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La cámara en el macuto

A veces sucede el milagro. Cuando parecía que todo estaba contado, descubrimos que no, que apenas hemos rayado la superficie, que sólo estábamos contemplando la punta del iceberg. Porque de la Guerra Civil Española se ha hablado mucho, en distintos formatos, épocas, idiomas y tonos. Hay películas, libros, canciones, cuadros, artículos y hasta cómics. Los investigadores han realizado miles de tesis al respecto, pero es nombrarla en según qué foros y que se reabra el debate. Por eso es tan meritorio un libro como La cámara en el macuto (Esfera de los Libros, 2018), que desentierra más de 900 fotos tomadas durante el conflicto, principalmente por los propios soldados carlistas, de las cuales más de la mitad habían estado inéditas hasta hoy.

Una imagen puede engañar, no hay que ser ingenuo. Pero una mirada es más difícil de falsificar. Se nota en el contraste entre el vencedor y el vencido, entre el prisionero y su guardián, entre el mando y el voluntario, entre el soldado veterano y aquel que semanas antes solo era un campesino. El libro, de más de 500 páginas, coordinado por Pablo Larraz y Víctor Sierra-Sesúmaga es ese pequeño oasis en el desierto que nos ayuda a desmitificar y normalizar la Guerra Civil. La primera mitad se centra en los diversos frentes del bando nacional, principalmente del norte, mientras que la segunda se refiere a imágenes más cotidianas y por tanto más sorprendentes.

Hemos fabricado una épica contaminada por la mirada de extranjeros. Recreamos el cómo nos gustaría que hubiera sido en lugar del cómo fue realmente. Las fotos narran la odisea de hombres mal armados, sin nada parecido a un uniforme salvo la manta en bandolera, enfundados en alpargatas de labriego o en zapatos tachonados con clavos. Condiciones muy precarias en lo material, viviendo en chozas de pastores, durmiendo al raso, parapetados tras sacos terreros o tablones, subidos a blindados de factura casera o conduciendo filas interminables de acémilas. Ahí están las boinas omnipresentes, las pipas en labios de chicos de 20 años, la bota de vino al hombro, los garrotes para ayudarse a caminar. El contraste se hace evidente en las misas de campaña, con los sacerdotes flanqueados por armamento y cajas de munición. Alguien dijo que de la Guerra Civil está todo por contar. No solo nos queda fomentar el qué pasó con una mirada periodística sin interferencias políticas, sino que también tenemos la asignatura pendiente de narrar cómo fuimos para poder entender cómo hemos llegado al presente.

Llaman la atención las continuas referencias al soldado “diferente”: aquellos demasiado jóvenes (algunos de 15 años) o muy viejos (de 45 o más) entre los propios requetés y voluntarios. Una de las instantáneas corresponde a Wenceslao Alonso, que partió como voluntario con 82 años, y otra a Miguel Echeverría, el “Quijote Carlista”, ataviado con el uniforme de la anterior guerra civil. Si hoy día estas imágenes nos parecen de otro mundo, la de esos dos veteranos tuvo que tener el mismo efecto allá en 1936. Destacar que hacia el final del volumen aparecen las “últimas fotos”: soldados que murieron en la batalla que clavan sus pupilas en el lector desde otro tiempo y otro lugar. Cuesta mantenerles la mirada.

"Además de los imprescindibles pies de fotos las páginas se complementan con fragmentos de diarios, publicaciones y cartas, principalmente de soldados"

Los fondos nos muestran unas ciudades no tan alejadas en el tiempo, calles que siguen en los mismos lugares, edificios que muestran las heridas de las batallas. Esas fachadas en blanco y negro aún se pueden encontrar en la actualidad en el centro de muchas poblaciones. Algunas de ellas destacan por las pintadas, de un bando o de otro, lanzándose mensajes y consignas con las paredes como lienzo. En otros casos aparecen edificaciones que ya no existen, muestras de arte arquitectónico perdidas en la contienda pero inmortalizadas en los negativos.

Además de los imprescindibles pies de fotos, las páginas se complementan con fragmentos de diarios, publicaciones y cartas, principalmente de soldados. En ellas se cuentan en primera persona hechos de la época, descripciones de lugares y de asaltos, de sus preocupaciones y anhelos. Unos preguntan a sus familiares sobre la siega, otros por sus hijos, otros tratan de mostrar solo el lado amable de la guerra para no preocupar a padres o esposas mintiendo sobre lo bien que comen y lo seguro que es todo. En muchos casos, además del nombre del soldado que escribió la carta, aparece la fecha en la que falleció en plena contienda. Son las misivas de los caídos, las voces de los muertos.

“No hacemos otra cosa que jugar, cantar y bailar. Tenemos guitarras, así que estamos bien. Por las noches hablamos con los rojos. Gozamos gritándoles. Nos dicen que nos esperan con los brazos abiertos, que matemos a nuestros oficiales, que estamos engañados. Otras veces dicen que saben que están perdidos, pero que no se entregarán. Nos gritan “hijos de frailes y de curas”. Nosotros, cantar bien fuerte y tocar la guitarra. (Carta de Fermín Garralda Esparza, +12/06/1937)”

"La cámara en el macuto es un libro tan valiente como necesario"

No sólo sorprende por el material histórico, sino que cobra un valor especial como libro de fotografías. Se aprecia un gusto por lo estético entre los soldados que las sacaron, en especial de Sebastián Taberna y Nicolás Ardanaz. La composición y el encuadre no están tomados al azar, sino que se busca contar con cada imagen, con cada juego de luces y sombras, incluso en las imágenes para la propaganda oficial. Hay además cierto espíritu periodístico, dado que muchas series de fotos conforman auténticos reportajes gráficos, como en la toma de Sigüenza.

La cámara en el macuto es un libro tan valiente como necesario. Estoy convencido de que si todas esas imágenes estuvieran en un museo atraerían a visitantes de medio mundo, pero tenemos la suerte de tenerlas recopiladas en un volumen de una calidad sobresaliente. Una obra honesta, para leer con calma, dado que cada foto tiene una historia detrás y cada detalle cuenta. Pero lo mejor de todo es que aún queda mucho material inédito, lo cual nos deja la esperanza de que esta sea solo una pequeña muestra de lo que está por llegar.

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Autores: Pablo Larraz Andía y Víctor Sierra-Sesúmaga. TítuloLa cámara en el macuto: Fotógrafos y combatientes en la Guerra Civil EspañolaEditorial: La Esfera de los Libros. VentaAmazonFnac y Casa del Libro.

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