Foto: Inma San José.
Sergio García Zamora es un poeta y aprendiz de panadero nacido en Esperanza, Cuba, en 1986. Licenciado en Filología Hispánica por la UCLV. Autor de los poemarios Resurrección del cisne (Premio Rubén Darío, 2016); El frío de vivir (Premio Loewe a la Creación Joven, 2017); Diario del buen recluso (Premio Gabriel Celaya, 2018); La canción del crucificado (Premio Blas de Otero de Majadahonda, 2018); Los uniformes (Premio Jorge Manrique, 2019); Los conspiradores (Premio Juan Alcaide, 2020); Los maniquíes enfermos (Premio Blas de Otero-Ángela Figuera, 2021); Informe del alucinado (Premio Nicolás del Hierro, 2023), El río de los derrotados (Premio José Carlos Becerra “El otoño recorre las islas”, 2024) o El pan y la palabra (XXIII Premio Emilio Alarcos de Poesía, Visor, 2025). Actualmente radica en Paredes de Nava (Palencia). Presentamos una selección de textos de su último libro, Inventario del paraíso, que obtuvo el I Premio Literario Christian Bobin, publicado por Ediciones El Gallo de Oro. Una obra cuya lectura, en palabras de Beñat Arginzoniz, nos recuerda a la escritura de Fernando Vallejo, de Jaime Sabines, de Roberto Juarroz o de Gonzalo Rojas. De tantos poetas latinoamericanos que escriben y hablan con la lengua viva. Que debemos mirar de manera constante hacia el continente americano, porque allí se encuentra el último horizonte, la última luz de la poesía en español.
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EL ÁNGEL
Antes que los dirigibles y los aeroplanos, era el ángel y solo el ángel corriendo por las tierras vírgenes del cielo. Antes que las jerarquías; antes que los órdenes divinos; antes que la servidumbre a una fe, era el ángel sin sindicato y sin caída, el ángel de sí mismo, semejante a nada. Las máquinas del hombre conquistaron el cielo para el hombre, pero el ángel es la resistencia, el hijo de una patria que va sobre todas las patrias.
Un día el ángel bajó por el hilo de una cometa. Y se hizo niño. Desde entonces en todo niño perdura la naturaleza de lo angélico. No en el sentido comercial que nos proponen los almacenes de productos infantiles; no en el sentido publicitario que nos proponen las clínicas pediátricas, sino como una inocencia que regresa para reconquistar el mundo. Tu hijo es otra vez el ángel. El ángel que persiste, que batalla, que vuelve a ser semejante solo a sí mismo porque nuestro rostro es una máscara de su rostro.
Cuando mis pequeñas traen esos dibujos llenos de flores y árboles y pájaros y nubes y sol, veo al ángel.
Cada hombre feliz hace su propio inventario del paraíso.
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LÁGRIMAS
La lágrima es un diamante pulido. Sin cortes, sin caras, salvo la cara del que llora. Agua y sal. La tierra atrae las lágrimas, pero también se llora hacia arriba. Hay lágrimas que son llevadas directamente ante el Creador. No van en carro de fuego por razones obvias: no están condenadas a la evaporación, sino que ascienden en el ala mojada de los ángeles.
La cápsula, la crisálida transparente de la lágrima contiene la lágrima. A diferencia de las golondrinas, una sola lágrima puede hacer todo el llanto.
Alimentarse de lágrimas tiene su paraíso en las plañideras. Las lágrimas son su trabajo, no se ganan el pan con sudor, sino con lágrimas.
Las lágrimas en el niño son de un sabor tierno; en la madre pudieran amamantar a un cordero. El niño llora apenas nace, pero no hay lágrima hasta que lacta, hasta que bebe el llanto en el seno, en ese embudo de tristeza, rebosante de vida, ese melón tristísimo que desconsuela. El niño llora ahíto de llanto.
El desierto espera, no por la lluvia, sino por el llanto del viajero perdido.
Relojería líquida. Compuertas del adentro. Esclusas humanas. El mecanismo del llanto a veces se descompone y encontramos gente que llora por nada.
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LAS COSAS
I
Sin duelo echan su lágrima las cosas. A la mesa le corre por las piernas, a la silla le corre por la espalda. Lámparas y cuadros van inundando el piso y las paredes. A la puerta se le empaña la mirilla y el picaporte se le humedece como si una mano de mirra abriera y cerrara. El grifo nuevo gotea sin gotear, el grifo viejo gotea una lágrima doble. Apuesta por ahogarnos el agua invisible de las cosas. De pronto reconocemos que el espejo llora con nuestro rostro.
II
Las cosas parecen hechas de un solo órgano; parecen desangradas porque aún la ciencia no descubre la circulación de la sangre en el cuerpo de las cosas. Pero ellas poseen una salud de hierro; una salud de goma, de plástico, de vidrio, de madera. Brindamos con las cosas por la salud de las cosas futuras.
No existe cosa que no tenga cabeza. Pueden faltarle brazos y piernas, pero nunca cabeza. Ni sexo. Masculino y femenino. Aunque también hay cosas andróginas, capaces de adaptarse a las necesidades que requiera la perpetuación de la especie.
Las cosas se casan. Son fieles. Son infieles. Sirven hoy, se rompen mañana. Se arreglan siempre, se tiran igual.
Las cosas se toman de las manos porque nada puede ser pensado sin atributo ni compañía; porque nada puede ser pensado sin la sangre invisible y tenaz de lo relacional. Mira cómo bailan hasta lo incontable: ninguna entorpece, ninguna interrumpe. Mira cómo bailan entre nosotros y cada gesto es el gesto de acompañarlas. Las cosas se toman de las manos igual a los amantes cuando van a saltar.
La piel de las cosas tiene todos los colores, todas las texturas, todas las sensaciones. Todos los sabores y olores. Las cosas hablan, oyen, saborean y olfatean. Las cosas ven. Las cosas andan. Son enormes y mínimas. Redondas y filosas. ¡Cantan, cantan, cantan!
Telescopio, microscopio, catalejos, quevedos, gafas. Cuchillos y tenedores, platos y cucharas, vasos y copas, saleros y azucareras. Polveras junto a frascos de perfumes. Fonógrafos, discos, micrófonos para la diva, cajas de música. Abanicos, peines, pañuelos y relojes. Todos son únicos. Están en el mundo por una vez.
Adentro de las cosas late el corazón de las cosas. Adentro del corazón de las cosas late nuestro propio corazón.
III
El músculo de las cosas se fatiga: se doblan las cucharas, se deforman los colchones. El hueso de las cosas se quiebra: la tibia y el peroné de la silla, el espinazo de la cama. Vejez de las cosas y fin de las cosas. El alma se le despega a los zapatos; cierta muerte neuronal de las bombillas; el óxido como un cáncer; la crónica humedad de las paredes; los relojes infartados; los platos y vasos que fallecen en un accidente de tránsito doméstico. Maldecimos, lloramos, lamentamos la pérdida de lo útil y lo bello. Objetos que de tan familiares ya son familia. Bicicleta que fue la infancia; anillo de la abuela y vajilla de mi madre; retratos de los tíos y los primos. Posesiones de los desposeídos. Siguen en el mundo, aunque se extravíen o se arrojen al gran muladar. Somos la humanidad de las cosas, somos la parte de las cosas que se entierra o se incinera.
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MANCHAS
Las manchas están al acecho. Se aprovechan de los niños a la hora de la merienda; de los esposos torpes y su café; de los comensales distraídos ante la mejor salsa. Se aprovechan de la virgen y la menstruante. Se aprovechan del onanista cuando el onanista se aprovecha.
Hay manchas que llevan una vida en la familia: manteles que no vamos a tirar, sabanas que no vamos a tirar. La mancha se vuelve lo manchado.
La mancha estaba en el mundo antes de la vida. En el principio fue la mancha. El Sol tiene manchas, el océano igual. La Tierra y los otros planetas: ¡Júpiter y sus manchas, Júpiter y su gran mancha roja!
La mancha saltó adentro del ADN: perros dálmatas, leopardos, mariquitas, jirafas…
La mancha se volvió una poética: Michaux y Monet exponen sus manchas.
La mancha es tan geográfica como literaria: tiene su canal y su caballero.
Anuncian la vejez en nuestras manos, nuestra decadencia en el rostro. El tiempo que es transparente nos llena de manchas. La moral que nos quiere transparentes no deja de estar manchada.
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EQUIPAJE DE MANO
I
Me detuvieron en las aduanas porque yo había escrito un poema llamado CUCHILLO y leerlo era afilarlo como el pensamiento más filoso. Me detuvieron porque un poema que se llame CUCHILLO resulta peor que un juguete que imite a un cuchillo. Me detuvieron para verme airado, para verme ofendido, pero entonces mi poema alcanzó su mejor vuelo. Sonreí como el pasajero que se queda en tierra, el pasajero feliz de quedarse, el pasajero feliz de regresar sin haberse ido. Y guarde para otro rapto el poema llamado CUCHILLO, en un país donde aún se cree que es algo peligroso la poesía.
II
Me detuvieron en las aduanas del país que se dice el paraíso. Me requisaron y pensé en el ángel. ¿Con qué puede cargar el ángel? ¿Con qué puede cargar el poema? Míralos desprovistos de lo inútil, ligeros y fecundos: luz y más luz. Aparecen en el sueño o la vigilia y cada uno lleva el rostro del otro. ¿Con qué debe cargar el que lee? ¿Con qué debe cargar el que escribe? Aprende del ángel y el poema que solo traen a la tierra la trompeta o la espada.
III
Me detuvieron en las aduanas que la patria pone a la patria. Me pidieron que abriese la maleta. ¿Qué es esto?, preguntaron. Una caja de música, dije sonriendo, pero se pusieron más serios. Me pidieron que la hiciera funcionar. Entonces vieron (oyeron) que la caja de música era una caja de música. Qué sorpresa que las cosas sean lo que son. Qué linda, dijo la oficial, y su compañero bostezó. Un tercero me indicó que podía pasar. Yo soy un orfeo en el infierno de las aduanas. Ningún perro muerde a un poeta.
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EL ANTICUARIO
Relojes de madera, cajas de música, pequeños carruseles. El anticuario de la infancia guarda lo circular y lo sonoro. Darán las campanadas y saldrán el pastor y su pastorcilla. Levantarán la tapa y aparecerán los bailarines. Encenderán el mecanismo y cabalgarán los novios niños. Relojes de madera, cajas de música, pequeños carruseles, ¿quién los compone? ¿Quién los creó, sino para aleccionarnos? El mundo, un reloj de madera. El mundo, una caja de música. El mundo, un carrusel. Dios es el gran anticuario. Dios nos fija sobre el mundo y nos hace girar y girar, hasta que nos dure la cuerda.
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EL CAÍDO
Atravieso el jardín. Hago de la fiebre un viaje. Monto en mi cuerpo sin más boleto que este escalofrío. Pasajero de mí, convaleciente de mí, me voy yendo a buscarme y no me hallo. Echarse fuera. Defenestrarse. En los accidentes también hay que salir por la ventana. La página es la ventana de uno mismo. Romperse la pierna en la caída y andar cojeando, cojeando por el Paraíso, porque la ventana daba al Paraíso, pero no todos los días se tiene la voluntad ni la fuerza de empujarse, basta un poco de gripe y pasamos cerrojo. Qué se pudran las fresas. Y los que cuidan las fresas. Yo me lanzaría, pero estoy en cama. Abre la ventana, niño. El niño eres tú otra vez, el juego del niño que fuiste. Abre la ventana: afuera es mirarme sin miedo a mirarme, sin susto de lo que pueda ver ni pena de lo que nunca pueda. Hace frío. Hace sol. Sol de invierno, casi una bondad. Morirse es entrar de golpe por esa ventana. Abren la puerta y te sacan con los pies por delante al tiempo que entras por la ventana como una defenestración inversa, como un volver incómodo a la misma habitación. Ahora es el niño el que está en cama. Hay luz, pero antes había luz y nadie lo notaba, nadie se ocupaba de cambiarle la luz a las flores ni de arrimar la cama a la ventana. Debajo del alféizar están llamando. Un viejo con la barba sucia de comer fresas. Espera que me asome. ¿Cómo sigue el pequeño? Quiere fresas. Una espada, quiere una espada. Hay que sacarlo a que se le limpien los pulmones de metafísica, que lo que tose resulta metafísica y se nos va a ahogar con tanta metafísica. Cierro la ventana. Nada en la estación de la nada. Se acabó el paseo, nos vamos del jardín.
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Autor: Sergio García Zamora. Título: Inventario del paraíso. Editorial: Ediciones El Gallo de Oro. Venta: Todos tus libros.



“MANCHAS” está buenísimo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
El nacimiento de los mortales:
“DIOS NOS FIJA EN EL MUNDO”
La despedida es cuando “SE ACABÓ EL PASEO Y NOS / VAMOS DEL JARDÍN”.
En el “mientras tanto”:
“LAS MANCHAS ESTÁN AL ACECHO”.
A partir y desde Sergio García
Zamora.
El Paraíso es personal mientras nos vemos reflejados.
Los Inviernos y Primaveras Ocurren fuera de los márgenes meteorológicos.
“Un hombre me deja su asiento en el
tren”,
“lo acepto”. (Martina Cruz)
En el viaje, con los auriculares puestos, busco y encuentro…
Me brillan los ojos desde
Aquel 30/7/’20 Sucedido en Alsina 798.
“Cada vez que escucho esa canción
imagino” (Noe Vera)
“Hay manchas que llevan una vida en
la familia: manteles que no vamos a
tirar, sábanas que no vamos a tirar”.
(Sergio García Zamora)
Mientras
“el río de preguntas acecha,” (Martina Cruz) supongo que
“La
mancha se vuelve lo manchado”.
(Sergio García Zamora)
Los rieles , debajo.
El bullicio , dentro.
“afuera el Sol se abraza con la Luna
se besan los trópicos” (Noe Vera)
Lo Sagrado y El Verbo Permiten Los
Acontecimientos.
La Explicación es Simple:
“Dios nos fija / sobre en el mundo”
(Sergio García Zamora)
Y el Verbo es Acción , Existencia y
Estado como ratifican los Diccionarios.
Freno mi sub-Universo
antes que el tren lo haga.
“Cierro la ventana”. (Sergio García
Zamora)
“Nada en la estación”,
“Se acabó el paseo” (Sergio García
Zamora).
¿Se acabó el paseo?
“Algo llega” . (Noe Vera)
Uso libre de los signos de puntuación. Mi impronta.
La Poesía no es que sirva. Ella, Salva. Parkour Poético.