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La guerra contada con estilo magnético

La guerra contada con estilo magnético

La batalla de Midway fue un enfrentamiento naval de igual significación histórica a Salamina o Trafalgar, afirma Craig Lee Symonds (1946), profesor emérito en el U.S. Naval War College en Newport, Rhode Island, y en la U.S. Naval Academy. Allí se dieron cita 7 portaaviones, 3 estadounidenses y 4 japoneses, en junio de 1942. Entre ese momento y noviembre de 1943, diecisiete meses más tarde, la US Navy había botado otros 40.

El historiador americano ha plasmado un monumental fresco de más de 900 páginas para contar una historia integrada de la Segunda Guerra Mundial en el mar.

Symonds construye su obra basándose fundamentalmente en dos pilares que, aunque al comienzo poco relacionados entre sí, van aumentando su contacto de forma gradual, para acabar entrelazándose inextricablemente.

"La primera mitad de 1942 fue terrorífica para los Aliados: los japoneses se habían hecho con medio Pacífico, italianos y alemanes habían inmovilizado a la Royal Navy en el Mediterráneo Oriental"

Por un lado están las estructuras de poder que toman las decisiones estratégicas en los dos países más poderosos del Eje: Alemania y Japón. El autor muestra una sincronía no planeada entre las dos potencias. La estrategia naval en Tokio y Berlín nunca pudo implementarse de forma coherente ni independiente; siempre estuvo marcada por una descarnada lucha interna frente a otras armas e incluso hasta dentro de la propia Armada. Un oficial japonés explicaba tras la guerra que “en nuestro fuero interno sabíamos que no podíamos luchar contra las potencias angloestadounidenses, pero no podíamos afirmarlo de una forma inequívoca […]. Teníamos miedo de que el ejército dijera: si la Armada no puede combatir, que nos den a nosotros su material y presupuesto”. Symonds proporciona otros ejemplos palmarios en el caso de Alemania: a Raeder, defensor furibundo del papel protagonista de la flota de superficie, le cae como un jarro de agua fría el hecho de que los alemanes se hagan con los puertos del golfo de Vizcaya tras la campaña de Francia, porque así se daba protagonismo a los submarinos en detrimento de los acorazados. En la misma línea, el autor cree que el propio Raeder se precipitó al hacer zarpar el Bismarck sin esperar a que estuviera listo el Tirpitz, porque sabía que a la flota de superficie alemana le quedaba poco tiempo para demostrar su valía. Una planificación central coherente brilló por su ausencia en ambos casos, en contraposición con la americana y británica.

Y por otra parte está el papel de los Estados Unidos como gigante industrial. La ley de la “Armada de Dos Océanos” (19 de julio de 1940) sentó las bases para un crecimiento exponencial de su flota. Fue la respuesta al abandono japonés de los protocolos de los tratados navales de principios de los años 30. Un tremendo error de cálculo, al que se le sumaría Pearl Harbor. La capacidad de producción estadounidense fue “increíble”. Este poderío industrial despeja toda duda sobre una aparente incoherencia: La primera mitad de 1942 fue terrorífica para los Aliados: los japoneses se habían hecho con medio Pacífico, italianos y alemanes habían inmovilizado a la Royal Navy en el Mediterráneo Oriental y la guerra de los convoys iba mal para los Aliados. Sin embargo, a finales de 1942 fueron capaces de poner en marcha de forma simultánea dos contraofensivas estratégicas: Guadalcanal y Torch. Conforme fue avanzando la guerra la superioridad estadounidense fue haciéndose más grande.

Entre otros aspectos, el autor pone el foco en la importancia de las marinas mercantes, especialmente en el Pacífico (gran “talón de Aquiles” de Japón) y en la superioridad tecnológica de los Aliados, tanto en el Atlántico como en el Pacífico, y describe de forma muy transversal la evolución del portaaviones hasta convertirse en la principal arma en los Océanos.

"Posiblemente estemos ante el sucesor de Samuel Eliot Morison"

Por otra parte, el autor no toca operaciones navales soviéticas y da la sensación de contar la historia desde el punto de vista de los vencedores, con los consiguientes inconvenientes epistemológicos que ello pueda traer.

Symonds muestra además un firme compromiso pedagógico, por ejemplo con las lecciones magistrales exprés que imparte sobre buques de guerra y otros aspectos de la guerra naval. El libro se lee muy fácil, y eso es fundamental para una obra de esta extensión. El estilo de Symonds es sencillo y cercano, magnético. En este sentido, merece la pena reproducir el pasaje en el que Jacques Le Goff comenta una de las más famosas frases de Marc Bloch, en la introducción a Apología para la historia o el oficio de historiador, que dice así: “Para hacer historia, para enseñarla, no hay que olvidar que al lado de sus `necesarias austeridades´ la historia tiene sus propios goces estéticos: cuidémonos de no retirarle a nuestra ciencia su parte de poesía”.

A decir de la ingente obra que arrastra y de la calidad de la misma, posiblemente estemos ante el sucesor de Samuel Eliot Morison.

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Autor: Craig Lee Symonds. Título: La Segunda Guerra Mundial en el mar. Editorial: La esfera de los libros. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro

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