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La inhumana vida de las vacas

La inhumana vida de las vacas

Los seres humanos extendemos nuestras neurosis y tragedias al mundo que nos rodea. Cegados por nuestros objetivos, nuestras heridas, o nuestras ideas, sometemos a la naturaleza, los animales, u otros humanos. También nos oprimimos a nosotros mismos luchando por entrar en los corsés de la sociedad, en lugar de cuestionarlos.

Como decía recientemente el biólogo Daniel Lumera en una entrevista: “La mente humana es el mayor contaminante, ya que todo sale de ella”.

Partiendo de las Bacantes de Eurípides y usando una estructura de tragedia clásica, Satoko Ichihara nos habla de cómo destruimos a los animales, y a nosotros mismos, cuando nos dejamos llevar por los mandatos más neuróticos de nuestra sociedad.

"La comparación entre la vida bovina y la humana es, junto al sexo y la maternidad, uno de los temas clave del libro"

La obra arranca con un largo monólogo en el que la protagonista, una trabajadora de una granja de ganado bovino, nos describe detalladamente los pasos necesarios para inseminar a las vacas. Todo el proceso es de una triste eficacia. Toros y vacas son sujetos pasivos de una maquinaria que somete y regula sus impulsos naturales, para convertirlos en engranajes de una máquina para producir beneficios. Paralelamente, la protagonista nos habla de sus relaciones sexuales, que también se viven en un mundo donde el sexo parece separar más que unir. Humanos desconectados de sí mismos que buscan conectarse acoplando sus cuerpos.

MUJER: “La idea era desfogarme una noche para empezar el año como si nada hubiera ocurrido y seguir trabajando a fondo”.

La comparación entre la vida bovina y la humana es, junto al sexo y la maternidad, uno de los temas clave del libro. Las explotadas vacas tienen voz propia porque forman el coro de esta obra, cuyo tono está entre la tragedia y el absurdo, un espacio muy adecuado para hablar claramente de los aspectos más enfermos de nuestra manera de relacionarnos. Esta falta de “naturalismo” permite que los personajes sean más sinceros de lo que serían en una escena “realista”. En los diálogos van directamente al grano y se permiten una sinceridad de la que difícilmente se disfruta en el mundo real.

MUJER: Me sentí muy decepcionada. O tal vez sería mejor decir derrotada. Y no por culpa de los mirones, sino por el hombre que había descubierto en mi interior”.

El absurdo permite también mostrar situaciones desconcertantes y al mismo tiempo lógicas. Por ejemplo: un personaje habla de un grupo de mujeres que viven solas y se colocan un falso pene para protegerse, porque los hombres cuando ven un pene ya no las acosan.

La autora habla de la sociedad japonesa, y algunas de las situaciones que describe nos pueden sonar un poco extremas o chocantes, pero tenemos muchos puntos en común con el mundo desquiciado y los personajes desnortados que presenta en el escenario.

Una obra compleja que no se puede reducir a una moraleja clara o a un significado concreto. Produce extrañeza, desconcierto y al mismo tiempo todo lo que describe resulta familiar. Quizá nos está hablando de que tu derecho a la vida depende del lugar que ocupas en la cadena de producción, o quizá de que comer, o ser comido, someter, o ser sometido, depende de los beneficios económicos que eres capaz de generar.

La autora escribe con buen ritmo y en los diálogos aparecen comentarios agudos e inteligentes. Cierro esta reseña con uno de ellos:

CORO: “Reaccionar tratando de encerrar lo que no comprendemos es lo que nos hace humanos”.

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Autora: Satoko Ichihara. Traductora: Marta E. Gallego. Título: Las bacantes: Vacas lecheras Holstein. Editorial: Satori. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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