El azar y el talento de los implicados ha querido que, en apenas unas semanas, se den cita en las distintas plataformas españolas cuatro comedias que borran de un plumazo la impresión de que, en estos tiempos de renovada corrección política, se haya vuelto más difícil causar la risa del espectador. O eso, o los creadores de las siguientes cuatro ficciones se han arriesgado el doble de lo que deberían a la hora de afrontar la risa del personal.
Entrepreneurs, disponible en Disney+, supone el salto a la ficción de los célebres Pantomima Full, que pasan de sus vídeos breves de internet a una sangrante parodia de los personajes típicos del moderno entorno laboral con una sitcom que sigue el modelo de enredos en el trabajo de célebres hitos del género como The Office. Para ello, Alberto Casado y Rober Bodegas se han rodeado de Aura Garrido, a modo de coprotagonista e hilo conductor, y el director Álex de la Iglesia, que entre otros profesionales tras las cámaras ha dado forma de comedia de diez capítulos a este agresivo pescozón a la mentalidad corporativa políticamente correcta y exageradamente chiflada de algunos, cada vez más, frecuentes compañeros de trabajo y hipsters de oficina.
Muertos S. L., en su salto de Movistar a Netflix en su tercera temporada (y de camino ya a la cuarta en la misma plataforma), certifica que los hermanos Caballero están en plena forma tras La que se avecina y Machos Alfa, otra que podría formar parte de esta lista. Su último proyecto es, como la anterior, una comedia en un entorno laboral, solo que la negrura de las aventuras del personal de funerarias Torregrosa permite añadir un plus de humor necrófilo. Somos material perecedero, parecen decirnos, por mucho que la desmedida ambición de un personaje de una mezquindad similar a la de los tebeos de Vázquez, Ibáñez y la editorial Bruguera conspire por hacerse el pez más grande de su pequeño acuario. Le rodea un elenco privilegiado que entiende perfectamente los vaivenes de una trama que nos descubre a Diego Martín y Amaia Salamanca como excelentes actores cómicos y que, para colmo, encima se atreve a coquetear con esa misma ética y estética laboral debida a las temibles memorias de Steve Jobs.
Puede que Animal sea la serie más cándida, entrañable y blanca del grupo. El cariño que desprende la, por otro lado, un poco tensa relación entre tío y sobrina (descubrimiento el de Lucía Caraballo: prepárense para verla en todas partes), y el ubicar la crisis vital y de ansiedad de Antón, el veterinario rural que interpreta el excelente Luis Zahera, en el centro del relato, así lo certifica. Pero la serie de Víctor García León para Netflix no es solo bonhomía, sino que reparte pescozones gallegos, secos y bruscos, a todos aquellos urbanitas que depositan sus carencias sentimentales en las mascotas, en el ecologismo entendido como palabrería barata y el maltrato al campo por parte de las autoridades políticas. Este éxito de la plataforma es capaz de ganarse el corazón del espectador, y la segunda temporada ya anunciada promete desarrollar aún más los conflictos personales de estos personajes.
Poquita fe ha bajado un poco el nivel en su segunda temporada, con menos capítulos y algo más dispersa, pero es que el músculo cómico de esta serie costumbrista pero completamente chiflada de Movistar+ sobre las decepciones de la pareja y la vida contemporánea era ya muy alto. El humor absurdo entre certezas cotidianas, la mágica monotonía que transmiten Raúl Cimas y Esperanza Pedreño y la presencia de una creciente galería de secundarios que afilan el aguijón de la serie permite a Montero y Maidagán pasar de un punto de vista a otro con una agilidad tremenda gracias a, en gran parte, un trabajo en la sala de edición de eficacia quirúrgica. Sus gags, como el memorable del cuadro de Franco, son motivo de meme de internet a nivel mundial, y debe ser por algo.


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