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Estrella Morente y la poesía

Estrella Morente y la poesía

Puesto que bien es sabido que la poesía y el flamenco siempre han ido estrechamente ligados de la mano, la cantaora Estrella Morente se ha estrenado recientemente como poeta escribiendo un poemario titulado Mis poemas y un cante, publicado en Escritos Contextarios —y coincidiendo a propósito con el nacimiento de Federico García Lorca, al que considera «uno de los poetas más queridos» en su casa—. Su padre, Enrique Morente, fue el primer cantaor flamenco asiduo lector de poesía; además, se interesó profundamente por la figura de este poeta, dejándolo claramente visible en sus discos Lorca (1998) y Omega (1996) —este último, que además revolucionó por completo la historia del flamenco como género musical, se basa en su obra más vanguardista, Poeta en Nueva York—.

Estrella, desde esa infancia de niña que se cría en casa de «los Morente», ha reconocido que fue su padre quien le hizo ver que la literatura «es la única encargada de enseñarnos quiénes somos». Además, le ayudó a musicalizar a Juan Ramón Jiménez en las bulerías «Moguer» de su primer disco, Mi cante y un poema (2001). Esta canción recoge partes de tres obras diferentes: «XVII La Noche» de Canción («El dormir es como un puente / que va de hoy al mañana. / Por debajo, como un sueño, / pasa el agua, pasa el alma.), «Amor» de Bonanza («Ten cuidado, cuando besas el pan… ¡Que te besas la mano!») y un fragmento en prosa de Leyenda (1896-1956):

Mi vida fue salto, revolución, naufragio permanente: Moguer, Puerto de Santa María, Sevilla, Moguer, Francia, Madrid, Moguer, América. Y en América, Nueva York, Puerto Rico, Cuba, La Florida, Washington, la Argentina, Puerto Rico, Maryland, Puerto Rico.

La cantaora dice apostar por una «lectura sencilla», y entre sus referencias poéticas destaca a San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, María Zambrano, Federico García Lorca, Constantino Cavafis, Javier Egea y Luis García Montero —estos dos últimos fruto de su relación con Granada—. Los lugares más emblemáticos de la ciudad aparecen retratados en varios de los poemas del libro; además, comienza con «La luz de un día», donde hace una contundente reivindicación de sus orígenes:

En la ciudad de la Alhambra
la luz vi un día
allí me parió en Graná
la mare mía.

El poemario recoge incluso algunos poemas escritos por ella desde niña, y trata temas como la infancia, su concepción del propio cante, el desamor, el feminismo y el racismo. En la introducción al poemario, defiende: «Cantaremos por las que ya no pueden. Por las que tienen las bocas cosidas como las cremalleras de las pinturas de mi madre […]. Por eso también este poemario va dedicado a todas las mujeres silenciadas que no pudieron alzar la voz». Y es que, más que un libro, Mis poemas y un cante es un proyecto relacionado con la familia, el amor y la amistad. Por eso, este fragmento se encuentra acompañado por una pintura hecha por su madre, la artista Aurora Carbonell, y titulada Silencio impuesto, donde una mujer aparece con la boca cosida detrás de un burka. En el poema «Silencio» —concepto que se repite a lo largo de toda la obra—, además, la autora es tajante: «No es lo mismo un silencio de blanca / que un silencio de negra».

Enrique y Estrella Morente.

Llama especialmente la atención «Poema antiguo», donde busca la escritura en español medieval, girando en torno a la idea de visitar al amado a escondidas de madrugada, y que sería tan musicalizable al flamenco: «Llamé a su portón divino / y abrióme la madrugada / Aqueste sentir tan mío / como tañidas campanas». También encontramos un pequeño homenaje a La Niña de los Peines, una de sus influencias dentro del mundo del cante: «Niña de cristal y fuego / la de los Peines te llaman / oro son para mí los cantes / que manan de tu garganta». En cuanto al tema del desamor, a veces lo encontramos tratado con cierto toque irónico y jocoso: «Te quiero! Te dije en broma / Tan de veras lo tomaste / que ni a la puerta te asomas / si yo lo llego a saber / ya no te gasto más bromas».

Es evidente que nos encontramos ante un poemario a medio camino entre la poesía y la música, donde hay una fuerte presencia de la oralidad, así como del acompañamiento de alguna letrilla flamenca que seguramente Estrella musicalice en un futuro («Que te calles, que te calles / que te tengo yo tapaítas / cositas que nadie sabe»). Por tanto, y como es de esperar, su concepción de la poesía es bastante abierta; de hecho, el libro se abre con unas fotos y agradecimientos a su abuela Rosario: «por enseñarme que la poesía también anda por la calle y va al mercado, a la plaza de abastos, a los teatros, a los parques, a los médicos, a la paz y a la guerra».

En la nota de los editores —que se abre con unos versos del escritor y pintor Rafael Feo—, Amaranta Ariño incide en la espontaneidad de los versos y en la capacidad de Estrella para conquistar territorios íntimos mediante una escritura que no busca la excelencia —donde considera que reside su valor—, y afirma que en casa de los Morente la poesía y el cante siempre han ido de la mano, puesto que su padre musicalizó a poetas «judíos, árabes y cristianos, desde San Juan de la Cruz a sus contemporáneos». En el prólogo, su amigo Gabriel Estévez le dedica estas palabras: «Ella siente los elementos de los que forma parte. Es Tierra por la que transita. Agua donde se ahoga»; en el epílogo, Pedro Enríquez define el libro como un «barco donde navegan juntos los pasajeros del silencio y del sonido».

Es interesante que este poemario lleve como título una referencia dada la vuelta a su disco Mi cante y un poema (2001) ya que, si antes adaptaba la poesía de Juan Ramón, ahora ella toma el papel de escritora y termina con «un cante», puesto que la edición del libro guarda el detalle de una grabación inédita de su «Soleá de la tortolica», donde recupera palmas y suspiros de su padre y revive el universo vanguardista de su Omega (1996). Además, ha sido publicado justo antes de su álbum de estudio Leo (2021), donde también reivindica la fuerza femenina. Por tanto, aunque Mis poemas y un cante sea un conjunto de poemas escrito sin pretensiones ni búsqueda de una «trascendencia» en un canon poético, es un libro elaborado con cariño y respeto hacia la propia idea de la poesía de la autora y a sus referencias artísticas, buscando una poesía popular en la forma que conecta perfectamente con la música y que termina exactamente donde empieza, con una bonita y familiar reflexión sobre la vida: «A esperar que la vida me lleve / porque la vida es un tango / y como dice mi abuela Rosario / el que no baile es porque no sabe / o porque no quiere».

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