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Futbolistas del color de los angelitos de Machín

Futbolistas del color de los angelitos de Machín

Hace unos días, un amigo que sabe mucho de fútbol, me echó una bronca porque en el devenir de la conversación dije que ciertos futbolistas de élite eran negros. No me recriminaba lo de élite como minoría selecta, me recriminaba lo de negros.

—Eso no se puede decir ni escribir.

—¿Por qué? ¿Es que no lo son?

—Sí, lo son. Pero no conviene generalizar, porque algunos son brasileños, otros mozambiqueños, otros franceses, otros alemanes, otros de Ghana…

—Y otros de Pierde; aunque todos han venido a ganar montes y morenas (con perdón)—, concluí.

Convinimos en que de ahora en adelante a todos los futbolistas de color (negro o moreno) les nombraríamos —si fuera necesario, y si no, mejor no mencionar el color de su piel— como “del color de los angelitos de Machín”.

"Claro, ¡buen pintor, óyeme!: aunque la Virgen sea blanca, no desprecies el color de los angelitos negros, si sabes que en el cielo también los quiere Dios, aunque no sean futbolistas"

Y todo porque se me ocurrió decir que ya falta menos para que el equipo blanco sea negro. Y que ya no suenan apellidos como Campanal, Zarra, y Gainza de mi infancia; ni Del Bosque (condiscípulo mío en el Instituto fray Luis de León, de Salamanca), ni Hierro, ni Juanito, ni Pirri o Gordillo, ni Gento, Suárez, Torres, Casillas, Raúl; en fin, nombres y apellidos españoles. Ahora —bienvenido el progreso siempre que no mate la tradición o la costumbre— los apellidos de los futbolistas más famosos nos suenan por su popularidad pero no por su españolidad, pues no han nacido aquí, sino fuera de aquí.

Angelitos negros (con perdón) es una canción-reprimenda. El autor de la letra (se apellidaba, por cierto, Blanco, Andrés Eloy Blanco, ministro de Exteriores del gobierno de Rómulo Gallegos, gran escritor), se queja de que el pintor cuando pinta, con amor, en iglesias, pinta angelitos bellos. Pero, ¡caramba!, también los habrá negros, porque al cielo van todos los negritos buenos. Claro, ¡buen pintor, óyeme!: aunque la Virgen sea blanca, no desprecies el color de los angelitos negros, si sabes que en el cielo también los quiere Dios, aunque no sean futbolistas. (Creo que esto último no es de la canción, pero es nuestra contribución a la universalización del cielo, donde van todos los buenos en lo suyo, sin distinción de edad, sexo, color de raza, ni color político).

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