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Esa pícara idea: making of de la secuela de «Historias del Kronen»

Esa pícara idea: making of de la secuela de «Historias del Kronen»

Lo primero fue la idea, “esa pícara idea”, como decía Galdós. Desde hace casi un lustro —desde que Historias del Kronen cumplió los veinte años— hay lectores que me vienen repitiendo que debería escribir la secuela. “Queremos saber qué ha sido de Carlos”. Yo siempre contestaba lo mismo. Que Kronen me parecía la encarnación perfecta de un momento vital y de una época, las dos cosas. Y que no veía cómo era posible volver a recuperar esa intensidad y hacer que cobrase sentido la, iba a decir, resurrección, fijaos qué lapsus más curioso, de Carlos.

"Para que una secuela de Kronen funcionase debía ser una novela desenfadada, descarada, desacomplejada, gamberra, libérrima"

Pero hete aquí que, hará cosa de dos años, me desperté en mitad de la noche con una visión. De repente me asaltó esa pícara idea y supe qué es lo que le había sucedido a Carlos. Ya sabéis que los novelistas desde Dickens suelen empezar sus historias por el final, y yo no soy excepción. Antes de ponerme a escribir necesito visualizar un grupo de personajes y saber qué les va a suceder: esa anécdota es lo primero. Yo tenía, desde luego, mis personajes. Era la parte más sencilla. Pero me hacía falta una anécdota, y no solo eso. Me hacía falta que esa anécdota fuese brillante, rotunda, que tuviera magia, que fuera visual, y que diera el sentido al regreso de Carlos.

Es cierto que ya de antemano tenía un arranque en mente. Siempre dije, medio en serio medio en broma, que si escribiese la secuela de Kronen la arrancaría en el hospital con Carlos enfermo terminal. Era casi un chiste, pero se fue anclando en mi imaginación. Y los personajes ya los tenía, por supuesto. Con lo cual, cuando me desperté aquella noche y vi —porque las ideas nadie sabe de dónde vienen, tienen siempre algo de epifanía misteriosa; que no os engañe nadie, la inspiración existe— ese final, sentí que ya me quedaba sin argumentos para no intentarlo.

De entrada, eso sí, no se lo conté a nadie. Para que una secuela de Kronen funcionase debía ser una novela desenfadada, descarada, desacomplejada, gamberra, libérrima. No podía permitirme una mano agarrotada. De modo que no hablé a nadie de mi propósito. Pero me puse con ello.

"En cuanto di voz a Carlos, mi protagonista empezó a contar su historia de principio a fin, con una fluidez casi absoluta. Como si llevara veinticinco años esperando el permiso."

Y ahí llegó la sorpresa. No siempre sucede, pero escribir a veces puede resultar fácil. Muchas veces, no. Muchas veces las historias se atascan. Hay que repensarlas y reescribirlas mil veces. Esas, según mi experiencia, no suelen ser las mejores. Por lo menos en mi caso. Pero resultó que la secuela de Kronen no fue así. En cuanto di voz a Carlos, mi protagonista empezó a contar su historia de principio a fin, con una fluidez casi absoluta. Como si llevara veinticinco años esperando el permiso. Yo le había marcado un puñado de hitos, por supuesto —poca cosa, lo mínimo para que no anduviera desnortado—, pero no hizo ni falta porque la novela se escribió prácticamente sola y a la primera. Salió con una naturalidad pasmosa. Insisto en que es algo que no siempre sucede. Pero cuando me sucede, sé que esa novela será de mis mejores.

Faltaba un último ingrediente que yo deseaba y que he logrado incluir pero que no siempre se puede controlar: el humor. Todos queremos escribir con humor. Pero el humor es algo que aparece o no; no es algo que se imponga. En mi caso yo deseaba ese humor. Me parecía imprescindible. Para no tomar demasiado en serio la tarea. Si me pesaba la mano, si le tenía demasiado respeto al personaje, al mito, sabía que me estrellaría. Necesitaba desesperadamente que el humor viniese a mi rescate. Y el humor llegó. Lo sentí desde el primer capítulo. Tampoco hubo que forzarlo.

"La última juerga, la recuperación literaria de Carlos y sus colegas del Kronen, está ahora mismo en librerías. No hay mucho que añadir salvo que estoy satisfecho"

El resto ya es historia. La última juerga, la recuperación literaria de Carlos y sus colegas del Kronen, está ahora mismo en librerías. No hay mucho que añadir salvo que estoy satisfecho. Todos los indicadores personales míos con respecto a esta ficción son positivos. Tendrá sus defectos, por supuesto —qué novela no los tiene, y más siendo mía, que soy un escritor intuitivo y visceral, con grandes altibajos creativos y profesionales—, pero en este caso intuyo que hasta sus defectos pueden ser virtudes. La secuela de Historias del Kronen no podía ser un texto demasiado limpio, sino que tenía que recuperar cierto ethos punk de la primera parte. De modo que ahí la tenéis los fans del Kronen: espero que la disfrutéis y que no protestéis demasiado. Como decía Silvio Rodríguez, cualquier reclamación, que sea sin membrete.

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Autor: José Ángel Mañas. Título: La última juerga. Editorial: Algaida. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro

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