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La deportación de las sefarditas de Salónica

Los historiadores Diego Martínez López y Gutmaro Gómez Bravo amplían en este artículo la información sobre la deportación de los sefarditas de Salónica que aparece en su libro Deportados y olvidados (La Esfera), en el que recuperan la memoria de los españoles víctimas del Tercer Reich.

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Grecia era el gran lugar de residencia de los sefarditas, con una comunidad de 60.000 miembros censada antes de la guerra. La mayoría de los que poseían la nacionalidad española vivían dentro en Atenas y, sobre todo, en Salónica. La comunidad judía de Grecia, que antes de la ocupación contaba con 72.000 miembros, fue prácticamente destruida al completo. Solo un 17% pudo escapar. 8500 lograron esconderse en distintas zonas montañosas aisladas y unos dos mil consiguieron partir hacia Próximo Oriente.

La guerra había llegado a Grecia en octubre de 1940, tras el ataque italiano para asegurarse el control del Mediterráneo. Con la ayuda británica, el ejército griego consiguió rechazar la invasión, forzando la intervención alemana, a la que se unió Bulgaria en marzo de 1941. A finales de abril, toda la Grecia continental estaba ocupada por fuerzas alemanas. Las tropas búlgaras controlaban el noreste y, para junio, el conjunto de las islas estaba militarizado por el ejército italiano. El general Tsolákoglu, que había firmado el tratado de armisticio con Alemania, fue nombrado jefe del nuevo gobierno colaboracionista con sede en Atenas. Al igual que en toda Europa, las medidas antisemitas se impusieron progresivamente en todo el territorio griego según las distintas zonas de ocupación. Salónica fue la primera gran ciudad griega en la que comenzó la “limpieza” y deportación sistemática de los judíos.

"Entre el 6 y el 17 de ese mismo mes aplicaron las Leyes de Núremberg. Todos los judíos mayores de cinco años fueron obligados a llevar una estrella de David de 10 cm x 10 cm en el pecho"

Dos días después de la ocupación alemana, los periódicos judíos ya estaban clausurados. Tras ser censados y clasificados, sus bienes fueron incautados, empezando por el dinero, pero también todos sus elementos culturales y religiosos. El doctor Johan Paul, director de la Biblioteca para la Investigación de la Cuestión Judía, envió a Berlín más de 10.000 libros y manuscritos de las sinagogas y centros de estudio de toda Grecia, en una operación centralizada desde Salónica. El 11 de julio, durante la festividad del sabbat, nueve mil judíos fueron concentrados en la céntrica plaza de la Libertad de Salónica. Tras ser obligados a realizar públicamente una serie de ejercicios físicos a lo largo de veinticuatro horas, al día siguiente y tras una rápida selección física, cuatro mil empezaron a trabajar en carreteras, en el tendido ferroviario con Atenas y en varias obras de fortificación y de “limpieza” de la ciudad. El resto fueron obligados a trabajar para la Organización Todt y otras empresas alemanas. En diciembre, se les encargó demoler su propio cementerio, reutilizando las lápidas de las tumbas medievales en las nuevas infraestructuras defensivas. La etapa de trabajo forzado iba a terminar pronto, según los cálculos de la RSHA, la todopoderosa Oficina de Seguridad alemana. En febrero de 1943, los delegados de Adolf Eichmann, Dieter Wisliceny y Alois Brunner llegaban a la ciudad junto con Alois Brunner, para “organizar” la solución final en Grecia.

Entre el 6 y el 17 de ese mismo mes aplicaron las Leyes de Nuremberg. Todos los judíos mayores de cinco años fueron obligados a llevar una estrella de David de 10 cm x 10 cm en el pecho. Todos, incluidos aquellos sefarditas que se habían convertido al cristianismo dos generaciones atrás, eran considerados judíos y por lo tanto estaban obligados a inscribirse en el censo especial. Sus casas y tiendas debían llevar ese mismo distintivo que les identificaba. No podían comprar, vender ni transferir ningún tipo de bienes y se les confiscaron las radios y los teléfonos. Todas sus propiedades fueron distribuidas entre «administradores» griegos, elegidos por el «Servicio para la Eliminación de la Propiedad Judía» (YDIP). No podían usar el transporte público ni salir de la ciudad. Como había ocurrido ya en toda la Europa del nuevo orden alemán, se estableció el Judenrat , Consejo Judío, que ordenó el traslado y reubicación de la gran comunidad judía de Salónica en dos grandes barrios conocidos como «Baron Hirsch» y «Exohon». Se fueron transformando en guetos cerrados. Al principio podían salir para ir a trabajar, pero pronto se les prohibió toda movilidad bajo pena de muerte. El 14 de marzo de 1943, 2.400 judíos del «Baron Hirsch» fueron seleccionados y concentrados. Al día siguiente partieron hacia Polonia en trenes de ganado. Cinco días después llegaron a Auschwitz, donde, tras una rápida selección inicial, 1791 hombres, mujeres y niños fueron enviados directamente a las cámaras de gas. Según la contabilidad del campo, para el 2 de agosto de ese año 56.000 judíos habían salido de Salónica en 19 convoyes de los Ferrocarriles Griegos. La mayoría fueron destinados a Auschwitz II, a Birkenau. Sólo sobrevivieron 1.950.

"Ya habían partido hacia Auschwitz, las sefarditas casadas con griegos que por efecto de las leyes raciales habían perdido la nacionalidad española"

El 15 de diciembre de 1942, ante la inminente operación de limpieza del gueto, el Consulado español de Salónica había cerrado sus puertas, quedando la única representación diplomática española en Atenas. Los sefarditas españoles eran el grupo de judíos extranjeros más numeroso de toda la ciudad, 550, que, a pesar de contar con la nacionalidad reconocida, quedaron incluidos en las mismas medidas que estaban sufriendo el resto de judíos de la ciudad. El 4 de marzo de 1943, comenzaron las deportaciones en el norte de Grecia. Según los datos del Consulado alemán en Salónica, aún permanecían en la ciudad varios judíos con nacionalidad extranjera, que trataban de salir hacia Atenas u otras zonas ocupadas por los italianos. Aún quedaban 511 españoles, 281 italianos, 39 turcos, 39 portugueses, 6 argentinos y 4 suizos.

La deportación de judíos en Grecia coincidió con la mayor presión de los aliados sobre España. El 8 de abril de 1943, el embajador norteamericano en Madrid comunicó el plan conjunto con los británicos para repatriar al norte de África a 1500 judíos, advirtiendo “que si no hacen nada saldrán hacia Polonia al menos 300 de ellos”. En efecto, ya habían partido hacia Auschwitz, las sefarditas casadas con griegos que por efecto de las leyes raciales habían perdido la nacionalidad española. A comienzos de abril, la embajada alemana en Madrid ya había confirmado que se encontraban “en distintos campos de Polonia, de donde, por razones de seguridad no pueden salir”.

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