El catedrático de Filología Románica de la Complutense José Manuel Lucía Megías (Ibiza, 1967) tiene, libro arriba, libro abajo, entre cinco y seis mil ejemplares del Quijote: ejemplares del siglo XVII, traducciones al uigur o “a todas las lenguas más comunes de la India”, ediciones infantiles, cómics… “Una edición que quiero mucho”, cuenta a Zenda, “es la de 1738, la primera de lujo. Fue el primer libro de mi colección. Empecé mal, porque empecé por todo lo alto”.
Aquí responde:
—¿Cuán fuerte es, para un historiador, la tentación de escribir como un poeta?
—Para un historiador o para un científico, porque, en mi caso, como filólogo, me considero científico humanístico, ese es el gran peligro: que uno puede escribir aquello que debió ser. Como científicos, tenemos que intentar llegar a aquello y comprender aquello que fue; luego, los poetas tienen que venir a escribir, contar y cantar aquello que debió ser.
—Usted es científico humanístico, pero también poeta. ¿Hay algo del poeta Lucía Megías en Cervantes íntimo?
—Hay mucho. En un momento dado, me dejo llevar por esa idea de Dámaso Alonso: “Yo, al final, lo que hago es literatura”. Cuando me incorporo como personaje dentro de esa historia que estoy contando, en este caso, en Cervantes íntimo, debo tener claros los límites. Cuando me quiero incorporar como poeta, lo digo. Por otro lado, ¿qué hago también como científico? Al final, hay muchos temas a los que no puedo llegar con los datos, porque no los tenemos, y ahí tengo que poner en marcha la imaginación científica, las hipótesis, para poder llegar al conocimiento.
—Al final, se pregunta: “¿Y no son mis textos actuales también una respuesta contra los vendavales fascistas que recorren nuestras plazas y que se abren camino en los parlamentos y en las horas consumidas en los medios de comunicación y en las redes sociales?”.
—Todos, como ciudadanos, desde el puesto en el que estamos, en mi caso, como científico dentro de una universidad pública y como escritor, tenemos que ofrecer una resistencia en este mundo en decadencia, en el que vamos hacia una caída de este sistema capitalista. Y esa resistencia de ciudadanos, científicos y poetas debe partir del arte y del optimismo: la esperanza de que puede haber un mundo diferente, y que lo tenemos que construir nosotros, es uno de los grandes retos que le estamos planteando al fascismo, en cuyo discurso de odio y destrucción dice que sólo hay una respuesta: la nada. Ante eso, optimismo.
—Esa resistencia, ¿será quijotesca o no será?
—Será cervantina o no será. Cervantes tiene algo que me encanta y que siempre defiendo: el poder del diálogo. El diálogo como elemento esencial para construir puentes del presente. Esos puentes del presente son las bases para construir nuestro futuro. Tenemos que dialogar más y, en ese sentido, Don Quijote y Sancho son ejemplos maravillosos de personas que están continuamente dialogando. Y tenemos que aprender una cosa: dialogar no significa hablar, sino escuchar.
—Lleva quince años trabajando en la vida de Cervantes y firma una biografía suya en tres tomos. ¿Conclusiones principales?
—Empecé en 2013 a trabajar en la biografía de Cervantes. Tuve una intuición: la de caminar hacia el Cervantes-hombre. Quería rescatar al hombre que vivió una época fascinante, como fueron los siglos de oro. Después de esos casi quince años, esa intuición se ha convertido en un leitmotiv fundamental en mi investigación, y creo que es el camino que nos va a llevar al conocimiento. No darle vueltas y más vueltas a los mitos, no estar continuamente mantenerlos o destruirlos: ahora tenemos que tener otra mirada, y esa mirada es la que yo llamo “Cervantes-hombre”.
—Amenábar, en el prólogo: “Volver a Cervantes, a su figura y su tiempo, a veces da un poco de pereza”. ¿Suscribe?
—Suscribo, suscribo. Tanto a Cervantes como al Quijote los hemos convertido demasiado en bronce y en mármol. Parece que si hablamos del Cervantes o del Quijote, tenemos que hacerlo con voz engolada, desde un pedestal, desde una cátedra, y tenemos que utilizar frases sublimes. Eso ha hecho que mucha gente y, sobre todo, que la gente más joven, que ya no tiene la obligación de leer el Quijote en la escuela, lo vea como algo que existe, pero completamente ajeno. Y ahí está la lucha quijotesca y cervantina, y decir: “No, no: Cervantes y el Quijote tienen mucho que decirnos. Igual que la literatura y el arte”.
—¿Por qué cree que interesa tanto el mito de la homosexualidad de Cervantes?
—El mito de la homosexualidad ha ensombrecido el otro gran tema, que es el que me interesa: el de la sexualidad. Tiene que ver con, seguramente, esa idea de bajarle del pedestal. En un momento dado, y ahí vienen las teorías de los ochenta, es como que se le busca un defecto. Claro, si automáticamente piensas que por ser homosexual o por haber tenido relaciones homosexuales, automáticamente, eso es un defecto, te estás colocando en una posición homófoba y en contra de una comprensión no solamente de la época, sino de nuestra realidad, de nuestra actualidad. El tema de la homosexualidad le pone a la gente muy nervioso porque, en algún momento dado, es como estar negando la posibilidad de que esa persona pueda ser más humana de lo que realmente es ese mito que se ha construido. Mito que, en un momento dado, ha endurecido o ensombrecido todo.
—Permítame birlarle una pregunta: ¿por qué, para algunos, “hablar de la homosexualidad de Cervantes conlleva derribar el mito del Cervantes heroico y ejemplar?”.
—Por un lado, todo el trabajo que se hizo en los años ochenta, sobre todo, los trabajos de la hispanista italiana Rosa Rossi, abrieron caminos inexplorados. Cuarenta y cinco años después, tenemos que transitarlos nosotros, pero no con la mentalidad de aquel momento, cuando todavía la OMS consideraba la homosexualidad una enfermedad. Ha llegado el momento en el que podemos hablar de la sexualidad de nuestros personajes o autores como parte de esa humanidad, no como algo especial, no como en un programa del corazón en el que buscamos la cara B de esas personas. Buscamos la cara A, la nuestra, en la que vivimos nuestra sexualidad como podemos o como nos dejan (risas).
—Cuénteme sobre Argel.
—Argel era una ciudad de 120.000 habitantes, la más grande y cosmopolita del Mediterráneo, sólo comparable con Nápoles. Una ciudad tan enorme, con una riqueza y una variedad de nacionalidades, de personas, de trabajo, etcétera, es algo más que esa parte del corso, de su fuente de financiación fundamental, que termina siendo el secuestro. Reducirla a un Alcatraz, a una cárcel donde, simplemente, hay una gente mala, que son los árabes gobernados por los otomanos, que hace mucho daño a una gente buena, que son los cristianos que están allí, es una manera de reducir toda una complejidad de un mundo que está en continua comunicación con el resto de países del Mediterráneo, e incluso más allá: Inglaterra y Holanda hacían negocios con Argel.
—Había que vender libros.
—Y tener una estrategia para conseguir una limosna, la llamada limosna pública, que servía para ayudar a aquellos que nunca hubieran podido salir de allí pagando su rescate. El pobre pescador ibicenco, por ejemplo, que ha salido en busca de algo de pescado y, de pronto, se encuentra con que le han hecho preso y cautivo. Ese hombre no tenía ninguna posibilidad más allá de esta limosna general. Cuando estás viviendo en un pueblo pequeño de Castilla o en tu ciudad con mil problemas, si quieres que la gente dé dinero, no puedes contar: “Argel es la ciudad más cosmopolita, donde pueden pasar un montón de cosas maravillosas”. En la literatura de cautivos, tienes que mostrar la imagen más negativa de un lugar en el que, amén de privación de libertad, había todo tipo de ataques y torturas a las personas que estaban allí.
—¿Existió el Chueca argelino?
—No. Si pensáramos eso, pensaríamos sólo en un barrio que, por muy libre que fuera, no dejaría de ser un gueto. Existió algo más: en un momento dado, la demostración de los afectos no estaba supeditada a un ámbito privado. No sólo los afectos homosexuales: también los heterosexuales. En Madrid, los hombres y las mujeres no se podían besar públicamente; en Argel, en cambio, podías mostrar tu harén, estar con tres mujeres y tener esa demostración pública de afecto.
—La propuesta de Amenábar en El cautivo, ¿es plausible?
—Sí, desde el punto de vista del poeta, es decir, del creador. ¿Qué hace Amenábar? Toma datos de los libros de historia, de las obras de Cervantes, de la información de Argel, de investigadores que hemos ido trabajando sobre aquello, y luego tiene su imaginación. Todo eso lo vuelca en dos horas de película trepidante que, cuando te das cuenta, ya ha terminado: te está contando muchas historias y una forma de ver el mundo. A Amenábar no le interesa contar, como me podría interesar a mí como cervantista, cómo era el Argel del siglo XVI; a Amenábar le interesa contar cómo es el mundo de hoy. Está diciendo: “El mundo de hoy es este. Tened cuidado: si no comprendemos al diferente, nos vamos a encontrar con el desastre”.
—Vamos acabando, José Manuel. ¿Cómo pasa Lope del “Y este tu Don Quijote baladí / de culo en culo por el mundo va” al “Porque se diga, que una mano herida / pudo dar a su dueño eterna vida”?
—Lope y Cervantes se admiran mutuamente desde que se conocen, teniendo en cuenta que Cervantes es el sénior, el que tiene una posición en la corte, y va a ser de los primeros en hablar bien de Lope. Sin embargo, tienen formas de entender la literatura de manera enfrentada. Lope la entiende desde el poder, y viene a decir: “Yo soy la voz del poder, voy a ser el que va a tener éxito. No voy a intentar educar al pueblo, sino la correa de transmisión para que el poder esté a gusto”. En cambio, Cervantes tiene otra idea más renacentista: cree que la literatura puede ir en contra del poder para mejorar no el poder, sino la sociedad. En 1604 aparece un soneto en contra de Lope, que él atribuye a Cervantes, por lo que Lope contesta con otro soneto difamatorio en el que aparecen los versos que mencionas. Esos versos han sido leídos como una adivinanza, como si escondieran un secreto, y como si ese secreto fuera: “Cervantes era homosexual y Lope lo expone ante todo el mundo”. Eso es no conocer la literatura de ingenio de la época.
—Finalizamos con Fernando Arrabal, que publica el primer libro que en español se atreve a hablar de la homosexualidad de Cervantes: Un esclavo llamado Cervantes.
—El genial Fernando Arrabal. Ese sí que es un poeta que, en un momento dado, se plantea que quiere cantar no la vida de Cervantes, que le importa más bien poco, sino su propia vida, su universo maravilloso, como hizo Terenci Moix imaginando un mundo en el que sólo hay hombres. El problema es leer la obra de Arrabal, una ficción, como si fuera una biografía científica; lógicamente, se deja llevar por su imaginación. Una imaginación que, insisto, es genial: no le podemos quitar una coma.






Fascismo no es Nihilismo. Tampoco creo relevante para conocer la Obra de Cervantes sí fue o no homosexual, bisexual o heterosexual, una banalidad de moda. Creo que “la Información de Argel” la construyó porque quería su ascenso en los Reales Ejércitos y quería publicitar su cautiverio no resignado, quería divulgar sus cuatro intentos de escape y su conducta valerosa ante la adversidad. De nada le sirvió porque los firmantes de sus cartas de recomendación ya estaban muertos y solo logró una misión de espionaje en Orán. Se casó, vivió sus aventuras con una mujer casada y engendró una hija que conoció al morir la madre, se casó con una rica de pueblo cuya familia le hizo la vida imposible y prefirió ser viajero errante para no sufrir las pullas y ser tratado de “interesado y vividor de su mujer”. Quién sabe con cuántas mozas de cuadra, con cuántas pobres prostitutas se acostó. No divulgó lo que aún hoy muchos esconden.
?Homosexual? No creo y no importa. Importa El Quijote, su obra más revolucionaria; importa Rinconete y Cortadillo, su obra más subversiva. Cervantes fue un discapacitado veterano de guerra golpeado por las desventuras y muchas puertas se las cerraron en su cara, como un cargo en las Indias. Aquí les dejo un poema, que coloqué como epílogo de mi ensayo “Cervantes, Su Propuesta de Novela Psicológica, Influencias del Quijote en el Ulises de James Joyce y Otras Notas”:
“ELEGÍA A CERVANTES INMORTAL”
(1547-1616-Eternidad)
Cervantes, llegaste a viejo y te sentiste solo y derrotado,
En tu vida de tanto esfuerzo, de ilusiones y desengaños,
De muchos afanes y trajines, de calamidades y fracasos.
De joven ambicionaste fama,
Vencer la pobreza, que siempre te cercaba,
Vencerla con la pluma o con la espada.
De tu arriesgada vida de soldado,
Lograste, no el ascenso merecido,
Ser “Capitán”, como estaba prometido,
Para ser cautivo cinco años largos, esperando tu rescate,
Esclavo prisionero del musulmán enemigo,
Que fallaron todos tus planes de escape.
Por tus cartas de recomendación
Cuatro veces la vida salvaste,
A cambio mucho creció el monto de tu rescate,
La extorsión criminal que imponía el musulmán
A los cristianos apresados en sus piratas correrías.
Y no sufriste tormentos ni a muerte te condenaron
Ante tus fugas frustradas, por tu temeraria valentía,
Entendió tu falso dueño que matarte, mutilarte
O con otro grave maltrato castigarte,
Lo condenaría a la más infame cobardía,
Y era el oro por tu costoso canje,
Lo que el moro más quería.
Tiempo sobró para ver toda barbarie
Por los sarracenos cometidas,
Y al regresar a tu tierra amada,
A tu España añorada y querida,
Sin contar a los tuyos, olvidado ya estabas.
¿Plaza de Capitán? ¿A un soldado de una mano tullido?
Muertos eran ya quienes firmaron tus cartas
Por todo tu valor probado ante el enemigo:
Un duque español, Virrey en Nápoles,
Y Don Juan de Austria, Jefe de la Cristiana Flota
Contra el Imperio Turco agresivo,
Vencedor en Lepanto, Gloria de España por siglos,
Hermano del mismo Rey,
A quien pediste Gracia y Merced en vano.
Ser Mensajero Real, espía u otra comisión a destajo,
Esas tus recompensas a tantos desvelos y trabajos.
Perdieron toda importancia
Tus servicios de soldado aventajado
En Lepanto, Navarino, Corfú, Bizerta y Túnez,
En todo el Mediterráneo, mar de los antiguos romanos;
Sin importar a la Corona que estabas endeudado,
Por los préstamos tomados para pagar al moro rescate.
Y decidiste no ir a Flandes a luchar contra cristianos,
Como mandó el Rey Felipe, nombrado El Rey Prudente,
Rey Papelero, Rey Burócrata, comparado con su hermano
Don Juan de Austria, gran capitán en guerra,
Muerto temprano, víctima de fiebres y engaños,
O con su padre mismo, Carlos Quinto,
Emperador y de la Guerra el Rayo.
Para hacer guerra entre cristianos
En la Europa dividida,
El Rey Felipe pactó tregua
Con los musulmanes otomanos,
Apartado del camino que su propio padre,
Emperador y moribundo, le tenía señalado.
Ya antes Venecia firmó acuerdo con el Sultán Otomano,
Le entregó Chipre, olvidando el gran triunfo de Lepanto.
Y en otros tiempos pasados, hasta el Rey de Francia,
Génova, Milán y el mismo Papado,
Del Imperio Turco contra España fueron sus aliados.
Tanto error te encaminó, Cervantes desengañado,
A negar tu espada antes que matar cristianos.
Del Rey olvidaste sus Ejércitos, por tí tan amados,
Para continuar combatiendo al enemigo desalmado,
Al verdadero enemigo, que sólo en Argel tenía
Veinte mil cristianos cautivados,
Sometidos a perpetuos sufrimientos y martirios,
Tormentos y torturas. Eran muchos los forzados,
Violadas las mujeres, los hombres sodomizados.
Allí morían esclavos los nazarenos
Sí nadie acudía a rescatarlos;
Morían con cadenas, de hambre, a garrote,
A latigazos o empalados,
De trabajos forzados, ahorcados,
Decapitados, destripados, mutilados,
Descuartizados, desmembrados
O con los huesos por mazos de hierros quebrantados;
Que no es igual luchar, herir y matar en batalla,
Que humillar, torturar y matar impunemente,
Con toda crueldad, saña y vesanía,
A gente indefensa, inerme y maniatada.
Con candentes hierros los marcaban
Como sí fueran animales o ganado,
Igual que a los hombres negros africanos,
Que por racismo y codicia brutales,
Esclavizaban los musulmanes. Y contra Cristo,
Muchos que se llamaron a sí mismos “cristianos”,
Por ignorancia o por cinismo,
Que nunca será de hombres de bien
Hacer daño al inocente ni al indefenso fuerza alguna,
Que lo castigará Dios sin olvidar ofensa alguna.
Tantas atrocidades juraste nunca olvidarlas.
Y tu familia, pobre y errante, se endeudó
Y todo hizo para reunir los ducados,
Para liberarlos de la esclavitud sarracena
A tí y a tu hermano, dos humildes y jóvenes soldados.
Se reunió primero el rescate de Rodrigo, menos elevado,
Que cartas no le quitaron, no se las otorgaron;
Años después murió en el frente, Alférez bravo en batalla,
En la mala guerra de Flandes, guerra cruelísima y larga,
Guerra entre cristianos, regocijo de otomanos,
Mala guerra provocada por el terco Rey Felipe,
Que arrogante olvidó que Flandes era reino heredado,
No ganado en batalla o país conquistado.
De sarracenos fuiste esclavo, cinco años pasados,
Y al fin fuiste rescatado de tanta brutalidad y miseria
Por tu familia incansable y la caridad de frailes Trinitarios.
Desengañado ya del Rey Felipe, tu pluma sería tu espada,
Los versos, tu arcabuz, tus huestes el Teatro,
Y con los frailes en tu ayuda, con las obras que montaste
Caridad cristiana pediste, limosnas,
Para los cautivos de rescate.
Así nació tu pieza tan sentida, El Trato de Argel conocida
Y cada representación del Trato de Argel terminaba
Con tu recia petición al sordo Rey:
“¡Libertad para los cristianos cautivos!
¡Expedición Libertadora de los Ejércitos de España
Contra el enemigo musulmán, los piratas berberiscos
Y sus nidos en Argel!”, pero nada movió al Rey.
Allí inició tu carrera de escritor popular,
Que tiempo atrás en Madrid, tu maestro recordado,
En letras humanas y divinas,
Juan López de Hoyos ejemplar,
Te profetizó contento un día,
Cuando unos juveniles versos tuyos
Tanto alabó como fértiles semillas
De un árbol, que cuidado, podía crecer descomunal,
De frondoso ramaje tupido y a todos sombra y frutos dar,
Verdad y Sabiduría.
Por eso escribiste El Quijote al ocaso de tus días;
Quisiste dejar tu Legado a toda la Humanidad,
Lo más importante aprendido en tu vida acontecida,
Larga, aventurera y sufrida.
Querías desterrar de las mentes de los hombres,
Las supersticiones, los prejuicios y las supercherías,
La ignorancia, los errores, los sofismas
Y todas las embustes y mentiras,
Y mostrarles un camino
A la Libertad, la Justicia y la Hermandad.
Mario Raimundo Caimacán
(del poemario “Poemas de un Mundo Salvaje”, Costromo, 2023)
Miguel de Cervantes es Orgullo de España, de Hispanoamérica y del mundo.
Nota: En Costromo Miguel de Cervantes es nuestro Narrador Predilecto, Francisco de Quevedo nuestro Poeta Predilecto y Pedro Calderón de la Barca nuestro Dramaturgo Predilecto. Todos son españoles y por esto también son nuestros.
Mario Raimundo Caimacán
Claro que todos debemos ver la película de Amenábar. Verla porque es sobre Cervantes y verla porque es una película española. Sí vemos muchas insulsas películas de Hollywood ?No vamos a ver nuestras propias películas?
No puedo hablar de la película de Amenabar porque no la he visto, y no acostumbro a comentar una obra sin verla, pero como me temo lo peor, y vi lo que hizo en Ágora; diré que estoy hasta ahí, de la gente que quiere hacernos ver la historia, en este caso del siglo XVI, con los ojos progres del XXI.
De todos modos, parece que la sociedad árabe y musulmana, ha involucionado, visto el trato que se le da en ella a los homosexuales, hoy en día, y la que ha evolucionado es la cristiana, vista la libertad que tiene aquí Amenabar para criticarla. ¿No?.
Es que lo que hay hoy también lo había antes
La decadencia de estos tiempos es la consecuencia de querer cargarse el capitalismo de la mayoría sin saber porque sustituirlo, dejando el capitalismo para unos pocos elitistas que no contaminan porque vuelan como Superman, cagan mármol y se alimentan del dinero de todos con bonitas frases hipócritas que son auténticos eructos. En cuanto al fascismo que nos invade debe referirse al populismo de izquierdas que hasta ha introducido un lenguaje que seguro que Cervantes hubiera tachado de estúpidos.
Hay que estar en el pellejo del cautivo antes de juzgar si pasó o no pasó por la cama del bajá… A mí me interesa el Cervantes artista no el humano, que le supongo como el resto de los mortales, imperfecto. Por otro lado, me raspa un poco ver que el bajá y Cervantes en la película son guapísimos y están buenísimos… O sea, lo de siempre.
Sinceramente, si hubiese sido homosexual, cosa que dudo, Quevedo nos habría regalado unas cuantas docenas de sátiras al respecto que serían infinitamente más interesantes que la película del falsario Amenabar.
Amenabar, Amenabar,
Mono de la monería…
…el día que tu mentiste
grandes consoladores había.
Estaba “la bicha” en calma,
y luego estaba crecida;
morro que con tal sino pace
no debe catar pardillas.
Brillante señor B
¿Y qué más nos dará donde mojó o no mojó el miembro del insigne de Alcalá de Henares?¿A qué llevar parodias de Supervivientes telecinqueños a un rapto verdadero de crápulas islámicos? Lo que importa y sigue y seguirá importando son los molinos de viento y los gigantes a los que ha de enfrentarse con valentía y locura el ciudadano corriente y jóven de este o aquel mundo de mierda; pleno, entonces y hoy, de fondos de inversión de euromaravedíes, tripulados por ceos criminales de avaricia supina, y con gobernantes de ínsulas desbaratarias siempre corruptas. Fíjese en eso vuesa Merced…
Decir que Cervantes era homosexual es como decir que Colón era catalán. Un intento de defender una causa intentando asociar personajes ilustres y que no lo pueden aclarar.
Es desviar la atención del personaje para ponerla en una reivindicación.
Para mí, lamentable.