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La gente debe morir en su cama

La gente debe morir en su cama

Toni Hill (Barcelona, 1966) está ya entre los clásicos modernos de la novela policiaca española, género que practica, con destreza y enorme soltura, desde hace más de una década. Por entonces dio vida al inspector Salgado en relatos como El verano de los juguetes muertos (Grijalbo). Su última novela, la que aquí se reseña, es toda una prueba de la evolución positiva que ha ido experimentado en estos últimos años, hasta el punto de consagrar un estilo identificativo, una paleta propia, una personalidad con la que deja patente sus verdaderas señas de identidad.

El último verdugo (Grijalbo) es una novela que tiene todos los números para quedar entre las más importantes de la producción de un escritor aún joven, al que le queda cuerda para rato y mucho por experimentar. La estructura de la misma —no demasiado compleja, pero sí valiente—  ya es toda una declaración de intenciones: se compone de un prólogo de ocho páginas —fundamental para el desarrollo de la trama, por lo que es preciso estar muy atentos desde el pistoletazo de salida—, cuatro partes, un epílogo de cinco páginas —absolutamente imprescindible para darle el toque final a un relato circular— y, ya para concluir, unos “agradecimientos” en los que aparecen los nombres de otros dos grandes especialistas del género, recientemente desaparecidos, Domingo Villar (1971-2022) y Alexis Ravelo (1971-2023): “Autores —asegura un Toni Hill emocionado— con un talento indiscutible” y, por si fuera poco, “dos buenas personas”. Y todo ello bajo la mirada de la cita inicial del libro, extraída de una de las novelas europeas más impactantes de los últimos tiempos, El adversario, del francés Emmanuel Carrère, cuyo contenido resulta inquietante: “Le dolía el cerebro, hubiera querido poder extraerlo de su cráneo y llevarlo a lavar”.

"Esa enrarecida atmósfera es ideal para que un asesino, que presenta un aspecto de hombre normal, educado y generoso, se mueva como pez en el agua"

La acción de El último verdugo transcurre en la Barcelona de 2021, pero el prólogo nos conduce a un pequeño pueblo inglés durante el año 1990. En esas escasas páginas, que podrían pillar desprevenido a un lector que aún no ha calentado motores, que no ha tenido tiempo de familiarizarse con la exclusiva prosa de Hill, uno de los más importantes personajes, Thomas —Tommy en aquel tiempo, cuando aún era un niño— descubre el cadáver de su hermano en el fondo del pozo de la casa de un vecino. La novela, entonces, echa a andar, y por ese largo camino, que casi llega al medio millar de páginas, van surgiendo diversas y variadas situaciones, así como personajes como la doctora en criminología Lena Mayoral que, pese a su omnipresencia, no resta protagonismo a quienes forman filas a su alrededor: el subinspector David Jarque, la joven Cruz, el antiguo traficante de armas Zyril Záitsev, la pintora Sònia Serra y su amigo Óscar… pero, sobre todo, Thomas. Thomas Bronte, propietario de una galería de arte en el Barrio Gótico de Barcelona, quien trata, por todos los medios, de inventarse una nueva vida, perseguido siempre por el fantasma de un hermano al que había idolatrado. Toni Hill sabe que su prueba de fuego está en la precisión con la que presente al lector a estos dos personajes: Lena y Thomas. Y no decepciona. Ni comete grandes errores. Desvela pronto la identidad del asesino en serie, pero eso no supone inconveniente alguno para que el lector siga interesado en el desarrollo de los acontecimientos. Antes bien, lo que ahora importa, una vez proclamado el acertijo, es justificar —en ocasiones acudiendo a medios puramente científicos— por qué suceden así, y no de otro modo, los hechos y se actúa de una manera tan contundente. Se indaga, así, en ese lado oscuro y tenebroso de los humanos, que nunca termina de salir a flote del todo. De hecho, hay un momento en la novela en el que la propia Lena, autora de varios libros en los que había abordado con detenimiento este asunto, asegura que “nadie en este mundo es cien por cien inocente”. Y quizá lo diga pensando en ella misma, y en ciertos asuntos que trata de ocultar de su nada modélico pasado.

Estamos en esa Barcelona en la que la inquietud y el consiguiente nerviosismo por la pandemia siguen estando presentes. Acaba de iniciarse la campaña de vacunación y nadie se encuentra aún a salvo del todo. ¿Hasta qué punto ese raro e insólito ambiente influye sobre la conducta y la actitud de estos personajes? El prolongado encierro y las restricciones sanitarias no dejan de pasar factura. El autor, con esta trama que pone en marcha, parece decirnos que nunca volveremos a ser como fuimos, aunque todo nos parezca normal, como si nada hubiera sucedido. Esa enrarecida atmósfera es ideal para que un asesino, que presenta un aspecto de hombre normal, educado y generoso, se mueva como pez en el agua. En un ambiente infernal, ciertos demonios, vestidos de ángeles, hacen su agosto.

"Una trama, en fin, cocida a fuego lento, sin prisas, aunque sin renunciar a los consabidos e inexcusables tópicos del género"

El último verdugo es una obra en la que, además de una sólida y bien delineada trama, se aprecian otros elementos que propician que la novela pueda ser calificada de espléndida. De un lado, la soltura y la naturalidad que se observa en la escritura, que huye, en todo momento, del preciosismo y de la frase lapidaria y célebre; en la facilidad del autor para montar una historia, y en la presencia de unos brillantes y ágiles diálogos que, en ocasiones, rozan la perfección. Toni Hill se dirige a un lector activo. Un lector atento y bien despierto. Un incondicional colaborador que esté dispuesto a sufrir y a gozar, a rellenar por su cuenta los espacios en blanco, los silencios y las elipsis que el autor, conscientemente, va sembrando por el camino.

Una trama, en fin, cocida a fuego lento, sin prisas, aunque sin renunciar a los consabidos e inexcusables tópicos del género: desde la presencia activa de la opinión pública y de la prensa ante unos acontecimientos de ese calado hasta los típicos despistes de la propia policía, alternativas y contradicciones que surgen en el curso de la investigación.

De no menor importancia son ciertas descripciones que el autor no ofrece, donde despliega brotes de imaginación y buen gusto. Párrafos marca de la casa. Deliberaciones y advertencias que no pasan inadvertidas, como aquella en la que asevera que una casa que intuye que vas a abandonarla se vuelve, de pronto, poco acogedora. Y añade: “Como si las paredes y los muebles lo presintieran, en cuanto entras te reciben con una cierta frialdad, casi con indiferencia”.

"Toni Hill casi cae en la trampa de explayarse y prolongar más de lo necesario su discurso sobre el siempre fascinante mundo de los verdugos"

El arte también ocupa un espacio privilegiado en El último verdugo. Thomas, como ya se dejó indicado, regenta una galería de arte en un barrio privilegiado de Barcelona y, de alguna manera, tutela a una artista emergente que se marcha a Roma becada para continuar con su aprendizaje. De ahí que no queden fuera de contexto esas profundas y oportunas reflexiones sobre el mundo del arte, del que, con cierta frecuencia, surge la tensión, el desasosiego, el intento por comprender, y que, de algún modo, queda conectado con ese otro arte de asesinar.

Toni Hill casi cae en la trampa de explayarse y prolongar más de lo necesario su discurso sobre el siempre fascinante mundo de los verdugos. A pesar de todo, no deja de referirse a uno de esos hombres que practicó con eficiencia y precisión el oficio. Se trata de Nicomedes Méndez, al que se le reconoce una vida trágica, con la muerte prematura de su mujer y el suicidio de su hija después de ser abandonada por su prometido. Méndez, verdugo titular de la Audiencia de Barcelona a finales del siglo XIX, se sentía orgulloso de su trabajo y siempre estuvo seguro de haber prestado un gran servicio a la sociedad.

Ese otro verdugo de la ficción, el de la película de 1963, papel interpretado por el inolvidable José Isbert en el genial film de Berlanga, afirmaba, sin embargo, que la gente debería morir en su cama.

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Autor: Toni Hill. Título: El último verdugo. Editorial: Grijalbo. Venta: Todostuslibros.

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