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¿La escritura, un don?

Estos días me ha dado por pensar en lo que llamamos el don de la escritura, y por preguntarme si verdaderamente ese don existe, si unas personas están dotadas de forma innata para escribir y otras no. He estado reflexionando sobre ello, e incluso he mantenido una conversación sobre este tema con una persona que estimo muy competente.

Quizá el don sea simplemente que te guste mucho hacer algo, muchísimo. De ahí vendría todo lo demás. Esta es una de las cosas que he pensado sobre este tema. Cuando a uno le gusta mucho algo, muchísimo, como digo, le dedica mucho tiempo, tiene esa inclinación…

Confieso mi ignorancia, aunque llevo muchos años escribiendo. Es posible que cada vez lo haga mejor, y es seguro que cada vez disfruto más haciéndolo, cada vez más. Creo también, aunque esto quede mal decirlo, que los resultados públicos son buenos, quizá cada vez mejores, aunque en ocasiones es difícil qué carta quedarse, porque uno no sabe cómo interpretar las opiniones de los lectores. Al final he llegado a la conclusión de que la literatura, la escritura, la lectura… es materia fuertemente subjetiva. Por otra parte, recuerdo que Cela decía que no había que preocuparse por el público, sino ir escribiendo simplemente e ir dejando que se fuera formando ese público.

El don debería presuponer felicidad, disfrute. Lo que hacemos con facilidad lo hacemos con placer. Lo que hacemos con placer lo hacemos con mayor abundancia. Nunca nos cansamos de realizar estas actividades. Y si nos cansamos nos recuperamos pronto.

He conversado con Fernando Sánchez Dragó sobre este tema. Él está convencido de que existe este don de la escritura, igual que hay, dice, un don de la belleza, un don de gentes… Me dice que cuando iba a al colegio había gente que jugaba muy bien al fútbol, y que parecía que lo hacía de forma innata, que tenía un don para ello.

José Luis Olaizola me dijo en una entrevista que él aprendió a leer muy pequeño sin que nadie le enseñara, sólo viendo leer a sus hermanos mayores. También me dijo que era muy mal estudiante en todas las asignaturas menos en redacción, y que él no tiene ningún mérito por escribir bien.

Dragó me decía que el escritor nace y se hace, las dos cosas. Luis Alberto de Cuenca hace años en una entrevista me dijo lo mismo: el escritor tiene que nacer, pero también se tiene que hacer. Con nacer no basta. Dragó piensa que hay muchos escritores sin don y por eso no son buenos.

Creo recordar que Pilar Jericó me dijo una vez que si hacías algo y mientras lo hacías el tiempo pasaba sin sentirlo, lo más normal es que tú tuvieras talento para eso.

Dragó dice que de todos modos hay que trabajar el don. Él es de la opinión, en general, que para escribir siempre hay que trabajar, para conseguir resultados hay que trabajar. Esto es como una mina.

En otra conversación me decía Juan Eslava Galán que el escritor, aunque pareciera que llevara una vida glamurosa —en apariencia, por los actos públicos—, en realidad estaba la mayor parte del tiempo “picando piedra”.

A mí ahora se me ocurre que hay una relación entre estas nociones: el don, el talento, la vocación. Sospecho que la hay, y muy fuerte. ¿Y cuál es la diferencia entre estas tres cosas? Sin duda la hay. ¿Cómo se diferencian? Yo siento que por otro lado hay algo, muy importante, que las une, incluso, tal vez, que las identifica.

La primera obra que me dice que mi relación con los libros es muy especial es un Quijote para niños, y esa obra me dice también que esa relación con los libros va a ser muy especial. Es también el primer libro con el que me enfrenté, un Don Quijote de viñetas, de la editorial Sedmay, para mí libro mágico y mítico, fundacional. Ya me he referido otras veces a este libro fundacional para mí en Cuaderno de campo.

Yo no sabía leer entonces. Leía las viñetas; al verlas las leía, las entendía, sin saber leer, pero ya sabía que mi vida no sería igual nunca, gracias a los libros. Leyéndolos y escribiéndolos, pienso ahora. Escribir no deja de ser leer en uno mismo, leerse y ponerse en claro, en un ejercicio en el que el escritor se da a los demás, aunque puede parecer todo lo contrario, ejercicio de egoísmo, egocentrismo. Lo he contado muchas veces, es cierto, pero es cierto también que cada vez que lo cuento la anécdota reviste un significado diferente, un matiz distinto, en el fondo único.

Para mí, desde entonces, tener un libro abierto en el regazo es tener una ventana maravillosa abierta al infinito, al infinito exterior y a mi infinito interior, dentro de mí mismo. A la imaginación, a otros mundos que gracias a los libros yo traigo a éste, y también gracias a los libros yo llevo mi mundo a los otros mundos, muy lejanos y mucho más seductores que el mío propio.

Para mí ese libro de Don Quijote fue un gran impacto, y en realidad lo que creo es que lo que impactó en mí fue EL LIBRO, es decir, todos los libros. Parece que la lectura tira de todo, y de la escritura, que a su vez tira de todo también, y de la lectura. Yo diría que es un círculo… virtuoso.

A mí siempre me han gustado mucho los libros, muchísimo, y creo que de ahí viene todo. Luego la práctica, el trabajo, el mucho trabajo, como me recuerda Sánchez Dragó, y como me ha dicho muchas veces Vázquez-Figueroa, son muy importantes, esenciales. La tenacidad, la voluntad. Si no hubiera trabajado tanto, si no hubiera tenido voluntad, habría escrito mucho  menos.

Me acuerdo que también José Luis Olaizola me decía que para él lo más importante de un escritor era la ordenación artística del relato y la tenacidad. No puedo comprenderlo mejor. Ahí entra también el trabajo. La tenacidad, en mi interpretación, es el no rendirse nunca, la insistencia absoluta. El volver una y otra vez a los textos, a los libros, hasta terminarlos. O a los problemas abiertos.

Creo que el disfrutar tanto como lector me llevó a querer disfrutar tanto como escritor. Siempre he pensado, que mi condición de escritor, con la importancia que sea, está conectada con la de lector. Y el tiempo me ha enseñado que ambas nociones forman un triángulo muy potente con mi esencia de ser humano. Persona, lector, escritor: eso soy yo. Y seré otras cosas, por supuesto, pero estarán englobadas en lo anterior.

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