y a través de versos que constantemente nos sumen en la sorpresa, como ya muy bien subrayó José Luis Ferris al hablar del primer libro del poeta, Palabras invisibles, se esgrafían dentro de nosotros el insurrecto placer de la pureza; el ansiar que es casi el azul profundo del ahogado / y encontrar un silencio rasgado de sirenas; el beso, el amor y el deseo (…) Un beso encierra una herida para conversar / pero se desvistieron rápido / y quedó al final un abismo insalvable / que nadie pudo vestir acunar o nombrar. / Son cosas del demonio el calor perdido entre el amor y el deseo. Y se anuncian el dolor y el recuerdo mediante un elemento atmosférico que nos inunda (…) La velocidad de la ventisca / en el cuarto último espectro de la lucidez / de repente un dolor un recuerdo / corto y arrastrado. La Naturaleza, lo vemos es  muy importante en alguno de los poemas de El calor oculto de las cosas rotas al actuar como catalizadora de lo medular en las ideas y los sentimientos que, al encontrar una referencia en ella, adquieren un desnudez y horizonte infinitos. Pongo tres ejemplos (…) La vastedad de todo lo que es y quedará (…) ¿Por dónde se llega a la altitud? (…) Hay una manera de respirar que es una llamada / al acento perdido de los abuelos y sus surcos de colina y manantial, / al épico altercado del amanecer / y el amarillo fluorescente de los imposibles, / a la verticalidad impulsada de los volcanes que vigilan, / a la soledad de la arena en la ternura mineral de los desiertos / que cambiaron el agua por la crudeza de la verdad, / y cada uno de los cielos que me guardo, / y el universo que sostiene el universo, como la diversidad inconquistable de los iguales / que se lanzan / de la mano/ hacia la vida. / Lo diré. /sólo el mañana nos sostiene.

Lo invisible, lo oculto, el secreto, son tres términos generativos en este libro de poemas, y aparece la crisálida como ese estado de quietud que precede a la adultez, como ese estado quiescente donde se produce el embarazo de lo que podemos con nuestra vida despertar (…) Quizás hay puertas que son solo su umbral. / Hay ruidos para los amantes, / luces abiertas que no disculpan, / y un aire dulce a sal del que cuelga el porvenir. / Quedarán crisálidas en el aire para los despiertos.

"Otro aspecto de este libro tan complejo por tantos elementos que en él se tejen, es el de la escenografía donde el fantasma del citado Shakespeare cruza, y se desnuda la existencia"

Hay igualmente en la poesía de Jon Andión una dimensión  profundamente reflexiva en la que la muerte y la nada están presentes, pero no como conceptos abstractos, sino que están encarnados, lo que consigue acudiendo de nuevo a elementos de la naturaleza, al secreto y los ausentes (…) Hay muerte y frío alrededor / como para compensar lo que pudimos haber reído/ conservas caducas de lo que fuimos / este vacío hecho animal. / Hay cantos blancos encima de cada secreto / como plumas caídas de un desengaño. / Silencio nieve y ceniza, / Hay criaturas calladas detrás de todas las puertas. Y a la hora de reflexionar nos dice Andión mantén la mente salvaje. Concepto este de salvaje que identifica con nosotros mismos en respuesta a una pregunta de la poeta y periodista Esther Peñas. “Lo salvaje, afirma el poeta, es aquello que habita en nuestra propia naturaleza per pertenece a la otra orilla, algo que deberíamos abrazar y comprender, tiene algo que ver con la pura libertad de emoción, de pensamiento, de pisada”.

Otro aspecto de este libro tan complejo por tantos elementos que en él se tejen, es el de la escenografía donde el fantasma del citado Shakespeare cruza, y se desnuda la existencia. Yo diría que todo el poemario es una representación del mundo donde somos apuntadores que vamos recitando, aunque sea en voz baja, nuestro papel. No me resisto a citar unos versos del poema que, precisamente se titula EL APUNTADOR: soy todas tus blancas calaveras aplicadas en un escenario / entre trozos de letreros rotos/escaleras imperfectas / cuerdas y contrapesos (…) no valen los nombres de las cosas / sino la sombra que dejaron al final / soy el árido secreto de las piezas sueltas/ soy el calor oculto de las cosas rotas.

Tras más de una lectura, en cada una de las cuales se encendían nuevas luces y nuevos sentidos hay dos poemas que por sí mismos,  justifican todo el libro, FERIA, poema muy visual, donde todo trasmina, y LOS SOLITARIOS, en el que con imágenes sorprendentes, muy habituales en la obra de Jon Andión, radiografía a este ser que vive en su astro, pero sin separarse del mundo (siempre lo interior y lo exterior confluyen en Jon Andión) (…) En la estocada una corona, / un vivir por el vivir, / un trance con sabor a nado libre e intenso (…) Sucumben los solitarios a las mañanas silentes,/ como las estantiguas a tantas madrugadas eléctricas. / Sería  todo por un gesto de cariño/ o un dedal que esconda el infinito.

Termino con unas palabras del propio autor que resumen muy bien EL COLOR OCULTO DE LAS COSAS ROTAS transmitidas a la ya citada Esther Peñas: “Este libro pretende volver la mirada a lo plural, a lo ilimitado, a lo diverso que conforma un mundo propio y a la vez todos los mundos. Y nada está roto del todo, como la vida no es solo una caída o solo un vuelo sino una sucesión de vuelos y caídas, y caídas que no lo son tanto y vuelos que tampoco y otros tantos ejemplos que sí. Quizás se trate de navegar y de mirar y de contar historias”. Una navegación que cada uno de notros haremos por el fondo de nosotros mismos y que de algún modo marcará nuestras vidas.

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Autor: Jon Andión. Título: El calor oculto de las cosas rotas. Editorial: Huerga y Fierro. Venta: Todostuslibros

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