Este mes, en Sopa de libros, vamos a hablar de comedia, un género muy denostado en la literatura pero que, sin embargo, tiene grandes obras. Alguien dijo que hacer llorar es la principal virtud de la cebolla, y es verdad que es mucho más difícil hacer reír y, sobre todo, mantener el tono de comedia a lo largo de las páginas. Acaba de pasar el Día de los Santos Inocentes y estamos en Navidad, motivos más que suficientes para reírse y ser felices. He seleccionado tres novelas que hemos contado en Un libro una hora, pero hay muchas más, claro. El fantasma y la señora Muir, de R. A. Dick, Se acabó el pastel, de Nora Ephron, y Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza.
“La pintura no era buena; se percibía una rigidez de madera en la mano que sostenía el doradísimo catalejo, un rubor casi de color fresa en las mejillas del cuadrado mentón, una cualidad de cables retorcidos en el oscuro pelo rizado… En contraste con todo ello, sin embargo, unos vivaces ojos azules la miraban desde lo alto con tan intensa vitalidad que Lucy creyó por un momento que uno de ellos le había lanzado un guiño; un gesto que, en cualquier situación, resultaría del todo indecoroso viniendo de un extraño, y que resultaba abiertamente indecente cuando la destinataria del guiño era una viuda tan enlutada de negro”.
Y a partir de ahí empieza una relación tronchante con el fantasma que habita la casa. La relación entre el señor Gregg y Lucy Muir es el corazón de la novela. Un entramado de enfados, confidencias, consejos y tejemanejes que se aleja de una historia de amor romántica, adentrándose en las complicadas relaciones entre dos personas, hasta el punto de que hay cierta tensión sexual no resuelta entre ellos. En un momento, después de estar hablando un buen rato con su amigo el fantasma, la señora Muir decide irse a cama y se despide del fantasma, empieza a desnudarse, y cuando ya se ha quitado parte de la ropa se da cuenta de que el fantasma sigue allí e incluso, el fantasma le comenta el buen tipo que tiene. La señora Muir le regaña.
“—Válgame, Dios, ¡señora! No tengo cuerpo, y después de pasar doce años así, carezco de deseos carnales. Así que asunto arreglado”.
El firme deseo de no perder su independencia es la guía de la vida de la señora Muir, y el fantasma se convierte en su gran amigo. Interviene en una relación que está a punto de emprender la señora con un farsante y colabora hasta en la educación de sus hijos. Es una relación maravillosa y divertidísima. Uno de los puntos culminantes es cuando la señora Muir empieza a pasar estrecheces económicas y el fantasma le propone dictarle un libro. Así lo hacen, pero es un escándalo porque dicho libro son las memorias del fantasma, que era un capitán de barco, así que la pequeña viuda escribe un libro que no le pega nada, lleno de aventuras en los puertos y en alta mar, pero que se vende maravillosamente.
R. A. Dick nació como Josephine Aimee Campbell Leslie el 8 de junio de 1898 en Wexford, Irlanda y murió el 28 de abril de 1979. En 1945, en un mundo devastado por la guerra, este libro reflejó admirablemente la experiencia de las mujeres que se quedaron solas tras el conflicto mundial. La aparición de El fantasma y la señora Muir causó un gran impacto y tuvo una enorme repercusión en la sociedad inglesa del momento, porque relata las vicisitudes que muchas mujeres tuvieron que enfrentar en una vida en soledad.
La novela es una gran comedia, a veces con su punto de amargura y de acidez, y recorre la vida de esta mujer que envejece al lado de su fantasma. Vemos crecer a sus hijos, vemos cómo envejece y al final es él el que la está esperando al otro lado. Deliciosa.
El segundo libro que quería proponerles es Se acabó el pastel, de Nora Ephron (Anagrama), una novela maravillosa y a la vez una comedia brutal. Como en el caso de la novela anterior, en realidad trata un tema muy amargo: lo que pasa cuando una mujer se entera de que su marido la está engañando, pero está contado con tanto humor que es muy divertida.
Nora Ephron nació en Nueva York en 1941 y murió en 2012. Fue escritora, productora, guionista y directora de cine. Escribió el guión de Cuando Harry encontró a Sally y dirigió películas como Algo para recordar y Julie y Julia. Se acabó el pastel se publicó en 1983. Es una novela deliciosa, divertidísima y, sin embargo, profunda y triste, llena de reflexiones muy valiosas sobre la pareja y llena de una dignidad impresionante. Es una gran comedia y una gran novela.
Fue un best seller en Estados Unidos. Una infidelidad de su primer marido, Carl Bernstein, uno de los periodistas que destapó la trama del escándalo Watergate, inspiró la novela, que posteriormente fue adaptada al cine en 1986, en una película dirigida por Mike Nichols y protagonizada por Jack Nicholson y Meryl Streep. La película también es maravillosa.
“Tenía que habérmelo figurado, desde luego. Cuando me di cuenta, el asunto ya duraba meses, exactamente siete: el tiempo que yo llevaba embarazada. Tenía que haberme enterado, debí sospechar algo antes, sobre todo desde que Mark empezó a ir tanto al dentista aquel verano. […] Luego llegó el otoño y volvimos a Washington, y todas las tardes Mark salía de su despacho de encima del garaje diciendo que iba a comprar calcetines para volver con las manos vacías afirmando lo increíble que era encontrar un par de calcetines decentes en esta ciudad. ¡Cuatro semanas tardé en comprenderlo!”.
Nora Ephron logra reírse de sí misma y de la situación y, de un modo lúcido, convierte el dolor en literatura. Y va contando la sucesión de escenas dramáticas llevándolas a la comedia. Porque la infidelidad de su marido se produce con una amiga de la pareja, y la protagonista tiene una escena tronchante con el marido de su amiga. Hay hasta un atraco en la que la protagonista está a punto de perder su anillo de boda y lucha por él, cuando debería haberlo tirado a la basura hace tiempo. Ella es una famosa especialista en gastronomía que aparece en televisión, y la novela también está llena de eso, y de sus viajes en el puente aéreo de Nueva York con Washington, y la crítica que hace de la comunidad judía (a la que pertenece) tanto en Washington como en Nueva York. El título original de la novela en inglés es Heartburn, que podría ser “corazón quemado”. Se acabó el pastel tiene todos los ingredientes de una buena comedia: que nos está haciendo sonreír, aunque nos cuente una historia profunda y triste.
La tercera novela es Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, que apareció serializada en el diario El País en agosto de 1990 y en forma de libro en 1991. Es una novela tronchante por lo que cuenta y por como lo cuenta. La historia es delirante: una nave espacial aterriza en la Tierra con dos extraterrestres, uno de ellos adopta la forma de Marta Sánchez y se va a explorar el territorio, y desaparece. Su jefe termina saliendo de la nave a buscarle y tras consultar el Catálogo Astral decide transformar la nave en el cuerpo terrestre denominado vivienda unifamiliar adosada (calefacción, 3 dormitorios, 2 baños, terraza, piscina comunitaria, 2 plazas de parking, máximas facilidades) y luego adopta la apariencia del conde-duque de Olivares y se naturaliza en un lugar denominado Diagonal-Paseo de Gracia.
“Soy arrollado por autobús número 17 Barceloneta-Vall d’Hebrón. Debo recuperar la cabeza, que ha salido rodando de resultas de la colisión. Operación dificultosa por la afluencia de vehículos.
08.01 Arrollado por un Opel Corsa.
08.02 Arrollado por una furgoneta de reparto.
08.03 Arrollado por un taxi”.
Y es que toda la novela está contada así, como si fuera un informe en el que minuto a minuto el jefe de Gurb busca a su subordinado en una Barcelona preolímpica en la que le pasa de todo. Le detienen, se agota, se pierde y, sobre todo, va descubriendo lo que es un ser humano y mimetizándose con nosotros, y hasta entendiéndonos. Está a punto de pillar el traspaso de un bar, se compra una casa después de trucar la lotería y hacerse millonario, busca una pareja, se gasta fortunas en intentar vivir como los humanos y termina dándose por vencido. Decide volver a su planeta, pero justo en ese momento aparece de nuevo Gurb.
“03.30 Gurb se acuesta en su cama; yo, en el sofá del living. Dejamos la puerta entreabierta. Buenas noches, Gurb. Hasta mañana. Que descanses. Tú también. Felices sueños, Gurb.
04.10 Gurb. ¿Qué? ¿En qué piensas? En nada, ¿y tú? En que, ahora que nos hemos encontrado, podremos volver por fin a nuestro querido planeta. Ah.
04.20 Oye. ¿Qué, Gurb? ¿Tú tienes ganas de volver a nuestro querido planeta? Pues claro, ¿tú no? Ay, chico, no sé qué decirte. La verdad es que aquello es un rollo patatero”.
Cuenta Eduardo Mendoza en el prólogo de la novela que Sin noticias de Gurb es sin duda el libro más excéntrico de cuantos ha escrito, probablemente porque no es en rigor un libro, o no nació con la voluntad de serlo. Cuando Xavier Vidal-Folch, entonces director en Cataluña del diario El País, le propuso que escribiera algo para su periódico, no tenía nada entre manos, y le prometió pensar en el asunto. En Nueva York había empezado a escribir una obra de ciencia ficción en tono humorístico, sin propósito alguno, más por la necesidad de emborronar papel que por otra razón. En realidad Sin noticias de Gurb no es una novela de ciencia ficción, sino que está más emparentada con las fábulas morales del siglo XVIII. Eso sí, Sin noticias de Gurb es el libro de Eduardo Mendoza que más se ha vendido. Seguramente porque es un libro breve y sumamente fácil de leer, escrito en un lenguaje coloquial, y es un libro alegre y muy muy divertido.
Tres obras muy diferentes para divertirse estas Navidades: un fantasma y una mujer en busca de su independencia en El fantasma y la señora Muir, el humor como forma de sobrevivir y de entender una infidelidad en Se acabó el pastel, y el mundo contado por unos extraterrestres en Sin noticias de Gurb. Habrá que reírse.




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