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Estratagemas para no pensar

Estratagemas para no pensar

Resolví hacer eso que hacen los idiotas un domingo por la tarde. Para dejar de pensar. En usted. Me tengo harta con eso. Aunque deba abocarme a la columna del diario ese, al texto de la obra de teatro aquella. Pienso.

Resolví ir a la panadería a por unas facturas, no muchas, unas tres, quizá cuatro. Y sucedió lo inefable. El panzón de rulos indecorosos que estaba delante mío se llevó la última de pastelera y ricota, la que más me gusta, si no la única. Que con las facturas y los amores me pasa parecido. Uno. Ese y no otro. Su peculiaridad. Su textura. Su bendita locura cuerda en estos tiempos de locos. La medida de ricota exacta sobre el mar amarillo pastelera. Ojos curiosos, huidizos, que lo remil parió.

Le deseé la extinción al de los rulos. Y a usted, que no responde. Y a los problemas graves que no tengo y tan bien me vendrían para sufrir por algo que la Real Academia o la ciencia justifiquen. El amor, problema desdeñable burgués. Y no sé qué hago yo escribiéndole si me había prometido no hacerlo hasta el sábado que viene. Tiempos de locos, sí, ya ni en una se pude confiar…

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