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Inma Pelegrín: «En murciano decir thriller rural es muy difícil»

Inma Pelegrín: «En murciano decir thriller rural es muy difícil»

Hace unos meses una escritora casi desconocida irrumpió en el sector editorial de la mano de Lumen. Inma Pelegrín había ganado la tercera edición de su prestigioso galardón de novela. La obra que nos convoca a esta conversación es Fosca, una novela que parece transitar entre el thriller rural y la novela de iniciación, una novela que acompaña a Gabriel, un niño que tiene en Sombra (su perro) su mayor tesoro.

Estamos en los años 60, en los días de más calor del verano murciano. Gabriel, sin darse casi cuenta, presencia un asesinato. Las preguntas que se hace el niño sobre si es real o no este crimen, así como la particular venganza que decide llevar a cabo en secreto, son los dos ejes sobre los que la escritora ha cimentado este texto.

Por un lado Pelegrín deslumbra con la potente oralidad del protagonista. Fosca es una novela escrita en primera persona pero sobre todo es una soberbia voz infantil, con sus habituales requiebros y sus momentos de pasmosa lucidez. Por el otro, en cuanto se produce el asesinato, el vértigo acompaña al lector en este texto que se desliza frenéticamente sin que pueda casi detener su lectura.

Pelegrín alumbra en Fosca la historia de unos pocos días en la vida de Gabriel, un niño con una cualidad especial (la prosopagnosia), lo que a veces le hace difícil identificar a sus hermanos mayores. Gabriel encuentra a su mejor amigo en Sombra, un perro que se convierte en el motor de la novela y que es, en un entorno adulto muchas veces hostil, su único compañero de aventuras y confidencias.

En esta conversación en la que se enreda la escritura con la identidad, Inma Pelegrín nos descubre los secretos de su carrera literaria y nos invita a enamorarnos de nuevo de la poesía. Pelegrín desvela para Zenda su amor de ida y vuelta con la literatura.

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—¿Cómo surgió esa voz tan particular del protagonista de Fosca?

—Esa voz surge de mi propia infancia, de la manera de hablar de los murcianos, de esa inocencia (¡ya no tanto!). Surge también de compartir con él determinadas características psicológicas, como tener prosopagnosia, como el no encajar demasiado en un ambiente que te rodea… Poco a poco me fui enamorando de él y ahondando en el personaje y así nació.

—¿Qué es Fosca? ¿De dónde surgió la idea de la novela?

"En la Región de Murcia fosca representa cuando el cielo se cubre con tierra del desierto y hace un calor asfixiante"

Fosca es una palabra que ahora ya no se utiliza tanto en la Región de Murcia. Antes sí se usaba mucho. En el norte de España significa “niebla”, en Cataluña y Valencia significa “negro” o “enmarañado”, y en nuestra zona representa cuando el cielo se cubre con tierra del desierto y hace un calor asfixiante. Me parecía que era una manera de rescatar palabras de un hablar que cada vez utilizamos menos. Era rescatar esa palabra tan interesante y rescatar a la vez esa manera de sentir, esa atmósfera que iba a acompañar a los personajes y que permite entender por qué son así.

—Cuéntenos un poquito cómo fue el proceso de escritura de la novela

—Yo había escrito poesía, no había escrito nunca una novela. Como creo mucho en que te pueden enseñar las cosas, y yo no tenía las herramientas, me apunté a un curso del Club del Renacimiento. Me han ayudado muchísimo. Cuando escribes estás solo, las decisiones las tomas tú. No te pueden ayudar pero sí te pueden indicar “por dónde”. Me sirvió de mucha ayuda. El proceso de escritura ha sido caminar, pensar, transmitir al papel. Al principio no sabía cómo acababa la historia, ni lo que iba pasando. Casi lo iba descubriendo al escribirlo.

—¿Es más escritora brújula que mapa?

—Sí (risas). Totalmente. Ando perdidísima siempre.

—¿Surgió antes la idea de la trama o surgió antes el personaje de Gabriel?

"Mi infancia transcurrió en un pueblo pequeño de Almería, Valderrubio, no había luz (¡se iba siempre!), no había agua…"

—El personaje. Y antes que el personaje surgió el lugar. Y surgió el lenguaje. Hace unos treinta años me fui a vivir al campo de Lorca. Mi familia era originaria de allí, aunque yo había vivido en otros sitios. Mi infancia transcurrió en un pueblo pequeño de Almería, Valderrubio, no había luz (¡se iba siempre!), no había agua… Hace treinta años me fui a vivir allí. El padre de mis niños es un señor del campo de Lorca, es agricultor. Esas palabras, esos giros, ese lenguaje de los abuelos, de la gente… Primero estaba el lenguaje, luego surgió el sitio que, de casualidad, encontré yendo a la playa. Hay un cruce en el que hay una casa aislada, en un camino con un hombre muy sonoro, Catanga y la Malvaloca. En ese cruce hay una señal de stop. Siempre miraba la casa y miraba el cruce. Quería escribir sobre esa casa. A raíz de la casa salió el niño. A raíz del niño, ¡cómo no!, un perro.

Sorprende mucho que con una primera novela gane el Premio Lumen. ¿Cómo ha sido el camino desde que la escribió hasta su publicación?

—Cuando terminé de escribirla pensé en presentarla a algún concurso. En páginas de Word Fosca tenía 107 páginas. No alcanzaba las 150-200 que requieren los concursos. Busqué concursos de novela breve y tampoco llegaba al mínimo de páginas. En las bases de la convocatoria de Lumen no se indicaba un mínimo. Fue inmediato: acabar la novela, corregirla y enviarla. No me esperaba esto. Estaba un día tendiendo la ropa cuando me llamaron para decirme que había ganado el Lumen de novela. Tengo una sensación de magia, de maravilla, de milagro, de vértigo.

—¿Siempre deseó dedicarse a la escritura?

—Lo soñaba desde que era niña. Mi primer libro fue un regalo de mi tía: Puck detective. Era un libro para adolescentes y yo tenía 6 años. No conseguía pasar de la primera página pero me parecía fabuloso. Yo quería escribir libros como Puck detective. En el instituto seguí escribiendo. Cuando acabé el instituto no volví a escribir nada. Entendía que un escritor de verdad escribía novelas. La poesía ni siquiera me gustaba. Me hicieron aborrecerla en clase. Conforme fui creciendo me olvidé de quién era, me olvidé de mi sueño, me distraje con la vida. Con cuarenta y tantos un día me monté en el coche de una amiga. En vez de poner música pone a un señor hablando. Al rato estaba muy emocionada. Era Benedetti leyendo el poema “Bodas de perlas”, del libro El amor, la mujer y la vida. Le pregunté a mi amiga qué era esto. ¡Esto es poesía! Compré todos los libros de Benedetti. A partir de ahí me acordé de quién era. Me lo recordó Benedetti.

—Este libro está a medio camino entre el thriller y una novela de iniciación. ¿Cómo la definiría usted?

"Me gustaba más que no tuviera moraleja: que cada uno lea el libro, lo cierre y entienda lo que quiera entender"

—En murciano decir thriller rural es muy difícil, tiene demasiadas consonantes (risas). Es prácticamente imposible. Las dos cosas creo que son verdad. Aunque la novela de iniciación parece que tiene una enseñanza, que tiene que acabar con un aprendizaje. A mí me gustaba más que no tuviera moraleja: que cada uno lea el libro, lo cierre y entienda lo que quiera entender. También los poemas tienen que ser así. Novela de iniciación sí, pero sin ese aprendizaje o cambio. De hecho, me gusta la sensación de que la vida empezó antes, transcurre en los dos o tres días de la novela y continua. Realmente ha pasado todo pero no ha pasado nada irreversible, simplemente han pasado cosas.

—Se nota mucho la influencia de textos como los de Andrea Abreu, Matute, Jesús Carrasco. ¿Quiénes han sido sus referentes a la hora de escribir?

—Uno de mis libros favoritos es Olvidado rey Gudú. A lo mejor no tiene nada que ver, pero es un libro fabuloso. Lo mismo que La historia del rey transparente. Son libros que me apasionan aunque no tienen nada que ver con Fosca. A raíz de comentarios como este estoy leyendo Intemperie, de Carrasco, y también La península de las casas vacías, que me están gustando mucho.

—¿Quiénes son sus referentes en general?

—Szymborska, la poeta polaca, me parece increíble. Rosa Montero, Matute, Joan Margarit.

—Han dicho de su novela que se lee con la cabeza y también con el corazón. ¿La escribió también así, con el corazón?

—Sí. De hecho cuando estaba acabando tenía sensación de pena. Tenía que despedirme de ella. La escribí con un nudo. Escribía muy despacio para que no acabase nunca.

—¿Cómo concibió esa idea de que la enfermedad condicionase la vida de Gabriel y también esa búsqueda que se convierte en el motor de la obra?

—Normalmente la “condición”, los handicaps que tenemos, nos persiguen, nos dificultan. Realmente nos empujan para intentar esquivarlos.

Los personajes femeninos en Fosca representan la sabiduría (Marcela), la templanza (la madre). ¿Siempre pensó en mujeres para encarnar estos atributos?

"En aquel mundo (que ahora ha evolucionado pero no tanto) lo masculino y lo femenino estaban muy encasillados"

—Sí. La idea era esa. En aquel mundo (que ahora ha evolucionado pero no tanto) lo masculino y lo femenino estaban muy encasillados. No podías salir de ese corsé. No es que lo positivo o lo bueno sea solo lo femenino y lo malo sea lo masculino. No se trata de eso. Pero el hombre era quien salía a trabajar fuera, el que traía la cosecha, el sueldo. La mujer se encargaba de mantener vivo lo vivo: las macetas, los animales, las personas, los enfermos, los ancianos… Eso recae en la mujer. Simplemente he querido expresar esa condición que existía entonces. Hemos evolucionado un poquito, no tanto como nos gustaría, pero ahí andamos

—¿Siempre pensó que Marcela tenía que ser una mujer? ¿Podría existir el personaje de Marcela siendo hombre?

—Difícilmente. En aquella época había hombres que curaban herpes, determinadas dolencias. Pero me pegaba más como mujer, por ese manejo de las hierbas, antídotos, esa cosa ancestral que estaba en el parentesco femenino. En mi zona era un saber que se transmitía de abuela a nieta. Era muy raro, se decía que “se tenía el don”. Se transmitía de abuela a nieta, saltándose una generación.

—Viene del mundo de la poesía. ¿Hasta qué punto cree que ese universo ha permeado en su novela?

—Creo que sí. Las historias nos eligen, eligen cómo quieren que las contemos. No podía contar esta historia, Fosca, con poemas. Pero mi “otro oficio” ha contaminado la novela. No sé hacerlo de otra manera.

—¿Ha imaginado alguna vez un presente así para la historia de Sombra?

—No se me había ocurrido tanto. Por soñar que no quede, nunca. Siempre estoy abierta a que me pasen cosas fabulosas, pero imaginármelo…

—Cuéntenos, si puede, próximos proyectos literarios.

—En junio se me quedó una novela, pero como hemos tenido que trabajar Fosca la vida no me ha dejado. No he tenido tiempo de continuar escribiéndola y la echo de menos.

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