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Eureka, soy padre de un libro (II): ¿Y ahora qué?

Eureka, soy padre de un libro (II): ¿Y ahora qué?

En la entrega anterior habíamos puesto el punto y final a nuestra obra; el de verdad, no aquel The End que te arrancó un suspiro de emoción al terminar de escribir tu historia. Pero la criatura todavía no ha salido de casa, salvo para ir al registro y a las correcciones. Ahora nos quema en las manos, queremos verlo en las librerías: no hoy, ayer. Estamos como Roger Rabbit cuando golpeaban la tarima para salir a escena. De momento, lo mejor es tomarse una tila, un valium, hacer macramé, arrearle al punching ball o lo que sea que alimente tu paciencia y relaje tus nervios porque, salvo casos contados, la vas a necesitar.

"Hace unos años la autopublicación era anatema, el desprecio se percibía en el rictus de quien lo mencionaba referido a cualquier autor novel, y las editoriales huían de los audaces que osaban adentrarse solos en su territorio"

Para llegar a ver el libro publicado, el camino es largo y, hoy en día, más variado y estrecho que antaño. Es más estrecho porque cada día se lee menos y se escribe más. Más oferta y menos demanda dificulta mucho culminar con éxito el deseo de publicar. Cual bandada de espermatozoides intentando fecundar un óvulo, solo uno de muchos miles logrará su objetivo.

Hace unos años la meta era llegar a una editorial, con o sin intermediarios. Si querías publicar, la intervención de una editorial era imprescindible; tener un agente, casi imprescindible. La autopublicación era anatema, el desprecio se percibía en el rictus de quien lo mencionaba referido a cualquier autor novel, y las editoriales huían de los audaces que osaban adentrarse solos en su territorio. Aclaro esto porque el de la autopublicación será uno de los temas que comente en próximas entradas, pero como sé que la mayoría de autores que empieza sigue soñando con ver su libro en tapa dura, en el centro del escaparate de su librería favorita y arropado por un sello editorial como prueba del algodón de su calidad literaria, la entrada de hoy se va a centrar en el camino para llegar a una editorial, y en particular en la figura del agente literario.

Un inciso que, aunque obvio, hay que hacerlo. Como este país es como es, un atajo es echar mano de algún amigo generoso introducido en el mundillo literario ―no todos quieren compartir sus contactos y, llegados a este punto, igual descubres matices en la palabra amistad que no te esperabas, aunque también hay sorpresas muy agradables―. Si tu manuscrito va de la mano de alguien de la confianza del destinatario, aunque sea la novia del primo del agente/editor, al menos se dignarán a leerlo y tarde o temprano te contestarán, algo mucho más difícil de conseguir de lo que a priori parece. Pero tampoco esa vía de acceso te garantiza nada. Simplemente te abre una puerta acorazada, que ya es mucho. En este y en los dos párrafos siguientes, lo que explico se aplica tanto a agencias como a editoriales, y tan difícil es firmar contrato con las primeras como con las segundas.

"Hablo de carta, pero olvídate del papel, aunque la estructura sea la clásica. Todo se mueve hoy por la Red"

Tanto si consigues ese contacto de alto voltaje como si vas por libre, lo primero será hacer la carta de presentación de la que hablé en la entrega anterior. Van a necesitar saber quién eres y qué ofreces. No hay diferencia si te diriges a una editorial o a un agente en cuanto a la información que aportar, los dos tienen el mismo problema: exceso de peticiones y falta de tiempo. Hablo de carta, pero olvídate del papel, aunque la estructura sea la clásica. Todo se mueve hoy por la Red.

Hay quien en su misiva ―lo que vendría a ser una página impresa― incluye también la propuesta editorial como parte del texto, en un ejercicio de concisión, y hay quien envía la propuesta editorial como un archivo adjunto. No soy quién para decir qué funcionará mejor, pero, por sentido común, incluye lo más relevante en la carta para que se molesten en hacer clic en el adjunto y llegar a la propuesta, o de nuevo acabarás en la papelera.

En el cuerpo del texto es aconsejable incluir lo siguiente:

  1. Saludo e introducción: breve, sin peloteos, al grano. No vale disparar a todos los nombres que te vengan a la cabeza ni enviar correos masivos. Investiga un poco las referencias que encuentres en la Red: si se trata de agentes, por ejemplo, no te molestes en escribir a quien solo publica autores extranjeros; si se trata de una editorial, no escribas a una especialista en novela histórica si escribes policíaca. Pongo estos dos ejemplos para ilustrar a qué me refiero. Imagino que se entiende. Intenta personalizar tu escrito todo lo que puedas con la información que hayas podido conseguir, y piensa que esas líneas que estás tecleando es lo primero que van a leer de ti. Como tenga faltas de ortografía, incorrecciones gramaticales, una redacción confusa o un tono inapropiado ―esto es muy subjetivo, pero quedémonos con que no son nuestros colegas del bar ni queremos ganar con ella un premio de poesía―, nuestras ilusiones acabarán en la papelera junto a las posibilidades de subir un peldaño más en el proceso, aunque tu obra sea digna del Cervantes.
  2. Presentación personal: no es un CV pero sí es un CV. Me refiero a que no hace falta poner todos tus estudios, titulaciones, cursillos y aficiones, pero sí debes poner todo lo que aporte valor como autor: otras obras relevantes publicadas, si escribes en algún medio de comunicación, premios: si los coleccionas por decenas, como algún amigo mío, di que los adjuntas en archivo y menciona solo los muy conocidos; si tienes un blog o eres un crack en las redes sociales, menciona el número de seguidores… Todo eso es relevante de cara a la promoción y es algo que hoy en día se valora mucho. Por el rollo de la marca personal y todo eso. Pero no mientas, con san Google se pilla rápido, así que si solo te sigue la familia y dos vecinas obvia el tema. También si hay algo significativo en tu vida que tenga que ver con tu obra y pueda ser interesante de cara a la promoción. No te olvides de incluir todos tus datos de contacto, incluso el correo electrónico, aunque sea el mismo desde el que lo envías.
  3. Presenta tu obra: título, número de palabras (es más indicativo que el de páginas), género o géneros, público objetivo y un breve resumen de la obra que quieres proponerles, de cinco o seis líneas. Si vas a ampliar con propuesta editorial, lo indicas. En la Red hay mucha información de cómo enviarla, pero cada agente y cada editorial es un mundo. Si envías solo la carta y consigues captar su atención, ellos te dirán qué más debes enviar.
  4. Despedida y cierre.

Para seleccionar a qué agentes o editoriales escribir, o si enviar nuestro retoño a uno u otro, primero es bueno saber qué papel juegan los dos actores clásicos de este negocio. Repito, n e g o c i o. A partir de aquí tienes un producto que ha de generar beneficios. Para bien o para mal, eso pasa por delante de muchas otras consideraciones más románticas, y hay que tenerlo claro.

En la próxima entrada, seguiremos con ellos.

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