Resolví hacer eso que hacen los idiotas un domingo por la tarde. Para dejar de pensar. En usted. Me tengo harta con eso. Aunque deba abocarme a la columna del diario ese, al texto de la obra de teatro aquella. Pienso.
Le deseé la extinción al de los rulos. Y a usted, que no responde. Y a los problemas graves que no tengo y tan bien me vendrían para sufrir por algo que la Real Academia o la ciencia justifiquen. El amor, problema desdeñable burgués. Y no sé qué hago yo escribiéndole si me había prometido no hacerlo hasta el sábado que viene. Tiempos de locos, sí, ya ni en una se pude confiar…
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