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José María Merino: «No se puede cambiar la realidad desde la lengua»

José María Merino: «No se puede cambiar la realidad desde la lengua»

El escritor y académico de la RAE reconstruye la vida de la pintora Sofonisba Anguissola en su nueva novela

Si en Musa Máxima una mujer enferma de un cáncer incurable escribe la biografía de la escritora Olivia Sabuco, en La novela posible (Alfaguara), de José María Merino, una bibliotecaria recupera a la pintora del renacimiento Sofonisba Anguissola, la mujer que conoció a Miguel Ángel y formó parte de la corte de Felipe II. La ficción se desarrolla en dos tiempos: la actualidad, reflejada en el dietario de un narrador durante el confinamiento y su mirada sobre una bibliotecaria que investiga la vida de Sofonisba, y el siglo XVI, cuyos capítulos están dedicados por completo a la artista de Cremona.

Esta nueva novela de Merino mezcla la realidad y la ficción, la biografía con la autobiografía, y la literatura con el arte, pero, sobre todo, da un paso más en la indagación que el escritor expuso en su discurso de ingreso en la RAE, en 2008: la ficción como forma de verdad. Premio Nacional de las Letras en 2021, Merino ha escrito novela, relato breve y ensayo. Su obra es un corpus en el que todo está sujeto en el lenguaje y la imaginación. Así lo ha demostrado en sus Cuentos del reino secreto, y también en el ensayo y las novelas, entre las que destacan sus trilogías sobre América y el mito.

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—¿La novela posible es la suma de sus partes?

"La triangularidad de la novela refleja mi actitud en la pandemia"

—Le di muchas vueltas. Hice tres piezas: la novela de Sofonisba, el diario de confinamiento y la terapia de Teresa, la bibliotecaria. Las dispuse en capítulos alternativos que me permitieran vincularlos a los tres. La novela posible es el resultado de las otras tres juntas.

 —¿Una bibliotecaria y un narrador se vuelcan en la vida de Sofonisba para indagar sobre sí mismos?

—La triangularidad de la novela refleja mi actitud en la pandemia. En el confinamiento retomé la vida de Sofonisba, que me había interesado siempre. Usé ese encierro para aplacar algunas curiosidades, entre ellas la que me provocaba la vida de esta artista.

—¿Aún piensa que conocemos mejor a los personajes de ficción que a los reales?

—Sigo creyendo que los personajes más interesantes que he conocido están en la ficción, no en la realidad. Hay personas que no acabas de conocer del todo, en cambio en la ficción sí. En Fortunata y Jacinta acabas conociendo a todos de una manera increíble: las actitudes, los sentimientos, las ideas…

—Será el espíritu de los tiempos, pero sus heroínas tienen algo de reparación, ¿no?

"Es sorprendente que pasen los años, haya un retrato como el del Felipe II y que nadie sepa que está hecho por Sofonisba Anguissola"

—Lo que siento es perplejidad. Es sorprendente que pasen los años, haya un retrato como el del Felipe II y que nadie sepa que está hecho por Sofonisba Anguissola, a la que ahora se atribuye también La dama del armiño. Yo no he pretendido un desagravio. Su vida me pareció interesante, como también la de su padre, ese hombre cariñoso que utiliza a su hija para darle fuerza a la familia, y cómo esa muchacha se adapta tan bien a todo.

—El padre de la italiana era algo más generoso que el de Olivia Sabuco.

—Sin duda. El padre de Olivia le quiso robar el libro; el de Sofonisba intenta ayudarla y hace lo posible para que su hija se abra camino.

—Felipe II aparece como epicentro cultural de su época. ¿Otro desagravio?

"En este país Felipe II tiene muy mala imagen, pero si lees las cartas a sus hijas no parecen del siglo XVII sino del XXI"

—En este país Felipe II tiene muy mala imagen, pero si lees las cartas a sus hijas no parecen del siglo XVII sino del XXI: cómo las trataba, cómo les traía cosas de América. Era un ser peculiar, es cierto: era muy dogmático en materia religiosa, pero era culto y sensible. Su colección de pintura es impresionante. Construye El Escorial, que es la madre y génesis de los rascacielos. Es un hombre moderno y con un sentido moderno del arte y la cultura. Todo eso está documentado.

—Sofonisba conoció a Miguel Ángel, Vasari escribió sobre ella, Van Dyck también… y todos alabaron su trabajo.

—Es una excelente pintora. En ese mundo azaroso la mandan a España, a la corte de Felipe II, como parte del séquito de Isabel de Valois, y se adapta muy bien a todo incluso. Probablemente tuvo cataratas. Pasó 30 años de su vida sin poder ver correctamente, y por tanto sin pintar. Cuando Van Dyck la conoce refleja a una anciana muy abierta. No hay nada que no esté documentado.

—Lleva registro del día a día de la pandemia, desde cifras de fallecidos hasta la hora de los aplausos.

—Esa parte del libro respeta exactamente la vida que hacíamos mi mujer y yo en el confinamiento, y me parecía un documento interesante y que podía añadir interés a la ocupación del escritor y su fisgoneo de lo que pueda hacer la vecina de abajo.

—En el confinamiento se inventaron un montón de palabras, «desescalar» por ejemplo. ¿Usamos peor el lenguaje después de pandemia?

"Hay palabras absurdas, que no se sabe cómo entran en el lenguaje, pero que acaban desapareciendo"

—No pasa nada por que nos inventemos una, porque las palabras tienen una vida particular. Hay palabras absurdas, que no se sabe cómo entran en el lenguaje, pero que acaban desapareciendo. Me apetecía incluir en ese dietario del confinamiento las reuniones virtuales de la RAE, porque pertenecía a mis ocupaciones.

—El lenguaje inclusivo, ¿cómo lo ve?

—Pues como digo siempre, si usted quiere cambiar la lengua cambie la realidad. No se puede cambiar la realidad desde la lengua. Feminizar todo no tiene sentido. ¿Qué vamos a decir, «brazo y braza»? Otra cosa es el machismo, contra eso sí que hay que luchar. Nuestra lengua es muy rica y no es machista.

—Su trilogía de la conquista ocurre en América. ¿Qué piensa de la manía con la reescritura de la historia, el derribo de estatuas?

"Cuando surge esta especie de hispanofobia hay que invitar a ver los libros de castas para ver cómo nos mezclamos"

—Detrás de eso hay una gran manipulación. Hay dos grandes imperios en la humanidad, el romano y el español. Los romanos fueron a los sitios para quedarse, hay que ver el acueducto. Los españoles hicieron lo mismo, fueron a quedarse. Cuando surge esta especie de hispanofobia hay que invitar a ver los libros de castas para ver cómo nos mezclamos. Eso se ve en la preciosa mezcla del lenguaje.

—¿El Estado español se avergüenza de su historia?

—¿Qué le vamos a hacer? Es una estupidez, los españoles no tenemos porqué estar avergonzados de habernos instalado en América para relacionarnos íntimamente. En Norteamérica, donde se manifiesta también la hispanofobia, quienes acabaron con los indios fueron ellos. ¿De qué me hablan? La conquista española es lo que es. Cuando Cortés conquista México está ayudado por los propios pueblos.

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