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Ginés Cutillas: «Creo a pies juntillas en la sanación por medio de la literatura»

Ginés Cutillas: «Creo a pies juntillas en la sanación por medio de la literatura»

En el mundo del arte, como ocurre en general en todos los órdenes de la vida, hay quien apuesta sobre seguro y repite una y otra vez la fórmula que le dio el éxito, y otros de mentalidad aventurera y exploradora que prefieren arriesgarse y desbrozar nuevos caminos. Ginés Cutillas (Valencia, 1973) pertenece a la segunda subespecie, uno de los escritores que surgió del frío de los bits y algoritmos —es ingeniero informático— para conciliar literatura y matemáticas en una obra que recorre trayectos muy diversos, desde el cuento y el microrrelato a la novela, el ensayo y la antología.

Su formación científica no le impidió enamorarse en la adolescencia de Poe, Borges y Cortázar y emprender su propio periplo literario, en el que la lógica le sirve cual vara de zahorí para desentrañar la parte más oculta e irracional del ser humano. A la postre, no hay pugna entre ciencias y letras, pues se dedica por entero a estas últimas como director de la revista Quimera, profesor de la Escuela de Escritores y colaborador literario en Radio 3.

"Sexo, dolor existencial, un baño de literatura como salvavidas y escapatoria"

Su último libro, La vida en falso (Tres Hermanas), ha desconcertado a quienes seguimos su trayectoria, en primer lugar por la gran diferencia con su anterior título, El diablo tras el jardín (Pre-Textos), un delicioso relato sobre la iniciación a la vida de un grupo de chavales que crecen en el barrio marinero valenciano del Cabanyal de los años setenta, y también por el escaso periodo de tiempo entre la publicación de ambos. Misterios insondables del mundo editorial.

En La vida en falso Cutillas se mueve en un registro completamente distinto, amargo y oscuro, al ponerse en la piel de un hombre incapaz de romper con su pareja, que inicia una serie de encuentros sexuales con sus compañeras de trabajo con la esperanza de que su relación oficial se agote por sí misma. Una suerte de funcionario que se desplaza a una ciudad del sur de la península con el sueño de escribir una novela y se encuentra rechazado en una atmósfera opresiva y provinciana, una mentalidad distinta a su lugar de procedencia. Un tipo que no despierta ninguna empatía, de un egoísmo patético, que se sirve de las mujeres de la misma forma que ellas también lo utilizan, en un juego de encuentros clandestinos e infidelidades. Hasta que, irónicamente, acaba enamorado de una de ellas, ‘H’, destinataria de la extensa carta en la que hace un ajuste de cuentas consigo mismo y un periodo devastado de su vida. Sexo, dolor existencial, un baño de literatura como salvavidas y escapatoria. Y un regusto de amargo escepticismo que permite etiquetar este relato como epítome del antirromanticismo.

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—Sorprende la diferencia abismal entre tu novela anterior, El diablo tras el jardín, editada por Pre-Textos el pasado año, y tu última novela. Háblanos de su génesis y gestación, porque el breve plazo entre la publicación de ambas hace pensar que la escribiste años atrás.

"La localización es importante para entender que, como en cualquier ciudad de provincias, la doble moral, el concepto de grupo y el qué dirán es todavía importante"

—Es obligación del escritor intentar algo nuevo en cada obra. Sería fácil, una vez encuentras una fórmula que funciona, quedarte en ella y reutilizarla. Yo huyo de ello porque entiendo que la literatura es un ente vivo que necesita de nuevos estímulos para mejorar. En cada nueva novela intento ir un poco más lejos. Si no, no tendría sentido seguir escribiendo. Se trata de conocerse a uno mismo a través de los otros. La vida en falso se escribió después de El diablo tras el jardín. Ambas esperaron años a ser publicadas. Soy un psicópata de la corrección.

—El libro es una larga carta a una mujer cuyo olor empieza a desvanecerse en la memoria del narrador. La única que, al parecer, amó entre otras muchas relaciones de paso. ¿Qué ventajas tiene desde el punto de vista literario dirigirte a un interlocutor concreto?

—En principio ninguno. De hecho, es complicado sostener el discurso al contar la historia justo a la persona que fue participe. ¿Qué se cuenta y qué se calla en estos casos si también estuvo allí como parte activa de los hechos? Ha sido un reto literario escribirla de esta manera y, por los comentarios que llegan, parece que funciona.

—La historia se desarrolla en una de las ciudades más bellas de España, Granada, pero no hay apenas mención a ella. La acción se presenta en un escenario prácticamente desnudo, supongo que para descontextualizar unos hechos que podrían ocurrir en cualquier ciudad de tamaño medio.

—La localización es importante para entender que, como en cualquier ciudad de provincias, la doble moral, el concepto de grupo y el qué dirán es todavía importante. Por otra parte, me interesaba más enfrentar el norte, del que viene el protagonista, con el sur, donde es recibido por sus compañeros de trabajo con códigos totalmente distintos a los que está acostumbrado. Tales características de la ciudad son vitales para entender la historia.

—Lo mismo ocurre con el entorno por el que se mueve el narrador, una oficina u agencia institucional que parece más bien una sucursal de Tinder, por el intenso intercambio sexual que acoge.

"Es una huida hacia adelante: pretende minar el territorio que pisa para que se haga irrespirable y tener que tomar la decisión final de huir de allí, o más bien que la tomen por él"

—Por eso es importante que ocurra en una ciudad pequeña. Cuando no pasa nada, la gente se aburre y hace que pase. Me parecía interesante reunir bajo el entorno laboral, y no lúdico, semejante intercambio sexual, y como sabemos, es una de las primeras leyes que no hay que incumplir. Nunca puede salir bien.

—¿Cómo te pusiste en la piel de un hombre que por no atreverse a separarse de su mujer se lanza, compulsivamente, a una serie de aventuras con distintas compañeras de trabajo?

—Todo es susceptible de ser documentado. El escritor observa, pregunta a gente que ha pasado por tal o cual lance, se mete en la piel del narrador y actúa de una forma coherente para cada escenario en el que sitúa al personaje. Ser escritor es eso. Revisité, eso sí, Lolita, de Nabokov, y Carta de una desconocida, de Zweig para encontrar el tono correcto y aunar un protagonista antipático con una historia de amor imposible.

—Pese a su conducta promiscua, el narrador no encaja en el perfil de donjuán seductor ni en el de coleccionista de polvos. Se diría incluso que el sexo no le reporta más satisfacción que mitigar su insatisfacción existencial. ¿Cómo describirías esa pulsión?

"En una relación sentimental o sexual cada una de las partes cuenta la historia como la ha vivido. Rara vez coinciden: siempre hay uno que hace daño y otro que sale dañado"

—Exacto. Al protagonista lo que menos le interesa es el sexo. Es una huida hacia adelante: pretende minar el territorio que pisa para que se haga irrespirable y tener que tomar la decisión final de huir de allí, o más bien que la tomen por él.

—Excepto el caso de Olga, ninguna de las mujeres que orbitan en torno a él salen bien paradas. Son competitivas, absorbentes, dubitativas e invasivas, y al final se declaran víctimas de sus manejos, cuando en realidad son ellas quienes en cierta manera lo utilizan.

—En una relación sentimental o sexual cada una de las partes cuenta la historia como la ha vivido. Rara vez coinciden: siempre hay uno que hace daño y otro que sale dañado. El hecho de que haya personajes femeninos que salgan bien parados es para dar objetividad a la historia, no quería que se entendiera como una novela misógina. Cada uno de los personajes se retrata con su comportamiento, protagonista incluido.

—Parece que este relato es un ajuste de cuentas del narrador consigo mismo para escapar del arrecife donde ha encallado esa vida en falso, precisamente.

—Toda novela es un ajuste de cuentas, en mayor o menor medida. Es evidente que el narrador fija la historia años después de que haya ocurrido, y por supuesto es su verdad, y toda verdad, como ya sabemos, es subjetiva, fragmentaria y relativa, como la memoria, otro de los temas de la novela.

—¿Se podría interpretar esta historia en clave moral como un tratado sobre la infelicidad de la infidelidad?

"No nos volvemos locos porque podemos entender el mundo una vez está escrito"

—No conozco a nadie que sea infiel que sea feliz. Esa necesidad de ir más allá de lo estipulado demuestra una inconformidad con el mundo que rara vez se podrá suplir con el sexo clandestino.

—¿Crees en el efecto sanador de la literatura, o se trata de un placebo?

—Creo a pies juntillas en la sanación por medio de la literatura. No nos volvemos locos porque podemos entender el mundo una vez está escrito. Al menos a mí me funciona.

—Viajar al sur con el sueño de crear, como hace el narrador, es un mito desde Stevenson a Gauguin, aunque con el cambio climático el norte se va haciendo más atractivo.

"Lo máximo a que puedes aspirar en una relación sentimental después de muchos años es al respeto"

—Lo que te comentaba antes. El sur siempre esconde un halo romántico del que carece el norte, siempre más capitalista y pragmático. En el sur el tiempo cunde más, y de hecho el protagonista llega allí en busca de él para acabar su primera novela. Los códigos son distintos y literariamente siempre funciona colocar un personaje fuera de lugar.

—«Inat» es una palabra serbia intercalada en el texto que expresa la conducta autodesctructiva del narrador. ¿La buscaste deliberadamente o fue pura serendipia?

—Leí hace catorce años un artículo que salió en El País donde se hablaba de la traducción imposible al castellano del término que representaba: «actuar conscientemente de la forma que más nos perjudica y sin embargo no poder dejar de hacerlo». La guardé en la memoria sabiendo que algún día la utilizaría. De hecho, estuvo a punto de ser el título de la novela, pero la editora lo vio muy arriesgado.

—En realidad la novela, más que de sexo, habla del dolor, y destila tristeza y desaliento, pues confirma la imposibilidad de mantener una relación de pareja duradera y armoniosa.

—Lo máximo a que puedes aspirar en una relación sentimental después de muchos años es al respeto. Todo lo demás se ve afectado por el día a día. Por eso el protagonista idealiza una relación que jamás fue tal.

—«Escribo para encontrar las conexiones que no he visto al vivir: solo cuando está escrito entiendo lo que he vivido». «La literatura sirve para fijar distancias entre nosotros y las cosas». ¿Compartes esos puntos de vista? En todo caso, ¿por qué escribes tú?

"Las redes sociales y el infantilismo que las impregna están contaminando un mundo que debería ser estanco, digamos, a estas influencias pasajeras"

—Así empieza el último capítulo. La literatura impregna toda la obra, se habla al principio de lo que significa para el narrador y se vuelve a ella al final. Se hace un alegato del efecto sanador que comentabas por medio de la palabra escrita. Sólo cuando recapacitas mucho tiempo sobre un concepto, lo escribes y lo publicas, sabiendo que lo podrás defender dentro de mucho tiempo, has llegado a alguna conclusión duradera.

—Como codirector de una revista literaria, ¿cuál es tu opinión sobre la literatura que se consume hoy día?

—Creo que vivimos un tiempo literario confuso. Si bien es cierto que todavía se publican grandes obras de las que se venden unos pocos cientos de ejemplares, las redes sociales y el infantilismo que las impregna están contaminando un mundo que debería ser estanco, digamos, a estas influencias pasajeras. Hace años que en la Feria del Libro de Madrid hay voces críticas que defienden que se haga un encuentro para escritores y no para influencers y marcas aledañas, gente a la que la maquinaria editorial le escribe los libros con fines comerciales y donde la literatura es lo de menos.

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Autor: Ginés Cutillas. Título: La vida en falso. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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