Bien podemos decir que ésta, que ayer alcanzó la tercera edición, es la segunda época del Premio Lumen de Novela. La primera fue la convocada entre 1994 y 1999 y distinguió a escritoras como Ángeles de Irisarri, Ana Rodríguez Fisher, Clara Obligado, Alicia Giménez Barlett o Clara Usón. Tras ser declarado desierto en 1999, tuvieron que pasar catorce años para que esta antigua iniciativa de Esther Tusquets volviera a ponerse en marcha. A Leticia Martín, que obtuvo el Lumen en 2023 con Vladimir, y a Natalia Litvinova, que lo ganó con Luciérnaga el año pasado, ha venido a sumarse esta mañana Inma Pelegrín, cuyo Fosca obtuvo el III Premio Lumen de Novela de este reboot —si se me permite la expresión— del ya veterano galardón de ficción española.
Y es que Fosca, la pieza con la que la poeta Inma Pelegrín fue distinguida en la mañana de ayer con este galardón, en opinión de Larumbe —responsable de la librería madrileña Rafael Alberti—, “pertenece a una tradición literaria muy hispánica, muy española, donde lo agreste, lo marginal, la dureza del paisaje, las condiciones de vida (sobre todo lo mala que es para los niños y las mujeres) … Sin embargo, tiene un brillo muy especial: el que dan las palabras. Estas voces son un tesoro. Tengo muchas ganas de saber de dónde brotan en un territorio tan difícil, tan duro”.
Fosca cuenta la historia de Gaby, un niño avispado y sensible cuyo universo es rural, como podría serlo el de una aldea de África, la India, Latinoamérica, España todavía o cualquier otro lugar del mundo ajeno a las ciudades. Aunque está localizada en Murcia. La vida de Gaby gira en torno al hogar, que comparte con su familia: el padre, la madre y tres hermanos que no dejan de fastidiarle. No falta en esa arcadia, que a veces parece un pequeño infierno, una armoniosa comunión con la naturaleza y con un animal, un perro llamado Sombra.
Para Elena Medel, Fosca “es una novela de aprendizaje en el sentido de que toma el molde de las novelas de descubrimiento, pero lo subvierte. En cierto modo, el avance, el conflicto tiene que ver con lo que se debe olvidar, dejar al margen, orillar para sobrevivir. Es una fábula oscura, en la que no hay moraleja, sino una reflexión propia que vemos con Gabi, con este protagonista en el que hay espacio para la violencia, pero también para la ternura. De ahí que, para quienes estamos al otro lado de la página, sea una novela de aprendizaje. Se toca como la tierra árida por la que van transitando los personajes”.
Para Clara Obligado, una de las cosas más interesante del texto es su “mezcla entre el esperpento, la mejor tradición de la literatura española, y la antinovela de la novela moderna. En cierta medida, cuando la empecé a leer, pensé que su autora era latinoamericana. Pero no encontraba el lugar, aunque voy mucho a Murcia. Y eso es muy interesante porque el lugar de una novela es el lenguaje. A mí, más que la aventura, me gusta cómo está contada. Me parece que el idioma es una patria muy atractiva, que nos acerca y nos aleja”.
Sostiene Ángeles González-Sinde, quien no pudo asistir a la entrega, aunque sí envió una nota que fue leída por María Fasce. “Fosca es una historia cargada de emoción. Cada acción se adentra en un clima sombrío en el que las sombras luchan, cada una a su modo, para abrirse camino hacia la luz. Hay una reflexión sobre la masculinidad mal entendida y la trasmisión de eso que llamamos los atributos del hombre. Brillan los personajes femeninos y aquellos que desean salirse de una tradición ofrecida”.
Ya hablando por sí misma, Fasce —directora literaria de Lumen, Alfaguara y Reservoir Books—, señaló el impacto que le había causado el lenguaje. “Por momentos me recordó novelas como Panza de burro de Andrea Abreu o Cometierra de Dolores Reyes. También quiero dejar constancia, como decía Lola Larumbe, del poder de las imágenes, que a veces me llevaban a escenas de Buñuel o As Bestas de Sorogoyen”.
Inma Pelegrín es una poeta laureada en diversas convocatorias —el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, el Internacional de Poesía Gerardo Diego, el Jaén, el Antonio Machado…—, un palmarés al que ayer fue a sumarse su primera ficción, que se alzó entre los más de 400 originales presentados a esta III edición del Lumen de Novela, dotado con 30.000 euros. El premio le fue entregado en la Fundación Ortega Marañón, todo un cenáculo de la condición femenina. Como recordó Fasce, “este edificio fue entre 1915 y 1939 la Residencia de Señoritas, que, gracias al impulso de María de Maeztu, se volcó en ofrecer a las mujeres la oportunidad de acceder a la formación universitaria”.
Para sorpresa de cuantos pensaban que esta novela corta —apenas 100 páginas que llegarán a las librerías el próximo mes de septiembre—, podía tener su origen en algún “poemario” de la autora, Pelegrín comentó: “Bueno, yo tengo una condición no demasiado grave. Se llama prosopagnosia, lo que me hace incapaz de recordar las caras y quería contar una historia que fuera sobre esto. De hecho, cuando volvamos a vernos, no sabré quienes sois a nos ser que me aprenda los vestidos (las mujeres, naturalmente, eran una mayoría aplastante entre la audiencia). Tendré que volveros a ver muchas veces para saber quienes sois. Tenía ganas de escribir sobre esto y Gabi también tiene la misma condición, heredada de su abuelo”.
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