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Eureka, soy padre de un libro (I): Y ahora ¿qué?

Eureka, soy padre de un libro (I): Y ahora ¿qué?

Uno de los problemas con los que se encuentra un aspirante a escritor cuando tiene su manuscrito acabado es qué hacer con él.

La tradición mandaba empezar a recorrer el tortuoso y árido camino de escribir a editoriales y agentes literarias. Y aunque hoy en día la nube nos acoge, hay muchos que no consideran empezada su carrera hasta firmar con uno de ellos, y sigue siendo EL camino a explorar, aunque ya no sea el único. A veces ni tan siquiera el principal.

En este y futuros artículos voy a desgranar ese camino y las distintas posibilidades que tenemos, desde la más tradicional hasta la autopublicación en plataformas digitales, desde la experiencia y los batacazos propios. Hay muchas formas distintas de verlo. Esta es, simplemente, la mía.

Empezaré por algunas cosas que, aunque parezcan de Perogrullo, no todos los neófitos las tienen claras. Al menos yo en su día no las tenía:

1.- Después de escrita revísala a fondo, corrige, elimina lo superfluo y no tengas miedo de cargarte un párrafo, por excelso que te parezca, si no aporta algo interesante a la trama.

2.- Deja reposar la obra un par de meses y vuelve a leerla. No tengas prisa. Y aprovecha esa relectura para corregirla de nuevo. No me cansaré de repetirlo: corrige, revisa, corrige, revisa, corrige…

"Registra donde y como quieras, pero registra"

3.- Sea cual sea el medio de publicación elegido, registra tu novela antes de enviarla a ningún sitio. Puedes hacerlo en el registro de la propiedad intelectual que te corresponda; el coste es bajo. Para hacerlo, ten en cuenta que te cuesta lo mismo registrar un relato de 5 páginas que una antología de relatos de 200. Así que, si lo tuyo es la poesía, los cuentos, o los relatos, agrupa, haz un índice y regístralo todo junto.

Además hoy en día existen servicios en la red de registro gratuito y que son serios, como Safe Creative. Registra donde y como quieras, pero registra. El plagio parece algo lejano y difícil de probar ―lo es, aunque no hace mucho se ha publicado una sentencia muy contundente―, pero cuantos más medios tengas para protegerte, mejor.

4.- ¿Recuerdas el punto 1 y el 2? Pues volvemos a él. Vuelve a someterlo a revisión, pero esta vez busca terceras personas. No te fíes de amigos o familiares devotos. Busca alguien que entienda, un lector solvente y que no tema decirte la verdad. También es útil, a veces imprescindible, contratar el servicio de informe de lectura y corrección de texto. No son lo mismo. Lo primero, si te decides a solicitarlo, siempre antes que lo segundo, porque puede obligarte a hacer cambios estructurales, de punto de vista o replanteamientos que modifiquen el texto que creías definitivo y, por tanto, las correcciones que hayas hecho se perderán e introducirás otras posibilidades de fallo que a su vez tendrán que ser corregidas.

"Tampoco te cabrees si el informe de lectura te saca alguna que otra vergüenza"

El informe de lectura es un análisis profundo de tu texto, de aspectos más de fondo que de forma. No es fácil encontrar el lector adecuado, puede parecer que cualquier profesional vale, pero no es así. Algunos intentan reescribir la obra como si fuera suya, cambiarla a su imagen y semejanza, a sus gustos. Recuerdo una lectora de agencia que se empeñó en que Lucía Company tenía que ser la protagonista de la saga familiar de Los Lamarc. Las condiciones de Lucía ―mujer con estudios emigrada a otro país, sensata, no muy agraciada y con una familia complicada―, coincidían con las de la lectora, y era el personaje con quien más se identificaba. Lo descubrí tras intercambiar varios correos con ella interesándome en por qué sugería un cambio tan radical que resultaría en una obra completamente distinta a la que yo había escrito. Eso no puede aceptarse. Tu idea es tuya, y hay que sacarle el máximo partido.

Tampoco te cabrees si el informe de lectura te saca alguna que otra vergüenza. No te lo tomes por lo personal. Si se lo has enviado a un profesional no es para que te sobe el lomo, sino para que detecte fallos que se te han pasado por alto o te sugiera formas de potenciar la historia. Por eso es importante elegir alguien que te inspire confianza y respeto. Con El final del ave Fénix no recurrí a nadie. No fue por prepotencia o exceso de confianza, sino por ignorancia sobre todo lo que ahora estoy contando. Ni sabía qué hacer ni me dio tiempo. Fue todo una insensatez a gran velocidad que me llevó de la final del Planeta a publicar al año siguiente en una editorial local en la que nada fue como esperaba. Pero con Las guerras de Elena había aprendido la lección y sí solicité el informe de lectura. El resultado fue agridulce, aséptico y muy provechoso. Tanto, que aunque no es habitual, mencioné a la profesional que lo hizo en los agradecimientos: «A Laura Zorrilla, que revisó mi primer manuscrito y me dio un palo monumental haciendo que me replanteara muchas cosas que espero, en esta edición por fin publicada, estén resueltas.» Creo que fue un dinero muy bien invertido.

"Si consigues una buena editorial es posible que ellos te hagan el trabajo de editing y corrección, pero cada día ahorran más en este proceso"

Y, como he dicho antes, con la historia, personajes y estructura clara y definitiva, hay que corregir de nuevo. A ser posible por un tercero. Y si es profesional, mejor. Se tratará de una corrección ortotipográfica y en cierta forma de estilo (para evitar rimas, cacofonías, omisiones involuntarias, repeticiones…), y puede hacerla el mismo profesional que elegiste para el informe de lectura. Muchos me dirán: aún no he publicado y ya me he gastado más dinero del que probablemente ganaré, salvo milagro, con mi primera edición si llega a publicarse. Así es. Pero es un riesgo y una inversión que cada uno debe valorar. Si consigues una buena editorial es posible que ellos te hagan el trabajo de editing y corrección, pero cada día ahorran más en este proceso y, además, antes tienes que llegar a ellos, y con una obra mal acabada será difícil.

5.- Ya tienes la novela impoluta, bien estructurada, sin erratas ni omisiones ni faltas de coherencia. Lo siguiente es presentarla de forma que pueda leerse con facilidad. Maqueta bien el manuscrito para que la lectura sea cómoda ―aunque algunos te indicarán el formato en cual enviársela, muchos ya por internet―. No pierdas el tiempo en florituras como colorines, letras especiales, ilustraciones (salvo que sea un cuento ilustrado) ni mezcles formatos de letras y tamaños. La sencillez gana y, además, si la mandas por correo electrónico los esfuerzos serán en vano, porque muchos conversores se cargan ese tipo de cosas.

"Sé realista, pero no te cortes y véndete. Quieres que te compren y con humildades y timideces no llegarás muy lejos"

6.- Jamás envíes el manuscrito hasta que te lo soliciten expresamente. Si te tomas la molestia de entrar en las webs de los editores o los agentes, verás que es frecuente encontrarse con la frase: «No enviar manuscritos no solicitados».

Con esto claro, ya puedes preparar la documentación a enviar.

Lo más habitual es una carta de presentación, breve, clara, sin peloteos absurdos que no aportan nada (del tipo “me pongo en contacto con usted porque sé que es un magnífico profesional respetado por todos, y blablablá»). Aprovecha el espacio, porque en pocas líneas tendrás que decir quién eres, si tienes algo de experiencia destacable en el aspecto literario, el nombre de la obra, una sinopsis y algunos datos relevantes, como el género y a qué tipo de obras puede asemejarse, o cuál es su público objetivo. Sé realista, pero no te cortes y véndete. Quieres que te compren y con humildades y timideces no llegarás muy lejos. Tampoco vayas de rey del mambo si no tienes nada sólido que lo avale. Puedes caer en gracia, pero eso le pasa a uno en cien años.

Ahora nos falta saber a quién se lo enviamos, pero eso será otro día.

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