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I never can say goodbye

I never can say goodbye

Los Hernández cierran la agencia de detectives que Rosa Ribas creó en Un asunto demasiado familiar, continuó con Los buenos hijos y termina con Nuestros muertos. Ese negocio ha alimentado a los miembros del clan durante muchos años y ha ayudado a resolver no pocos casos en una capital catalana tocada por el procés, la pandemia y, en general, la transformación de la ciudad. Los Hernández se marchan… pero bueno, nadie puede realmente saber si algún día volverán. Ni siquiera su creadora.

En este making of Rosa Ribas da los motivos del cierre de su trilogía, que ejecuta con Nuestros muertos (Tusquets). 

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Es verdad, me cuesta mucho despedirme de mis personajes. Paso tanto tiempo con ellos, creo conocerlos tan bien, me dan tantos quebraderos de cabeza y tantas satisfacciones… Me acompañan. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, algunos de ellos están mirando por encima de mi hombro a ver qué escribo; pero no se preocupen, nunca les dejo que se apoderen del lápiz.

Hay pocos momentos en la escritura tan mágicos como aquellos en los que ese “algo” construido a base de palabras cobra vida en tu cabeza y empieza a respirar y a caminar por las páginas del texto. Una de las razones por las que me gusta escribir series es darles más espacio a los personajes, más historias para conocerlos más. Mejor dicho, es una de las razones por las que acabo escribiendo series, ya que nunca he empezado una novela creyendo que iba a ser el punto de partida de una serie. Es algo que más bien me pasa. Así fue también con Un asunto demasiado familiar, la primera aparición de la familia de detectives Hernández, de la que Nuestros muertos es la última entrega.

"Pero los Hernández me esperaban. Rotos, en duelo, dispersos después de cerrar la agencia, aguardaban con la tensa paciencia de los detectives a que llegara una nueva historia para ellos"

Es la última. Con esta convicción empecé a escribir Nuestros muertos. Había dado una idea, con un caso de investigación potente para retomar la vida de los Hernández después de Los buenos hijos, cuyo final me lo ponía bastante difícil. Escribir la segunda entrega de la serie fue emocionalmente duro; siempre lo es matar a uno de tus protagonistas. Es doloroso, de ahí que me involucrara también emocionalmente en la venganza que llevan a cabo el resto de los personajes. La escritura de Los buenos hijos fue agotadora y agradecí poder dedicarme después a una novela tan distinta como es Lejos.

Pero los Hernández me esperaban. Rotos, en duelo, dispersos después de cerrar la agencia, aguardaban con la tensa paciencia de los detectives a que llegara una nueva historia para ellos. Tenía que ser algo que tuviera la potencia necesaria para vencer la fuerza centrífuga que los había separado. Haber vuelto a Barcelona me ayudó a encontrarla.

"Empecé a escribir con absoluta convicción de estar cerrando una trilogía; tenía muy claro el final, un final que no iba a dejar dudas sobre ello. Era la última y punto"

A mi llegada, en los medios, en las conversaciones se repetía como un mantra que la ciudad, tras la pandemia y el procés, estaba entristecida, agrisada, en decadencia… No estaba de acuerdo, pero me preocupaba la capacidad que tienen las frases repetidas demasiadas veces de volverse reales. De ahí surgió la idea de que a alguien se le ocurriera organizar otro gran evento ,como fueron los Juegos Olímpicos del 92, que aprovechara el próximo centenario de la de 1929 para montar una Exposición Universal 2029 y hacer que Barcelona sea de nuevo la “ciudad de los prodigios”, uno de esos proyectos en los que algunos creen y otros ven sobre todo la oportunidad de sacar tajada. Su iniciador sería un joven ambicioso y prometedor, llamado Armand Rocamora, de quien no sabremos a cuál de ambos grupos pertenece, pero sí que ha desaparecido. Sus padres pedirán a Mateo Hernández que lo busque. Él aceptará a escondidas de Lola, su mujer, que no aprueba que investigue casos bajo mano, por lo que pondrá en marcha al resto de la familia. Ahí estaban de nuevo los Hernández, respirando, moviéndose por las páginas de la novela que iba a ser el final de la serie.

"Una vez más tocó desandar el camino. Cambiar de planes. Porque es cierto que se cierra el caso que investigan, pero ¿la trilogía? De entrada, sí. Pero no he sellado la puerta al reencuentro"

Empecé a escribir con absoluta convicción de estar cerrando una trilogía; tenía muy claro el final, un final que no iba a dejar dudas sobre ello. Era la última y punto. A posteriori he reconocido en esa forma decidida de comenzar el mismo paso firme con que a menudo salgo de casa o de un local para irme en la dirección equivocada. Siempre necesito dar unos cuantos (a veces muchos) pasos hasta que me doy cuenta de que voy mal. Escribí muchas páginas de Nuestros muertos dirigiéndome no tan solo a la resolución de una investigación que ganaba en complejidad, sino también hacia la despedida de los detectives Hernández. Hasta que me di cuenta de que no estaba preparada para decirles adiós. «I never can say goodbye, no, no, no». Una vez más tocó desandar el camino. Cambiar de planes. Porque es cierto que se cierra el caso que investigan, pero ¿la trilogía? De entrada, sí. Pero no he sellado la puerta al reencuentro. Y no lo digo porque tenga a la familia Hernández alrededor de la mesa mientras escribo estas líneas. No sé cuándo será, pero sé que cuando los eche de menos volveremos a vernos.

De momento voy a celebrar con ellos la publicación de Nuestros muertos, vamos a poner los altavoces a todo volumen para bailar con Gloria Gaynor.

I never can say goodbye, no, no, no

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Autora: Rosa Ribas. Título: Nuestros muertos. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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