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Gómez Arcos y el amor como broncodilatador

Gómez Arcos y el amor como broncodilatador

Más conocido en Francia que en España, el almeriense Agustín Gómez Arcos retrata en su novela El hombre arrodillado, publicada en francés en 1989 y recientemente traducida por Cabaret Voltaire, la supervivencia de un joven tras el derrumbamiento de la mina donde trabajaba y donde murió su amante (Fermín). Así comenzará su viaje por la España posfranquista en busca de un trabajo con el que mantenerse y enviar dinero para su mujer (María) y su hijo recién nacido.

Desde el auge del turismo de las costas españolas hasta la noche de la movida madrileña, el protagonista se agita por laberintos laborales donde acaba desembocando en la mendicidad. En esta novela, Gómez Arcos desmitifica la abundancia de la transición española a través de la vida del protagonista cuyo bien más preciado es un cartel con el que pide limosna. Ese cartel y el recuerdo de las personas que ama (Fermín, María y su hijo) son el afilado y precario estímulo con el que sobrevive, aunque a veces los recuerdos felices que a menudo nos brinda la soledad agravan aún más su estado, nos confiesa el protagonista. El hombre arrodillado nos obliga a mirar a los ojos de la miseria, dotando de biografía a las vidas que voluntariamente ignoramos en las grandes ciudades.

"El descubrimiento de la literatura de Agustín Gómez Arcos me ha dejado una sensación bifronte; siniestra, en el sentido freudiano del término, pues me atrae del mismo modo que me causa cierta incomodidad"

Gómez de Arcos ha sido más reconocido por el teatro que por su prosa, su formación dramática se aprecia en la fuerza con la que escenifica la lucha de su hombre arrodillado. Me sorprende que un escritor de su calidad literaria no haya sido mejor considerado en España, de la que se exilió voluntariamente en 1966 tras ser censurado en varias ocasiones. En francés publicó gran parte de su obra de la que se ha denominado segunda etapa. Fue condecorado con la Orden de las Artes y las Letras francesas con el grado de caballero y oficial. Su cuerpo yace desde 1998 en el cementerio de Montmartre. Aquí para la mayoría nos es desconocido: injusticia literaria.

El descubrimiento de la literatura de Agustín Gómez Arcos me ha dejado una sensación bifronte; siniestra, en el sentido freudiano del término, pues me atrae del mismo modo que me causa cierta incomodidad. La parte más seductora es su estilo, me ha cautivado la mirada poética que suministra oxígeno vital al protagonista, ya sea mediante la desgarrada añoranza de las personas amadas o en el espectáculo de la naturaleza (con sus arrebatos de tormentas, el inesperado regalo del canto de los pájaros o la danza de los cipreses al viento). Hay algo de Miguel Hernández en su prosa, así mira el protagonista el mar: barcos verdeantes que la pereza del viento hubiera inmovilizado en un océano de acero refulgente. El protagonista lucha poéticamente por sobrevivir. El estilo de Gómez de Arcos en esta novela es un botiquín de emergencia, la flor en el desierto del desencanto.

La otra cara, quizá la más oscura, desgarradora e incómoda está relacionada con cierto desencanto o despojo de categorías que nos suministran cierta seguridad vital. Por ejemplo, a pesar de la lucha del protagonista por escapar de la miseria, su voluntarismo no es suficiente. En este sentido, me ha recordado al precario equilibrio existencial que narra Louis-Ferdinand Cèline en su Viaje al final de la noche. Busca, pero no encuentra; sobrevive, pero la vida se le escapa. La voz indignada del protagonista derriba el mito de la emancipación por medio del trabajo.

"Esta novela también nos despoja de nuestro concepto de amor tradicional, pues la ambivalencia sentimental del protagonista se orienta más allá de una ética monógama heterosexual"

Su escritura aguijonea al lector en algunos momentos, porque neutraliza nuestro imaginario sobre las atribuciones que a menudo ofrecemos sobre la pobreza: cuando vemos a alguien en situación de desamparo, rápidamente inventamos una narrativa que obedece a una necesidad causal (algo habrá hecho, tendrá adicciones, etcétera). El protagonista no obedece a estas lógicas. También hay cierto malditismo al narrar las vidas que están en los márgenes de la sociedad: mendigos, homosexuales, prostitutas, la sexualidad dentro de la Iglesia, drogadictos, etc. Su existencia incomoda el buen gusto moral, porque pone de relieve nuestra hipocresía social.

Esta novela también nos despoja de nuestro concepto de amor tradicional, pues la ambivalencia sentimental del protagonista se orienta más allá de una ética monógama heterosexual: está enamorado de Fermín, su voz sabia, edificada por su pasión hacia la lectura, le acompaña constantemente, mira el mundo con sus ojos; pero también ama la ternura de María, su mujer, con la que espera reencontrarse junto a su hijo en el abrazo cálido del lecho conyugal. En un momento de la novela mantiene una relación con una prostituta transexual donde encuentra, bajo el hechizo del alcohol, un simulacro sintético de ambos amores. El protagonista no descarrila por los senderos de la noche, tampoco cae en los abismos de la drogadicción, pero es arrojado a la precariedad laboral y a la mendicidad. Sobrevive en estos contextos asfixiantes porque el recuerdo amoroso abre los pulmones y suministra el oxígeno que a menudo le falta.

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Autor: Agustín Gómez Arcos. Título: El hombre arrodillado. Editorial: Cabaret Voltaire. Venta: Todos tus libros.

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