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Juan del Val: “Me lo paso muy bien escribiendo de sexo”

Juan del Val: “Me lo paso muy bien escribiendo de sexo”

Estamos en un restaurante de Sevilla. Uno de los caros. Hay hombres y mujeres de negocios, gente muy arreglada y unos cuantos “tiesos” con pinta de aristócratas, que lo son o quieren aparentar que lo son; “tiesos” al fin y al cabo. Estos últimos están siempre atentos a ver a quién le dan el sablazo, para seguir estando en todos los sitios en los que hay que estar en la capital andaluza, aunque no tengan un clavel. Esto es Sevilla. En una mesa están sentados Vera y Antonio, los dos protagonistas de la novela ganadora del Premio Planeta, Vera, una historia de amor. Todos les miran porque todos se conocen. Piden lenguado. A él no le gusta el pescado. En Vallecas, cuando era pequeño, su madre se lo daba rebozado; no había forma de sacar un trozo que no estuviera lleno de espinas. Aquí hay un señor que quita las de su pescado y le trae a la mesa solo los lomos, limpios. Al personaje del libro de Juan del Val esto le vuela la cabeza. Ciencia ficción. Volvemos a la realidad: llega la cuenta. Antonio se la pasa a Vera, la que sabe de hectáreas, fincas y se casó con un señorito andaluz que se llama Borja Manuel.

Hablamos con Juan del Val de la información que nos da el sexo de las personas, sobre pastorear literariamente a las masas y acerca del peligro de las etiquetas.

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—La de Vera es la historia de una huida; de su vida y hasta de sí misma. No hay mayor fantasía que esa. 

—Es un cambio que tiene algo de huida de un mundo que es claustrofóbico. Hay que matizar que ella durante toda su vida no se ha sentido en una prisión; no está en un lugar incómodo, sino en uno confortable. Sí que es cierto que llega un momento de su vida en el cual ella intuye que se está perdiendo cosas, y decide ir a por ellas.

—A ella siempre le han dicho lo que tenía que hacer, como cuando deja de pintar porque hasta le dirigen la forma en la que tiene que crear sus cuadros.

"Ella decide frenar su inquietud artística. Es algo que hacemos por los demás y también por nosotros mismos"

—Ella decide frenar su inquietud artística. Es algo que hacemos por los demás y también por nosotros mismos. Vera ha tenido poco compromiso con ella misma a la hora de conocerse. Eso se explica bien con la pintura; ella abandona lo que podía haber sido y las cosas que podía haber sacado de sí misma, algunas de las cuales no son complacientes ni cómodas. Es algo muy común en muchas personas, en muchas mujeres en este caso, condicionadas por una sociedad un poco rancia y, sobre todo, claustrofóbica. Salir de ahí no es tan sencillo porque piensas que te están observando, y algunas de esas miradas hieren bastante.

—Leo en su libro: “Los hombres dejan a sus mujeres cuando encuentran a otra mujer, las mujeres dejan a sus maridos cuando se encuentran a sí mismas”.

—Por lo general, al hablar de cómo sentimos las cosas, no me gusta diferenciar entre hombres y mujeres. Creo que es algo que tiene que ver más con la condición o la manera de ser de uno mismo. Sí que es cierto que el hombre entiende la vida de una forma más simple. (Risas) No sé si para bien o para mal. Y esa frase se podría referir a eso. A mí me parece que una mujer, cuando se encuentra, digamos que puede ser más peligrosa. Y el hombre pierde los papeles de una manera más sencilla cuando encuentra otra mujer.

—Vamos con el sexo. Lo de que a la protagonista se le aparecía la cara de Sor Angustias mientras se masturbaba me ha traumatizado.

"A muchas mujeres se les ha enseñado que el placer es algo vergonzante"

—Es que eso… Imagínate qué imagen, porque además tiene pelos duros en la barba… (Risas) Cualquiera se concentra de esa manera, con esa monja con cara enfadada, que es una especie de conciencia. Esa es una manera gráfica de contar algo que tiene que ver con la culpa, que es la forma en la que a casi todos nos han educado. A muchas mujeres se les ha enseñado que el placer es algo vergonzante. A pesar de que la sociedad ha evolucionado mucho, eso es algo que sigue existiendo en determinados entornos, y me apetecía contarlo, incluso de una manera, digamos, que pueda tener cierta gracia.

—El título de su libro es Vera, una historia de amor. Después de terminar la novela me he acordado de la película de Verónica Forqué Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo

—Es que a mí me gusta escribir de sexo, siempre que tenga sentido. Es como lo que ocurre con el desnudo, que se tiene que justificar en el guion. El sexo da mucha información de los personajes, por la forma en que lo practican y la manera de desear. Por eso me parece interesante mostrarlo, igual que la muerte o una celebración. El sexo está al servicio de la novela para contar los personajes. Me lo paso muy bien escribiendo de sexo, y eso se nota. Y esto es algo característico de mis novelas. Aunque creo que en mis novelas hay mucho menos sexo de lo que parece. Lo que pasa es que es un sexo bastante potente y parece que hay más. Si lo miras bien, hay sólo cuatro escenas de sexo y muchas más que tienen que ver con otras cosas.

—Son escenas que tienen consecuencias dentro de la novela.

—Claro. Porque el deseo hace cambiar a Vera, avanzar. El sexo es un motor para ella.

—Del amor al sexo, y luego llega el turno del thriller.  

"Cuando hablo de un suceso trágico en el libro, de esa parte de thriller, lo que hago en realidad es contar la historia de amor entre dos hermanos"

—A la hora de definir las novelas, cada uno puede encasillarlas donde quiera. Para mí Vera, como todas las novelas que escribo, es una novela de personajes. Cuando hablo de un suceso trágico en el libro, de esa parte de thriller, lo que hago en realidad es contar la historia de amor entre dos hermanos. Eso es lo que tiene el valor para mí, y no la parte criminal. Me interesa hablar de cómo el hermano pequeño está tan necesitado de cosas, lo vulnerable que es y también entusiasta; y de qué manera el mayor, que ha salido del mismo sitio, ve que el otro llega tarde a todo. Eso me parece muy triste y es lo que me interesa contar. La parte del thriller me sirve para mostrar esa realidad, para acompañar ese relato.

—El amor entre hermanos puede ser tan intenso como el de una pareja.

—Cuando hablamos de una historia de amor nos centramos en la de los protagonistas, pero entre los hermanos también hay mucho amor. En esa relación hay muchas cosas no dichas, que es algo que a mí me interesa mucho en la vida y en las novelas. También la historia de amor entre Antonio y su madre me parece muy potente.

—Su noche en la Feria de Abril de Sevilla.

—Esa reconciliación es muy bonita porque hay muchas cosas no dichas. Antonio consigue hacer feliz a su madre durante esa noche. Vera es una novela con varias historias de amor y de diferentes tipos.

—Respecto al estilo del libro, hay interés en meter al lector dentro de la narración desde el principio con el uso del presente simultáneo.

"Soy directo a la hora de contar las cosas. Eso es algo de lo que no me puedo desprender, porque no quiero y porque no sé hacerlo de otra forma"

—El estilo es el mismo de las otras novelas. Es mi manera de escribir. Me da cierto rubor definirla. Soy directo a la hora de contar las cosas. Eso es algo de lo que no me puedo desprender, porque no quiero y porque no sé hacerlo de otra forma. Al igual que hice en Bocabesada, en Vera utilizo la tercera persona; en Candela y Parece mentira usé la primera persona y también el presente. Al final, el estilo es el mismo en todas. La tercera persona te facilita las cosas en una novela coral como esta, porque Vera no es una protagonista única. En esta historia hay secundarios muy potentes, como Antonio.

—Es difícil que Sevilla sea el escenario de un libro y no haya estereotipos. En la novela hay unos cuantos: el señorito andaluz, los toros, la religión, la diferencia de clases…

—Sevilla es una ciudad que conozco bien y me encanta. Tengo muy buenos amigos allí y siempre que voy me lo paso fenomenal. Esta ciudad tiene una parte que me parecía muy interesante para situar allí mi historia. En la novela hay una mujer que quiere salir de un sitio y cambiar su vida. Y en esta ciudad hay algo rancio, en una parte de la sociedad, y me parecía interesante para lo que yo quería contar. Además, Sevilla es un escenario fantástico para hablar de pasiones. Sevilla es una ciudad que tiene muchos tópicos, eso es evidente. Hay mucho estereotipo. Pero los bares de los que hablo en la novela están ahí; todos existen. Y en ellos pasan cosas como las que cuento. Nadie puede decir que me he inventado nada.

—¿Por qué Borja Manuel y no Alberto? Se lo ha puesto muy fácil a sus haters.

"A mí no me gustan los malos rotundos. En la vida tampoco me los creo"

—Claro. Es que Borja Manuel… Bueno, hay mucho Borja. También cuento que lo de Martes y 13 se lo hizo pasar mal. Hay algo absurdo en Borja, en el marqués. Aunque es un personaje al que tengo cierto cariño. A mí no me gustan los malos rotundos. En la vida tampoco me los creo. A Borja le pasan muchas cosas. Él es preso de muchas circunstancias; tiene mucha presión por lo que le han contado, qué es ganar, qué es perder, el honor… Todos esos conceptos me dan un poco de miedo y él los tiene muy interiorizados. Eso desemboca en una reacción que ni siquiera es la que él quería tener. Pero cuando juegas con fuego, te quemas.

—La novela se puede ver como un Vallecas vs. Sevilla.

—Me dicen que la novela puede parecer una crítica social. En absoluto. Me limito a definir las cosas como son. Si hablo de dos barrios de Madrid, no es lo mismo el barrio de Salamanca que Orcasitas. Son diferentes. Las oportunidades que hay en un sitio y en el otro son muy distintas. Es que hay un abismo entre la cubierta de Leganés y la calle Velázquez. Y están a tres kilómetros de distancia. Yo simplemente expongo esto que sucede. No pretendo ni siquiera juzgarlo. Tampoco voy a caer en el tópico de que todos los ricos son malos y todos los pobres son buenos; me parece de una simpleza absoluta. Hay gente de la alta sociedad sevillana que son maravillosas personas y también hay idiotas. Como hay gente en Vallecas que es fenomenal y algunos hijos de puta que ni te lo crees.

—Por cierto, usted ha currado en la obra.

—He trabajado en obras, pero no exactamente como albañil.

—Pues está por todas partes.

—Sí. Al final, se ha dado por bueno que fui albañil. Se parece mucho. (Risas) En realidad, recogía hormigón de las hormigoneras. Una mierda de trabajo.

—¿Encofrador?

—No. Era una cosa que se llamaba laborante. Sacabas muestras para un control de calidad que hacían otras personas en el laboratorio. Eso lo estuve haciendo durante tres años. La gente ha simplificado: obra, igual a albañil. Pero yo nunca he sido un paleta. Mi habilidad para poner un ladrillo encima del otro es lamentable.

—Hablemos de la escena del restaurante y el “desespinador” de pescado.

—Me gusta que menciones esa escena, porque a mí me encanta. Mi madre me hacía el pescado de la misma forma que se lo hacía a Antonio la suya. Me sigue pareciendo un acontecimiento, pero un acontecimiento, cuando alguien te limpia el pescado en un restaurante. Me parece la hostia.

—Es casi impúdico.

—No puede ser que haya un tipo que haga eso y te traiga los lomos limpios. Aunque es algo que ya he vivido en muchísimas ocasiones, me sigue pareciendo algo maravilloso. En esa escena se cuentan muchas cosas. También lo que pasa cuando llega la cuenta y Antonio se la deja a ella para que pague.

—En casos como el suyo, la persona, el personaje, lo opaca todo. La gente criticaba en redes sociales su novela sin haberla leído.

"Tengo muchos tiros pegados como para que a mí me desestabilice cualquier señor en Twitter, entiéndeme, o un articulista de lo que sea"

—Eso era muy previsible. Yo sabía que esto iba a suceder. Era evidente por lo que estás diciendo. Te colocan en un lugar, y a partir de ahí, pues dicen: “Joder, va a hacer una novela y espérate que vaya a ser buena o le guste a la gente”. Lo asumo todo. Yo me expongo en televisión; a una gente le gusto y a otra no. A unas personas les encantan mis novelas y a otras no. Lógicamente. Eso es algo que pasa con todas las novelas de la historia de la literatura; no hay ninguna que le haya gustado a todo el mundo. Entiendo perfectamente todo lo que sucede. Algunas veces son críticas honestas, otras veces son dirigidas, otras veces tienen que ver con sumarte a una corriente que te debe hacer sentir confortable machacando a alguien. Sólo me entristece por la gente que me quiere, pero a mí me da igual. Soy consciente de lo que hago. Tengo muchos tiros pegados como para que a mí me desestabilice cualquier señor en Twitter, entiéndeme, o un articulista de lo que sea. Sí que es cierto que hay gente a tu alrededor, la gente que te rodea, que sufre un poco, y eso sí que me provoca cierta tristeza, pero luego rápidamente les consuelo y les digo que no pasa nada.

—Forma parte del business.

—Lo relativizo todo. Hay gente que tiene la necesidad de desacreditarme. Luego me he puesto muy contento al ver en redes sociales gente con tanto nivel literario, tanto garante de la pureza, que te dice con tantas faltas de ortografía que tú eres superficial. ¿Y tú qué es lo que lees? Me encanta que todo el mundo lea a Faulkner en Twitter y que tengan ese nivel cultural impresionante para valorar las novelas de Juan del Val como algo menor comparado con su capacidad intelectual. Bueno. Me río. Simplemente.

—Es raro que el ganador de un premio como el Planeta tenga que justificarse por lograrlo al momento de anunciar su nombre.

"Es como si hubieras cometido un delito y tuvieras que justificar que has atracado un banco"

—Es como si hubieras cometido un delito y tuvieras que justificar que has atracado un banco. ¿Cuál es mi delito? Me enfrento a todo con honestidad —eso la gente que me conoce lo sabe— e intento hacerlo de una manera pura y poner de mí lo mejor que tengo. Hay veces que acierto y otras que no. En ocasiones las cosas me salen mejor y otras peor. Que una noche se dé un premio a una novela y que al día siguiente todos los periódicos abran con la noticia de un libro me parece que es un acontecimiento sensacional. Eso es algo que entre todos deberíamos poner en valor. Sin embargo, hay gente empeñada en decir que no lo tiene, y que lo bueno es lo que no se lee y que lo que se lee es malo. Hay novelas buenas y novelas malas. Novelas comerciales buenas y novelas comerciales malas. Novelas que la gente no lee por lo que sea y son extraordinarias, y novelas que la gente no lee porque son una mierda. “Lo bueno es lo que no se lee, lo malo es lo que se lee”… Es que si tú lo piensas realmente, no veo un discurso menos inteligente. Eso en cualquier otro orden de la vida no tendría ningún sentido. ¿Qué tipo de ego tienes para creer que eres más listo que todo el mundo? Ponerle etiquetas a las cosas siempre suele ser peligroso. Hay un cierto empeño en encasillar también al lector. Eso en el cine se entiende mejor. Puedo ver una película de un director iraní que me han dicho que es fabulosa, y también una comercial; y soy el mismo. Y una persona puede leer a Michel Houellebecq y leerme a mí. Es el mismo lector, que en cada ocasión busca un tipo de lectura. Alguien puede leer Sur, de Antonio Soler, y también a Sonsoles Ónega, ¿por qué no? No hay dos lectores: no está el listo y el tonto, no hay uno informado y el que no. El mismo lector busca información, sensaciones, entretenimiento… La gente es mucho más lista de lo que parece y sabe lo que lee. Ir pastoreando a la gente diciendo lo que sí y lo que no me parece un poco triste.

—Terminamos. Ahora viene el apocalipsis con las presentaciones, pero ¿está escribiendo ya o tiene alguna historia rondando en la cabeza? 

—Escrita, no; rondando, siempre. Siempre hay algo rondando. Estoy deseando abrir el ordenador. Lo que pasa es que en este momento no puedo porque va a ser muy frustrante. Esta tarde tengo que hacer otras tres entrevistas, mañana tengo viaje y luego está la televisión. No voy a poder escribir, pero sí que le estoy dando vueltas. Tengo una idea que quiero hacer y llevo tiempo con ella metida dentro. Se trata de una novela que transcurre solo en un día. Y tengo hasta dos o tres personajes. No sé de qué va a ir, ni si va a ocurrir en Sevilla o en Nueva York, pero tengo esa idea de que ocurra en un solo día. Es un reto que me interesa.

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Pablo75
Pablo75
1 mes hace

“Me lo paso muy bien escribiendo de sexo, y eso se nota.”

Los lectores lo notan menos que el autor:

“Eli apaga la luz y se mete por debajo de las sábanas. Luis se concentra cuando Eli le busca el pene con los labios, con su lengua, intentando ponerlo duro, lo suficiente al menos para poder sentirlo dentro de ella. La erección de Luis es más mecánica que apasionada, pero sentir cómo crece dentro de su boca excita a Eli. Moja dos de sus dedos con saliva para lubricarse, hace falta algo de ayuda, pero hoy no utilizará ninguna crema lubricante. Eso les quita las ganas a los dos, a ella más por lo que significa. Hoy no hará falta. Eli entiende que es el momento y se pone encima de Luis, que la mira desde abajo. Ella prefiere no quitarse la camiseta. Sus tetas son demasiado flácidas, no ayuda que sean tan grandes. Sus tetas volvían loco a Luis cuando además de grandes
no estaban muertas. Luis piensa en Carolina y en su cuerpo joven, en la fresa mordida tatuada en su culo.”

(Juan del Val. Vera, una historia de amor).

Roberto Arizpe Larenas
Responder a  Pablo75

Qué basura.

Roberto Arizpe Larenas
Responder a  Pablo75

¿Y esto gano el premio Planeta, es verdad?

Roberto Arizpe Larenas
Responder a  Pablo75

¿Esto que sale en el comentario es verdad?

Roberto Arizpe Larenas
Responder a  Pablo75

¿Es broma?

Luis Moreno
Luis Moreno
1 mes hace

Entiendo que entrevisten a este personaje y comenten sus textos porque algo de escatología debe tener también esta web.

En fin… que bajada de nivel para Zenda.