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Eso es «El escapista»

Eso es «El escapista»

Si el yo es una construcción cerebral, o al menos sicológica, ni siquiera el que lo dice sería quien cree ser, sino una mera especulación de ese kilo y medio de masa orgánica que nos lleva al maltraer desde hace mucho. Porque los humanos llevamos milenios intentando averiguar quiénes somos.

El bucle es formidable: uno es aquel que no es el otro, ese es justo el propósito con el que nos ha inventado la mente. Y para eso necesitamos que el otro esté delante. O al menos, que exista. O siquiera, imaginar que existe.

¿Y si ese otro es clavado a uno mismo? Casi exactos son algunos gemelos. Bueno, pues ahí está la cosa. Ese es el primer elemento sobre el que se levanta El escapista, de ahí arranca.

"¿Cómo puede ser que un hermano acceda a quedarse en la cárcel en lugar del otro? O lo quiere mucho, pero muchísimo, o le debe algo"

Pero también de la lectura de una noticia de prensa: un terrorista de ETA salió de la cárcel haciéndose pasar por un hermano suyo que fue a visitarle. Las dos primeras preguntas que se le ocurren a cualquiera, aparte de la relacionada con la falta de diligencia de los funcionarios, son: ¿cómo se le puede pedir a un hermano una cosa así? Y la otra: ¿cómo puede ser que un hermano acceda a quedarse en la cárcel en lugar del otro? O lo quiere mucho, pero muchísimo, o le debe algo. Y la deuda, para hacer algo semejante, tiene que ser de consideración.

De El País, 25 de septiembre de 1983: «El pasado día 17 Ignacio Alonso Martín, activista revolucionario acusado de atracos y tenencia de explosivos, se escapó de la prisión cambiándose por su hermano gemelo. Cuando se detectó el cambiazo, el hermano del evadido admitió su participación en la fuga. La autoridad judicial decretó su procesamiento por complicidad en el quebrantamiento de la condena. Pero al no tener antecedentes, y como la ley no permite que nadie cumpla pena por otro, el juez lo puso en libertad».

Ese es el segundo elemento, un noticia de prensa. Empieza el juego de los intercambios. Y de los descubrimientos consiguientes. Porque para que uno de los dos esté en la cárcel, algo muy grave ha tenido que hacer.

"Dos gemelos gigantes, Rafael y Carmelo, que se miran el uno en el otro para saber quiénes son"

Y el tercer elemento, siempre hay uno. Un recuerdo infantil muy poderoso que tiene que ver con un gigante. Se llamaba Juanito el de Nogueras y apareció por el pueblo donde pasábamos los veranos. Iba montado en el carro de un tractor. No hubiera cabido en la cabina, ni en un coche, ni en ningún otro medio de transporte que tuviera techo. Lo recuerdo todo de aquel hombre. La camisa gris de cuadros que llevaba, los pantalones grandísimos, el cinturón con que se los sujetaba. Las inmensas manazas con las que cogía un botellín de cerveza. Todo, absolutamente todo, hasta la voz. Todo menos una cosa: su cara.

Dos gemelos gigantes, Rafael y Carmelo, que se miran el uno en el otro para saber quiénes son. Lo mismo que Baptiste Hugo (Vinadio, Alpes italianos, 2,30 de estatura) y su hermano Antoine (2,25). Cuando murió Antoine, Baptiste Hugo no se arredró. Hizo las maletas, cruzó el Atlántico y se fue a cubrir la plaza vacante que había dejado su hermano en el circo Barnum & Bailey de Nueva York. Y nadie notó la diferencia. Todo el mundo los conoce como los Gigantes de los Alpes.

Tenía, pues, una especulación sobre la identidad. Tenía a dos hermanos que se intercambian en la cárcel, aparte de lo que descubren el uno del otro. Y finalmente, tenía su condición de gigantes. Dos metros, treinta y un centímetros de rareza. Eso es El escapista.

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Autor: Javier Sebastián. Título: El escapista. Editorial: Alianza Literaturas. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro

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