Esta novela es una comedia, narrada con ternura y humor negro, sobre un adolescente que tiene una máquina del tiempo en el interior de la furgoneta familiar. Así pues, una historia que mezcla la irreverencia de Los Simpson, el caos familiar de Los Tenenbaum y los saltos imposibles de Regreso al futuro.
En este making of Nacho López Murria explica cómo escribió La enfermedad de los viajes en el tiempo (Libros Walden).
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Me piden un making of del proceso de escritura del libro… Me imagino el típico documental del cómo se hizo tal peli… La cámara sigue al director, se pone a hablar de forma “casual” con el reparto, da una serie de indicaciones con tranquilidad, con una sonrisa en el rostro, como si no supiera que le están grabando, como si en el rodaje no hubiese espacio para el caos y el estrés. Como si todo el mundo se quisiera. Incluso se abrazan, porque, aunque puede que en realidad se lleven a matar, tienen la oportunidad de abrazarse. Seguramente el director no sepa el nombre del primer asistente de cámara, pero si lo necesita, si necesita gritarle o darle un abrazo para no sentirse solo, lo puede hacer.
Todo ha ido de perlas en el pasado en el que transcurre todo este documental, que ves normalmente mucho después de haber visto la peli. Te quieren hacer creer que todo sale bien a la primera. Que nadie llora durante un rodaje, que nadie duda ni rompe la dichosa silla plegable lanzándola contra el decorado de cartón pluma cuando las cosas no salen como se esperaba… que el director es majísimo y sabe lo que hace sin que le tiemble un ojo. La mayoría de las veces, cuando los ves preparando la siguiente secuencia, en realidad ya la han grabado. Así que hasta en el documental del cómo se hizo te engañan. Es una ficción de la propia realidad en la que incluso alteran el orden temporal en el que suceden las cosas.
Así que voy a hacer lo mismo, evitando narrar toda la parte triste y horrible (estoy exagerando) de escribir un libro. Voy a tratar de que se me vea súper seguro y coherente ahora que la novela se acaba de publicar, que no tengo miedo de las críticas, que tenía súper clara la historia y que todo el proceso fue viento en popa. Allá voy.
Apenas unas semanas después de la publicación de mi primera novela, París era una rave, y en pleno trámite de un verano exageradamente caluroso, una tarde simple y sudada me vino a la cabeza uno de esos meteoritos en forma de “título para algo”: La enfermedad de los viajes en el tiempo. Desde que impactó contra los espacios vacíos de mi cerebro no paré de repetírmelo para mis adentros. Lo repetía sin parar para no olvidarme, en vez de sacar el móvil o un papel y un boli y apuntarlo. Me dije que me quería dar un descanso, que no debía ponerme ya a escribir un nuevo proyecto ni a planear otra novela, pero vaya, acabé creando el documento de Word donde volcaría todas las ideas que se me fueran ocurriendo.
Mientras el eco del título seguía rebotando en mi cabeza, fui planteando una serie de elementos y caminos que justificaran el porqué de dicho título.
Sin darme cuenta iba huyendo de las esencias clásicas del género, en las que el viajero temporal tiende a ir hacia atrás para alterar el pasado en beneficio propio, o para salvar a la humanidad.
Me propuse (también de forma casual) esta idea de base: una adolescente desubicada no encaja en ningún sitio porque en realidad viene de un futuro que no conoce. Con esta pequeña premisa, me fui boicoteando, alejándome (no buscando ser original ni tampoco con la intención de ser lo más “realista” posible) de cualquier tropo de las travesías espacio-temporales. Para empezar, tenía que abrazar el costumbrismo patrio, que los protagonistas del libro fueran cualquier hijo de vecino, nada de portentos físicos a los que estamos acostumbrados a ver en las pelis y series, guapos de ojos azules como el océano. Los personajes serían personas normales, que llevan zapatillas J’hayber y que siguen usando el mismo suéter manchado de tomate frito desde hace quince años.
Tampoco llevarían a cabo aventuras épicas (vaya, igual era el camino para que el libro fuera un superventas) sino que estaban varados viviendo siempre en el mismo quinquenio una y otra vez. La protagonista tiene una máquina del tiempo que tiene prohibido usar y, además, quien la utiliza demasiado acaba enfermando.
Todo lo que solemos ver en este tipo de historias tiende a molar, pero, poniendo de ejemplo la realidad de un astronauta que ha pasado demasiado tiempo en el espacio y que regresa a la Tierra con afecciones, por no mencionar los peligros de estar expuestos a la radiación. Me gustaba que los protagonistas sufrieran daños por tener el “privilegio” de viajar a través del tiempo y que además influyera en el desgaste tanto de sus ilusiones como de su personalidad.
Otro detalle que me parecía importante retratar era la incomunicación dentro de la estructura familiar: el tener que lidiar cada uno con sus problemas, evitando mostrarse vulnerable. Cari se pasa toda la novela intentando saber quién es, de dónde viene, desentramando las razones de tener que vivir en el mismo bucle temporal, mientras sus padres, en vez de ser comprensivos, son todo lo contrario, haciéndola dudar constantemente, sin que ninguno de los dos arroje algo de luz sobre su origen. De esta manera quería retratar cómo va a ir evolucionando la sociedad. Ya que vienen de un futuro, me imaginé que estarían muy insensibilizados, altamente conectados entre sí, al tiempo que estarían cada vez más inmersos en sus burbujas. Creo que no nos resulta extraño ¿no?
A sabiendas de que la novela iba a ser cómica (lo intento, de verdad que lo intento) quería llevar el humor a otros lugares, siendo en ocasiones oscuro hasta generar algo de dolor por su crudeza.
También debía plantearme nuevos retos, y el mayor de todos fue escribir la historia en primera persona y, además, justificar esta decisión dentro de la propia narración. Me parecía interesante que cualquier juicio de valor por parte del lector viniera dado por cómo se expresa, siente y toma decisiones su protagonista.
Gracias por adentraros en este pequeño resumen del proceso de escritura de La enfermedad de los viajes en el tiempo. Escribí el libro vestido correctamente, duchado y aseado. Juro que no usé el batín manchado de café en invierno, ni estuve en gayumbos frente al ordenador en verano. Tampoco me despisté en ningún momento leyendo tonterías en Twitter o pujando compulsivamente por chorradas en eBay. Juro que estuve súper centrado todo el rato y que no me bloqueé ni un día.
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Autor: Nacho López Murria. Título: La enfermedad de los viajes en el tiempo. Editorial: Libros Walden. Venta: Todos tus libros.


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