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José Soto Chica, ganador del IV Premio Edhasa de Narrativas Históricas

José Soto Chica, ganador del IV Premio Edhasa de Narrativas Históricas

El historiador y novelista José Soto Chica ha ganado el IV Premio Edhasa de Narrativas Históricas con su novela El dios que habita la espada, una recreación del rey godo Leovigildo y su corte ambientada en la Hispania del siglo VI.

José Soto Chica fue militar profesional y estuvo destinado en la Misión de Paz de la ONU (Umprofor) en Bosnia Herzegovina. Un accidente con explosivos le costó una pierna y lo dejó ciego, lo que le llevó a reencauzar su vida hacia su verdadera pasión, la historia, a la que se dedica como catedrático e investigador en la Universidad de Granada.

Según el jurado del premio, Soto Chica transporta al lector «con inusitado vigor y talento narrativo» a un mundo poco conocido como es el de los reyes y nobles visigodos, a sus batallas pero también a sus intrigas más cotidianas.

El editor de Edhasa, Daniel Fernández, ha señalado en la presentación del fallo que «junto al contexto histórico, documentado con profusión, descubrimos quiénes fueron aquellas gentes, cómo vivían, pensaban o sentían, porque Soto Chica no solo recrea batallas, conjuras y episodios históricos con una pasión e intensidad pocas veces vistas en el género, sino que ha creado un elenco de personajes digno de recordar«.

Soto Chica, especialista en el mundo bizantino con numerosas publicaciones historiográficas, y autor de los ensayos Imperios y bárbaros y Los visigodos, se ha mostrado emocionado cuando recordaba que ganar este premio «es un sueño para aquel que, siendo un niño de 8 años su primer libro que leyó era de Edhasa».

Ha confesado el autor que, para él, «la historia no es solo una forma de vida, es casi la vida» y revela: «Muchas veces me paso horas en otras épocas y ya no sé ni donde me encuentro».

El dios que habita la espada se sitúa en unos tiempos de transición, según Soto Chica, «entre un mundo romano que sigue estando muy presente y una Edad Media que todavía no ha llegado».

En ese contexto, la novela cuenta la historia de Leovigildo, «fundador del reino visigodo de Toledo, que es el que conformó el reino medieval».

Al ganador le atrajo el personaje de Leovigildo, porque «encarna una historia de triunfo en lo político, por su genio militar, capaz de construir una administración casi de la nada e incluso una cultura, pero al mismo tiempo una persona que fracasa en lo personal».

Leovigildo tiene un sueño, «conseguir un reino fuerte y unido, con un único rey y una única ley igual para todos; un reino en paz para sus hijos, Hermenegildo y Recaredo, pero solo Valtario, señor de la guerra implacable y mortal, cree en principio en el sueño del rey«.


A su alrededor, todo son conjuras, traiciones y revueltas, que incluso le llegan desde el lecho conyugal, pues su esposa, la reina Gosvinta, tan cruel como inteligente, planea un futuro muy diferente.

Según el galardonado, en la novela «no hay ni blancos ni negros, hay muchos grises, no son personajes ni totalmente buenos ni toalmente malos».

Reconoce Soto Chica que los años de los visigodos son «una época complicada para los historiadores por la escasez de fuentes, pero en los últimos veinte años ha habido una revolución, y se han puesto en valor nuevas fuentes, como las obras de Braulio de Zaragoza, las cartas del papa Gregorio Magno con Recaredo, los libros del historiador Gregorio de Tours o del cronista Juan de Biclaro, que te permiten dar carne a esos personajes».

Por otra parte, la escasez de fuentes es, para Soto Chica, «una ventaja para el novelista» al tener mayor libertad para crear».

Asegura Soto Chica que «Leovigildo quería ser de mayor un emperador romano, estaba anclado en el pasado, mientras que su mujer Gosvinta piensa más como una reina medieval, y quiere desarrollar una política moderna».

El historiador acepta que se considere a Leovigildo como el unificador de Hispania, pero, advierte, «ya era una realidad administrativa y cultural en tiempos de los romanos, y lo que hacen los visigodos es conformarlo políticamente».

Y añade: «No es nuestra España actual, pero hay una relación innegable, como la que hay entre la Galia merovingia y la Francia actual».

A su juicio, «no hay nada peor que un político que no sabe historia, y a los visigodos se les ha manipulado», y en este sentido el autor considera que «la Edad Media de toda Europa occidental no se puede entender sin ellos, porque el reino visigodo llegó a ocupar una parte de la Francia actual, que dio lugar a la Marca Hispánica y luego a los condados catalanes».

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